12 septiembre, 2014
Los “trapitos” en Rosario y el desafío de convertir lo informal en formal
Hace una semana en Rosario se abrió el debate sobre la presencia o no de los cuidacoches o «trapitos» que trabajan en la ciudad.

Hace una semana en Rosario se abrió el debate sobre la presencia o no de los cuidacoches o «trapitos» que trabajan en la ciudad.
El cuidado de los autos estacionados en las calles céntricas de la ciudad es una tarea que se ha institucionalizado y expandido en los últimos tiempos. Sin embargo, en Rosario, no hay ningún tipo de reglamentación al respecto y esto ha desencadenado una reactivación del debate en el Concejo Municipal.
Sin grandes contrapuntos, los ediles del Concejo Municipal han acercado propuestas para que la intendenta de la Ciudad, Mónica Fein, tome algunas resoluciones al respecto. Desde el PRO se propone la prohibición de la tarea, ya que aseguran responde a formas extorsivas y es impulsada por bandas organizadas. Por su parte, los concejales de la Unión Cívica Radical, proponen realizar un censo para conocer en profundidad los propósitos de quienes desarrollan esta actividad.
Ante las iniciativas de la oposición, desde el oficialismo salieron a dar algunas respuestas y, claro, a sentar posición. Para el municipio, es importante generar algún tipo de regulación que restrinja la actividad únicamente al cuidado de los autos en los espacios donde no hay estacionamiento medido, ya que en esos espacios el Estado está presente. De esta forma, el municipio puso en marcha, desde el pasado fin de semana, controles callejeros para que no se laven autos en la vía pública, y también se instó a realizar denuncias en un 0800 en caso de sufrir algún hecho violento.
Estas propuestas lejos están de abordar la problemática con la integralidad que se merece. Para comprender por qué un número relativamente alto de habitantes de la ciudad (principalmente jóvenes varones) trabajan de cuidacoches, vale hacer un pequeño ejercicio de repaso. Podemos elegir una regla de tres simple –tal cual no enseñan en tercer grado del colegio- para arribar a algunas conclusiones. Un hombre y/o mujer necesita un trabajo para vivir (un hombre/ mujer = trabajo), en momento de crisis económica lo primero que tiende a escasear es el trabajo. Si varios/as hombres o una mujeres se encuentran ante la posibilidad de trabajar, es decir, de satisfacer sus necesidades mínimas, de vivir, ¿qué hacen? Toman ese trabajo. (Varios/as hombres y/o mujeres = varios trabajos). La regla de tres simple es sencilla, la aprendemos en tercer grado.
Nuestro país vive hoy una situación complicada en materia de empleo, con índices de desempleo en una curva ascendente. Las grandes empresas cada vez prescinden más de los trabajadores, sin embargo, los ciudadanos no podemos simplemente prescindir de un trabajo. Este contexto no es ajeno al debate que nos atraviesa, los cuidacoches existen hoy como un nuevo puesto de trabajo ante la falta de empleo formal. Sin embargo, esta realidad no aparece en el contexto que el oficialismo y los partidos de la oposición de nuestra ciudad eligen construir para enmarcar un debate necesario y urgente.
La Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) expresó, en un comunicado, un ferviente repudio a las propuestas de los ediles de prohibir o regular esta tarea que desarrollan muchos hombres y mujeres en nuestra ciudad. A su vez, agregaron: “Creemos que tanto las propuestas de prohibición como aquellas que intentan regular la actividad proponiendo la tutela de la misma por organizaciones sin fines de lucro, le esquivan al objetivo de reglamentar la actividad ganando en mejores condiciones laborales y acceso a derechos, porque ponen el foco del problema en la estética de la ciudad y el monopolio de uso del espacio público, y no en los trabajadores y trabajadoras».
La CTEP propone «la implementación de una política de registro del total de los trabajadores cuidacoches y limpiavidrios, con el objetivo de atender el conjunto de situaciones laborales y viabilizar la formalización y concreto acceso a derechos de los mismos».
Estamos, una vez más, ante un nuevo desafío para el Estado. Por un lado, reconocer en este trabajo informal la búsqueda de un sector de la sociedad de acceder a un empleo para vivir, obviando los análisis estigmatizadores y abordando de manera integral y humana un derecho vulnerado: el trabajo digno. Por el otro lado, avanzar hacia un camino ejemplar en nuestro país: la formalización y reconocimiento de los empleos informales que son resultado de las políticas saqueadoras de nuestro país.
A priori nadie elije ser “trapito”
Mauro tiene 32 años, su oficio es la albañilería. Hoy ya no trabaja de eso, «está todo re parado» dice y agrega: “Terminé un trabajito y después no me llamaron más”. Hace cinco meses que tira currículums de cualquier cosa, «pero no me llama nadie», y hace tres que es el cuidador de coches o «trapito» de una cuadra céntrica de la ciudad de Rosario. Unos amigos lo hicieron entrar, ellos laburan en la calle siguiente.
El cuidado de coches es un trabajo no formal, sin sueldo fijo, sin aportes, ni obra social. Es uno de los tantos trabajos informales que se instituyen como tales a partir de la necesidad y la búsqueda de una fuente de ingreso. Como Mauro, cientos de jóvenes sin empleo empezaron a habitar las cuadras y oficiar de cuidadores de autos. Ya no durante las noches y en las cercanías a restaurantes o boliches, sino durante el día entero. En su caso, Mauro trabaja de Lunes a Sábado de 9 a 17, después de él trabaja su compañero, Gerardo. «Un día bueno me llevo unos 300 o 400 pesos», dice. Aunque claro, todos sabemos que no todos los días son buenos y que sin importar las condiciones climáticas, Mauro está ahí, esperando que un auto llegue y otro se vaya para cobrar por el cuidado del auto encomendado.
Mauro no eligió cuidar coches, la necesidad de juntar plata para llegar a fin de mes y la imposibilidad de conseguir cualquier otra changa forzaron su decisión. Si tuviera la oportunidad, elegiría otro trabajo.
Lucía Pérez, desde Rosario
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