28 octubre, 2014
La bella y la bestia
Pompeyo Audivert presenta una puesta original y poderosa de Muñeca, la obra clásica de Armando Discépolo de los años 20 en el Centro Cultural de la Cooperación.

Muñeca es una de las obras menos conocidas y representadas de Armando Discépolo (creador del grotesco criollo y hermano de Enrique Santos, con quien llegó a coescribir una pieza). Esta obra clásica de 1924 revive juvenil en el Centro Cultural de la Cooperación, gracias a una original y potente adaptación de Pompeyo Audivert.
Corrían los años 20. En Estados Unidos y en una Europa convaleciente luego de la sangría de la primera guerra mundial, una paulatina recuperación económica hacía creer en las posibilidades de un crecimiento sin límites. La noche parecía quedar atrás y una burguesía recuperada apostaba al hedonismo. Comienzan los “felices” o “locos” años 20, la “era del jazz” y de las fiestas continuadas en mansiones como las de Jay Gatsby. La aristocracia se emborracha en una orgía escapista con pies de barro que el crack de fin de década desnudará en todas sus debilidades.
Esta tendencia también tuvo su correlato en la Argentina. 1924 es un año que parece de fiesta. En un contexto político y económico en apariencia pacífico pero que sigue acumulando tensiones profundas, el presidente Marcelo T. de Alvear transita por su segundo año al frente del Ejecutivo mientras el partido Radical se divide entre yrigoyenistas y antipersonalistas. El país compite por primera vez en las olimpíadas enviando a París una delegación de 77 deportistas (ninguno de ellos mujer) y Boca Juniors se impone invicto en el campeonato de la Asociación Argentina de Football. Aparece la irreverente revista Martín Fierro, con un staff que incorpora a jóvenes figuras de la talla de Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo y Leopoldo Marechal, capaces de ir a defender a bastonazos a la galería Witcomb la revolucionaria muestra pictórica de Emilio Petorutti. Una fiesta no pasará a la historia sin un par de cabezas rotas.
En un año de vitalidad creadora, Armando Discépolo estrena dos obras, con diferencia de algunos días. Una será Giácomo, escrita en colaboración con Rafael José de Rosa, a la que seguirá Muñeca, estrenada el 20 de mayo de 1924 en la famosa “catedral del género chico”, el Teatro Nacional de Buenos Aires. Muñeca se inspira en las primeras obras de Pirandello y en el grotesco italiano, pero si bien la trama mantiene algunos de sus motores sentimentales y de sus estructuras tradicionales también rompe con diversas convenciones del género. Aquí no habrá un villano tradicional ni un final aleccionador en el que el amor prevalezca por sobre los obstáculos. El relativismo y la oscuridad discepolianas centrarán su interés en las preguntas filosóficas sobre la apariencia y la esencia, el absurdo de la existencia y el patetismo de unos personajes que eligen continuar de fiesta en medio de una realidad que se desmorona a su alrededor.
La adaptación de Pompeyo Audivert (que ya había formado parte de los ensayos para la famosa puesta de Bartís de los años 90) va a potenciar estos tópicos en una bellísima puesta donde el decadentismo de una clase social condenada parece condensarse en uno de los tópicos más antiguos de la historia: el hombre viejo y deforme que se enamora de la ninfa joven e indiferente.
El propio Audivert, además de adaptar y codirigir la obra (junto a Andrés Mangone), personifica al desagradable Anselmo (en una impresionante interpretación desde lo físico y lo vocal), amo despótico y señor adinerado de un micromundo que podría ser una metáfora de la nación, en el que vive tranquilo y rodeado de adulones hasta que la belleza gélida e irresistible de Muñeca (una destacada interpretación de Ivana Zacharski) le desacomoda todas las estanterías y lo enfrenta con la realidad de su horrible apariencia que, según él mismo reconoce, no puede ser amada por una mujer. El contraste entre la irrevocabilidad de lo físico y las ansias espirituales constituye uno de los ejes principales de la obra. Según Audivert, este tema central se resume en “la máscara como frontera entre la identidad histórica y la identidad sagrada”.
La inexorable catástrofe de Anselmo es también la de la clase social que representa, que busca su justificación existencial en un amor sin futuro mientras lucha por ganar algunos minutos en el escenario histórico. La clásica interpretación de David Viñas en su ensayo Literatura argentina y política (tomo II, De Lugones a Walsh), apunta en el mismo sentido: “Si el liberalismo de las convicciones de 1880 se daba como ‘armonía ‘ -sobre todo de clases-, el proceso entre 1920 y 1930 se verifica en la ‘desarmonía ‘ corporal del protagonista grotesco. El orden señorial se ha desarticulado. El ímpetu del ‘burgués conquistador ‘ se ha hecho ‘desgano ‘, ‘fatiga ‘, ‘improducción”.
La cohorte de Anselmo está compuesta por una troupe de parásitos sólo preocupados por timbear, practicar esgrima, disparar, tomar cocaína, meterse los cuernos y burlarse los unos de los otros. Sólo Enrique, el joven protegido de Anselmo que completa el triángulo trágico con Muñeca, queda fuera de la fiesta decadente, tal vez sólo para preservarse hasta el momento de retornar y desencadenar la tragedia. Digamos de paso que todas las actuaciones de estos secundarios son superlativas, destacando la increíble prestancia de Mosquito Sancineto en el rol de la femme fatal Perla.
La adaptación de Audivert es casi literal en cuanto al texto. Sólo se han agregado algunos pocos parlamentos para ampliar la excelente pintura política de la época (con menciones a Yrigoyen, Uriburu, la Semana Trágica y hasta Rosa Luxemburgo) y unos fundamentales textos de la poeta uruguaya Marosa Di Giorgio, para darle más voz a la amada de Anselmo. Audivert explica que se decidió por este mestizaje extraño porque en la versión original Muñeca apenas habla, limitándose a ser objeto de deseo y disputa entre Anselmo y Enrique y de ataques misóginos por parte del resto de los personajes. Esta mirada unánimemente patriarcal no es de extrañar en una época en que las mujeres ni siquiera tenían acceso al voto. Pero gracias a los textos de Di Giorgio, esta Muñeca logra presentarse como una mujer con personalidad propia, misteriosa, desgarrada y volcánica, y ya no como una simple víctima de las circunstancias o como una aprovechadora inescrupulosa.
En Muñeca, Audivert apuesta, como en la mayoría de sus múltiples propuestas escénicas, al teatro como máquina primordial para la investigación sobre las preguntas esenciales básicas del ser humano por lo que, más allá de que la excusa sentimental que opera como motor de la trama sí pueda acusar el paso del tiempo, sus metáforas políticas y sus cuestionamientos existenciales siguen presentándose tan vigentes y movilizadores en este siglo XXI como en aquella Argentina de 1924.
Pedro Perucca – @PedroP71
Ficha técnico artística
Autoría: Armando Discépolo
Versión: Pompeyo Audivert
Actúan: Pompeyo Audivert, Carlos Correa, Pablo Díaz, Gustavo Durán, Fernando Khabie, Abel Ledesma, Fabio «Mosquito» Sancineto, Diego Veggezzi, Ivana Zacharski
Vestuario y escenografía: Julio Suárez
Dirección: Pompeyo Audivert, Andrés Mangone
Duración: 75 minutos
Centro Cultural de la Cooperación
Corrientes 1543 – Capital Federal
Teléfonos: 5077-8000 int 8313
Web: http://www.centrocultural.coop
Entrada: $ 120,00
Domingo, Viernes y Sábado – 20:00 hs – Hasta el 30/11/2014
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