Nacionales

15 septiembre, 2014

Siguen buscando el cadáver de Melina Romero

La menor de edad desapareció hace cuatro semanas luego de ir a festejar su cumple años. A partir de información policial, su madre confirmó su muerte. La lectura de los grandes medios sobre el caso.

La menor de edad desapareció hace cuatro semanas luego de ir a festejar su cumple años. A partir de información policial, su madre confirmó su muerte. La lectura de los grandes medios sobre el caso.

Romero fue vista por última vez en la madrugada del domingo 24 de agosto, luego de salir de la discoteca Chankanab, situada en Presidente Perón 3347 del partido bonaerense de San Martín, adonde había ido la noche anterior con sus amigos para festejar su cumpleaños.

Según el portal de Infobae, la madre de la chica, Ana María de Romero reveló que: “Los delincuentes arrestados confesaron que mi hija está muerta”. “Todavía no encontraron nada. Quiero que encuentren a mi hija en el estado en que esté y que se aclare qué pasó”, agregó.

Hasta el momento, hay cuatro detenidos. Un hombre de 44 años, quien sería el dueño de la casa donde la muchacha estuvo en cautiverio. Los otros tres sospechosos son jóvenes varones de entre 20 y 16 años.

A partir de indicaciones de uno de los acusados, policía, bomberos y buzos tácticos realizan tareas de rastrillaje en torno al arroyo Morón, donde hasta el momento no encontraron el cuerpo.

A partir de las cámaras de seguridad del boliche, se observó a Melina entrar y salir del lugar. Un investigador afirmó a Télam: «En uno de los videos se ve que Melina se besa con un joven que no sabíamos en un principio quién era y luego se la ve irse del boliche con otros jóvenes».

Algo habrá hecho

Desde que se dio a conocer la noticia, los distintos medios de comunicación le dedicaron numerosas páginas escritas y minutos al aire.

El último sábado, en su edición de internet, Clarín publicó en su sección de policiales lo que se podría encasillar como un perfil sobre Melina Romero. Este es el comienzo de la nota:

“La vida de Melina Romero, de 17 años, no tiene rumbo. Hija de padres separados, dejó de estudiar hace dos años y desde entonces nunca trabajó. Según sus amigos, suele pasarse la mayoría del tiempo en la calle con chicas de su edad o yendo a bailar, tanto al turno matiné como a la noche, con amigos más grandes. En su casa nadie controló jamás sus horarios y más de una vez se peleó con su mamá y desapareció unos días”.

En el resto de la nota se destacan ciertas características personales de la joven: vive en un barrio humilde, poca relación con su padre y mala relación con su familia, gusto por ir a boliches bailables, mala alumna, irresponsable, perezosa, sin planes a futuro. Además, describe la nota, Melina tenía tatuajes, cuatro pearcings y se juntaba con gente más grande que ella.

El efecto del juego propuesto por la publicación lleva a una sola pregunta: ¿Qué podemos esperar de una joven de esas características? Siguiendo la línea propuesta podemos concluir que, a fin de cuentas, lo merece. Ella lo buscó. El hecho en sí, su desaparición y asesinato, queda en un segundo plano por el estilo de vida descrito en la nota.

Se justifica desde ese ángulo el trágico final de la adolescente y, además, se construye una imagen de los sectores populares teñida por la ignorancia, indecencia y la bajeza moral: la insistencia permanente entre el origen humilde de la joven junto a las características peyorativas arriba nombradas elaboran un imaginario donde la degeneración y la muerte trágica o prematura aparece como lo lógico o lo único posible en ese bajo mundo.

Una vez más, se visibiliza la cara más violenta de estos sectores. Las únicas veces que ciertas zonas de Capital Federal o del conurbano bonaerense aparecen en los noticieros es para narrar un operativo anti-drogas, o un robo, o una toma de tierras o algún otro hecho violento.

En Lugano o en San Martín, esa es la única realidad posible, eso es lo único que pasa. No hay diversión pacífica o solidaridad. No hay trabajo o esfuerzo. Los medios sólo narran la miseria (y, por supuesto, no la explican) cuando se la sobrelleva desde la ilegalidad y no con dignidad.

De esta forma, los grandes medios aparecen, otra vez, señalando que allí está la barbarie, y que del otro lado de la línea que ellos arbitrariamente demarcaron, está la civilización.

 

Santiago Lecuna – @santirayado

 

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