Cultura

12 agosto, 2014

Adiós, Capitán

El pasado lunes se ha ido uno de los mayores comediantes de los últimos tiempos. Con más de 80 películas en su haber, Robin Williams fue encontrado sin vida en su casa de California. Breve repaso de la extensa carrera de uno de los artistas más multifacéticos del espectáculo.

El pasado lunes se ha ido uno de los mayores comediantes de los últimos tiempos. Con más de 80 películas en su haber, Robin Williams fue encontrado sin vida en su casa de California. Breve repaso de la extensa carrera de uno de los artistas más multifacéticos del espectáculo.

Difícil es abarcar la carrera de Robin Williams. Cerca de ochenta películas y participaciones en más de treinta shows televisivos son testimonio suficiente para corroborar la inquietud de este artista. Ya sea interpretando al entrañable Mork o al selvático Alan Parrish, algo es cierto: su incansable intención de hacer reír a su público.

Un humor de otro planeta

Nacido en Illinois, Chicago, Robin Williams no se interesó por la actuación hasta terminada su educación secundaria, ya en Marina County, California. Al entrar en contacto con cierto sector del teatro, abandonó sus estudios en Ciencias Políticas e ingresó a estudiar actuación en la Jullian School de New York. Fue luego de egresar que volvió a California a probar suerte en algunos papeles, consiguiendo trabajos menores y comenzando así su prolífica carrera.

Corría 1978. Luego de algunos años interpretando papeles menores en teatro y en pequeñas producciones cinematográficas, Robin conseguiría el primer papel por el que sería recordado: Mork & Mindy llegaba a la pantalla chica. Dándole vida al extraterrestre Mork, Williams logró captar la atención de los televidentes, embelesados por la entrañable actuación del joven actor, quien no dudaba en ponerle toda su gracia a las reflexiones que le relataba a Orson al final de cada episodio. La serie contó con 4 temporadas a lo largo de dos años y llegó a transmitirse tanto en los Estados Unidos como en algunos países de Europa y Latinoamérica.

Intentando no encasillarse en el extrovertido e hilarante Mork, Robin Williams comenzó sus trabajos en el cine. Primero en papeles menores como el de Popeye de Robert Altman, o alguno más reconocible como el que ejecutó en The World According to Garp. No fue hasta fines de los 80 que el papel del locutor de radio Adrian Cronauer en Buenos días, Vietnam le valdría su primera nominación al Oscar y su primer Globo de Oro. Ya más aceitado en los engranajes de la industria, no tardaría en prestarse para papeles de los más diversos, ya sea compartiendo el set con sus ídolos de Monty Python en The Adventures of Baron Munchausen o emocionando con su papel del profesor Keating en La Sociedad de los Poetas Muertos, por el que nuevamente estuvo nominado a los Oscar y los Globos de Oro.

Sin embargo, las luces de Hollywood jamás lo alejaron de las lacónicas paredes del stand up. Dueño de un humor ácido e irreverente, Williams nunca dejó de ejercer el violento oficio del humor urbano, irónico, con el que compartiría escenarios y vicios con otro enfant terrible de la comedia: John Belushi. El también fallecido actor contó en varias ocasiones (e incluso detalló en su autobiografía) sus andanzas en el mundo del alcoholismo y las drogas. Nada de esto impidió que Robin Williams siguiera adelante en su cada vez más reconocible carrera.

Ya entrados los años 90, el oriundo de Chicago siguió cosechando papeles diversos y aplausos por igual. El Peter Pan de Hook o la niñera de Mrs. Doubtfire le valieron el mote de actor edulcorado (reforzado sobre todo por su interpretación en Patch Adams), aún después de conseguido su Oscar por el Sean Maguire de Sueños de Libertad. A partir de esto se lo vio involucrándose más en papeles dramáticos y quizá bidimensionales, como el del siniestro Seymour “Sy” Parrish de Retratos de una obsesión. Aun así, difícil era que no reincidiera, como pudimos comprobarlo viéndolo en Flubber o Death to Smoochy.

Nunca se escondió el hecho de que Williams se haya visto obligado a convivir con dos problemáticas que lo perseguirían la mayor parte de su carrera: la depresión y el alcoholismo. Bebedor desde el primer momento de su carrera, se vio envuelto en esta dependencia que en un momento fue agudizada por una adicción a la cocaína. Sin embargo tras el nacimiento de su hijo pudo vivir sobrio más de 20 años. No fue hasta 1996 que se sometió voluntariamente a un tratamiento de rehabilitación en una clínica privada. Nueve años después se tuvo que intervenir quirúrgicamente debido a problemas cardíacos.

Robin nunca dejó de trabajar hasta el final de sus días. Ya sea haciendo modestos shows de stand up o dándole vida a personajes nuevamente relacionados con el público familiar, lejos estábamos de imaginar el abrupto final con el que nos golpeó. Sus últimos trabajos ocuparon las pantallas de todo el mundo: Boulevard y The Angriest Man in Brooklyn lo tuvieron como protagonista y tres películas están en pleno proceso de posproducción: Una noche en el museo 3, Absolutely Anything y Merry Friggin’ Christmas.

 

Iván Soler – @VanSoler

 

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