10 septiembre, 2014
El fenómeno Marina Silva y los riesgos de la «no-política»
El “fenómeno” Marina Silva de cara a las elecciones Presidenciales de Brasil pareciera haber llegado para quedarse al país más grande de América Latina. Una de las grandes acusaciones que recibe su propuesta y su discurso, sobre todo de parte del ex Presidente Lula Da Silva, es que hace de la no política una bandera.

El “fenómeno” Marina Silva de cara a las elecciones Presidenciales de Brasil pareciera haber llegado para quedarse al país más grande de América Latina. Una de las grandes acusaciones que recibe su propuesta y su discurso, sobre todo de parte del ex Presidente Lula Da Silva, es que hace de la no política una bandera.
La candidata a la presidencia de Brasil Marina Silva busca instalarse -y parece haberlo logrado- en la juventud brasileña, aquella que salió masivamente a las calles en junio del año pasado, protestando por los malos servicios de salud, educación y por la necesidad de ampliar derechos sociales, así como reclamando contra la homofobia y por las libertades de los colectivos gays, lésbicos, travestis y trans.
Sin embargo, la propia Marina Silva se ha declarado en contra del matrimonio igualitario, quitando esa propuesta de su propia plataforma presionada por las Iglesias Evangélicas de la que es devota practicante. Sus propuestas, en general, tienen un perfil conservador: en Economía está rodeada de referentes neoliberales ligados a los grandes bancos, su ideología es exponente de las Iglesias Evangélicas y su candidato a vicepresidente, Beto Albuquerque, está vinculado al agronegocio. La mesa está servida de contradicciones.
Pero como en política las cuentas nunca dan exacto, el sociólogo brasileño Ruy Braga explica este fenómeno como una disputa por quién hegemoniza el “consentimiento pasivo” de un amplio sector de las clases medias y trabajadoras, lo cual en Brasil se traduce en millones de votos. Braga afirma que “según datos recientemente publicados por el Instituto Datapopular, siete de cada diez jóvenes brasileños estudiaron más que sus padres, el 65% de ellos trabajan y cuatro de cada diez trabajan y estudian. Políticamente inexpertos e industrialmente no organizados, no es de extrañar que el 59% de ellos crea que el país estaría mejor si no había partidos políticos”. Aquí una clave para entender el por qué del apoyo a Marina, aún con todas sus contradicciones a cuesta.
El prestigioso intelectual confirma esto cuando explica que Silva captó la atención de estos jóvenes con su impronta “no tradicional” y, justamente, su discurso anti política. Según Braga, para estos grupos, la candidata es una mujer que no es «ni de izquierda ni de derecha», procedente de un lugar olvidado del país, cuya historia está ligada a la preservación del medio ambiente y hablando todo el tiempo de «nueva política».
El 5 de octubre veremos cómo termina esta historia, pero es para reflexionar que una candidata sin partido político, que accede a la candidatura presidencial al fallecer en accidente aéreo su compañero de fórmula, con claros tintes conservadores, logre el apoyo de una parte no menor de las clases populares brasileñas y desplazando en parte a un partido como el Partido de los Trabajadores (PT) que viene construyendo su entramado de poder desde hace más de 30 años.
Al decir de Ruy Braga, “después de todo, no hay que olvidar que la gran mayoría de los millones de jóvenes que se incorporaron al mercado de trabajo en la última década no está formada por mujeres blancas. La identificación con una candidata mujer, negra, pobre y trabajadora, no es accidental». «En realidad», arriesga, «Marina Silva es un tipo de liderazgo que se ajusta a la perfección en ese sueño de masas en busca de alternativas. Y sin embargo, si esa frustración popular será cierta, tenemos que reconocer que su eventual victoria fluiría directamente de las contradicciones del régimen hegemónico actual”.
Ivanna Rezano
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