Cultura

30 septiembre, 2014

El juego donde nadie gana

Una nueva versión teatral de Tute cabrero, la obra clásica de Roberto “Tito” Cossa, nos vuelve a involucrar en ese drama darwiniano de lucha por la conservación del puesto de trabajo, tan dolorosamente actual. En el teatro El Duende, se presenta una muy sólida versión dirigida por Emiliano Delucchi.

Una nueva versión teatral de Tute cabrero, la obra clásica de Roberto “Tito” Cossa, nos vuelve a involucrar en ese drama darwiniano de lucha por la conservación del puesto de trabajo, tan dolorosamente actual. En el teatro El Duende, se presenta una muy sólida versión dirigida por Emiliano Delucchi.

No todo el teatro de fines de los sesenta o setenta ha envejecido bien. Es cierto que Roberto “Tito” Cossa suele ser una garantía, cómo mínimo, de solidez dramatúrgica. El autor más vigente y prolífico de la llamada “Generación de nuevo realismo” es autor de más de una veintena de obras, de entre las que se destacan joyas como El viejo criado (1979), Ya nadie recuerda a Frédéric Chopin (1982) o Yepeto (1986). Tute cabrero nació como un guión para televisión de Cossa, luego pasó a guión cinematográfico y finalmente recaló en las tablas en 1981. Entre aquella versión teatral original dirigida por Carlos Serrano y esta de Emiliano Delucchi han pasado varias puestas exitosas. Es probable que la vigencia de este drama laboral minimalista de Cossa se deba tanto a virtudes intrínsecas del texto como a tragedias recurrentes de la economía nacional.

El tute, cuya versión más jugada en el Río de la Plata es el tute cabrero, es un juego de cartas español, en el que se puede ganar yéndose a más o a menos y cuya lógica implica necesariamente joder al adversario para poder ganar. Lo que el otro pierde, yo lo gano, y viceversa. Hay muchas versiones del juego (chancho, remate, codillo) y algunos otros juegos de bazas de lógica similar, como el bridge o el corazones, ya con cartas francesas.

Su popularidad en la generación de nuestros abuelos o bisabuelos se puede probar sólo constatando cuánto de la jerga del juego ha pasado al lenguaje coloquial. “Cantar las 40”, “estar en capilla”, “las diez de última” o “hacer capote” son eventualidades del juego que se transformaron en acervo popular y que suelen citarse aún sin tener la más mínima idea de su origen timbero.

La obra única referencia explícita de la obra de Cossa al juego se encuentra en el título, pero la dinámica del dramón responde a una lógica de suma cero similar a la del juego de cartas: para ganar, para sobrevivir, hay que cagar al adversario. Se pueden tejer alianzas momentáneas y coyunturales entre dos para bombear a un tercero. La escalera hacia el éxito se construye con los huesos de los otros jugadores.

Cossa supo decir al respecto en algún momento: “De chico jugué mucho al tute. Me enseñó mi tío Francisco Altobello, un tipo macanudo de oficio almacenero. El tute es un juego perverso. A mí me quedó grabada la imagen de que ahí nadie gana y pierde uno. En la obra esto significa que dos podrán conservar el trabajo y uno quedará afuera, quizá para siempre. Mientras se tiran las cartas se van formando alianzas: los jugadores tantean, especulan… Se lanzan contra aquel al que pueden joder y aprenden a no tirarse contra quien no les conviene”.

La trama es sencillísima. Hay una oficina de dibujo técnico en la que tres personajes hacen planos. Son los años 70 y todavía los planos se dibujan. Hay reglas T, escalímetros, tableros de dibujo, escuadras y compases. Están el viejo Sosa (Eduardo Juncadella), que tal vez fue un buen profesional pero cada vez ve menos; Carlitos Parenti (Mariano Ulanovsky), el encargado real de que las cosas sucedan, que quería ser pintor pero que a sus cuarentas sigue postergando sus sueños artísticos en pos de la rutina oficinesca, y el joven dibujante Sergio Bruni (Gastón Cocchiarale), a quien le faltan apenas un par de materias para recibirse de arquitecto y necesita del trabajo para organizar su futuro junto a una novia hippona y un tanto insoportable.

Un día normal de trabajo en la oficina la gerencia les dice que se ha decidido prescindir de un dibujante, pero que como saben que se trata de “un grupo humano” los van a dejar que decidan ellos quién debe irse. Segundos afuera. Lo que hasta el momento constituía un grupo de “amigos” de oficina, que podían compartir alguna cerveza en un bar o una que otra cena familiar, se transforma en un campo de pruebas darwiniano, en la “supervivencia del más apto”, en el imperio del “sálvese quien pueda”.

La dirección de Emiliano Delucchi, discípulo de Agustín Alezzo, sabe sacarle el jugo a la pieza ya clásica de Cossa. La dinámica escénica, con un uso inteligente de la luz y de los reducidos espacios de la sala, avanza rápida y prolijamente para presentarnos a cada uno de los personajes, sus circunstancias familiares y sus historias vitales. Los tres protagonistas masculinos son más que solventes en sus interpretaciones setentistas, acompañados por un sólido trío de mujeres en el que se destaca particularmente la hermana solterona y amargada de Sosa (María Laura Rolle).

El texto original de Cossa fue escrito en el ardiente año de 1968 como guión televisivo pero a poco de andar se transformó en el texto base de la opera prima cinematográfica de Juan José Jusid, con protagónicos para Pepe Soriano, Juan Carlos Gené y un jovencísimo Luis Brandoni. Más allá de los desbarranques posteriores del director, la película le da el marco perfecto a este drama de clase media de fines de los sesentas, donde el tango de la vieja guardia aún resuena naturalmente en labios de los mayores.

Si bien algunos de los ejes de la obra pueden aparecer como absolutamente perimidos (del neoliberalismo para acá, ya nadie espera que un puesto de trabajo sea para toda la vida), otros resultan absolutamente actuales, particularmente en un contexto de incertidumbre económica. Así, no es inverosímil que la disputa por un cargo presumiblemente estable desnude las características más íntimas de cada uno de los personajes, esas virtudes o miserias que en una situación de normalidad laboral no suelen mostrarse.

Antes de que las diez de última definan la partida, alguno irá a menos, alguno intentará hacer capote, alguno quedará en capilla. Para saber cómo acaban repartiéndose los porotos, basta con acercarse el teatro.

Pedro Perucca – @PedroP71

FICHA ARTÍSTICO TÉCNICA
Iluminación: Jorge Ferro
Actúan: Gastón Cocchiarale, Eduardo Juncadella, Marina Lamarca, María Laura Rolle, Victoria Sarchi, Mariano Ulanovsky
Escenografía: Emiliano Delucchi
Asesoramiento en vestuario: Catalina Motto
Asistente de dirección: Rocío García Márquez
Producción general: Gastón Cocchiarale
Autor: Roberto Cossa

TEATRO EL DUENDE
Aráoz 1469 – Capital Federal – Buenos Aires
Teléfonos: 4831-1538
Web: http://teatroelduende.blogspot.com.ar/
Entrada: $ 90,00 – Domingo – 21:00 hs
Entrada: $ 90,00 – Sábado – 20:00 hs
Dirección: Emiliano Delucchi

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