Asia

6 agosto, 2014

Desarma o sangra: la tragedia de Laos ayer y hoy (2)

Las consecuencias de los bombardeos a los que Estados Unidos sometió a Laos de 1964 a 1973 siguen hasta hoy: cada día muere una persona por la explosión de artefactos sin detonar. La mayoría de los muertos y heridos son niños.

Foto: Valeria Soledad

Las consecuencias de los bombardeos a los que Estados Unidos sometió a Laos de 1964 a 1973 siguen hasta hoy: cada día muere una persona por la explosión de artefactos sin detonar. La mayoría de los muertos y heridos son niños.

Durante el conflicto en Vietnam, Estados Unidos armó y financió, a través de la CIA, a grupos opositores laosianos que sostenían una lucha armada contra los comunistas del Pathet Lao. Estos soldados actuaron clandestinamente bajo las órdenes de Estados Unidos, que no podía apoyar abiertamente a estos grupos combatientes por la neutralidad de Laos en el conflicto.

Para lograr una mayor desestabilización de la región que favoreciera sus intereses, la potencia norteamericana revivió viejos enfrentamientos étnicos. En el Norte del país, a través de Air America, una filial de la CIA, entregó las más avanzadas armas a la tribu Hmong, una etnia minoritaria de origen china. Los hmong habían sufrido una historia de postergaciones por parte de los sucesivos gobiernos de Laos y Vietnam por lo que no fue difícil sumarlos a la causa anticomunista.

Los hmong lucharon bajo las ordenes de Vang Pao, un militar laosiano que recibía ordenes directas del ejército norteamericano. Este militar aprovechó los aviones que le proporcionaba Air America para convertirse en uno de los dealers de drogas más importantes de esa época. Con los aviones de la CIA traficaba opio y heroína a todo el sudeste asiático y gran parte se la vendía a los propios militares norteamericanos para su consumo.

Durante diez años estos combatientes lucharon con fiereza por los intereses norteamericanos en la región. Se enfrentaron en el campo de batalla contra las fuerzas comunistas del Pathet Lao, contando siempre con apoyo de los bombarderos F-100 operados por la CIA que soltaban sus bombas de racimo en cantidades exorbitantes. A través de estas alianzas con grupos locales, Estados Unidos evitó aumentar sus bajas propias y además pudo continuar la Guerra de Vietnam en un territorio adyacente neutral. Los hmong ponían el cuerpo mientras que EE.UU. ponía las bombas.

Al finalizar la guerra, en un último acto de infamia contra la gente de Laos, Estados Unidos abandonó a sus combatientes hmong, negándoles el prometido rescate y posterior asilo político. Olvidados por sus ex-patrones, fueron perseguidos y arrinconados por el nuevo gobierno comunista de Laos y debieron refugiarse en las regiones más remotas del país, donde subsisten hasta el día de hoy en las condiciones más miserables.

La dictadura militar argentina fue cómplice de esta canallada. En 1979, con auspicio de la ONU y de un Jorge Rafael Videla deseoso de mejorar la imagen internacional del régimen militar, llegaron a la Argentina 200 refugiados laosianos hmong, con promesas de trabajo y una vida mejor.

La propaganda oficial de entonces rezaba un mensaje esperanzador y pro-norteamericano: «Buscaron con el riesgo de sus vidas trabajo, paz y libertad. La Argentina les dará trabajo, paz y libertad». Fueron llevados a Choele-Choel y Misiones. En Misiones se los instaló primero en precarias carpas cerca del río. Pronto fueron olvidados y las promesas de trabajo nunca fueron cumplidas. En un país extraño, con un idioma distinto, la ONU y la Argentina también los abandonaron.

La tragedia de Laos hoy

Estados Unidos jamás limpió la zona de los millones de explosivos que quedaron sin detonar en territorio laosiano. Las estadísticas son escalofriantes: 25% del territorio se encuentra contaminado y 50.000 personas perdieron la vida desde el fin del conflicto, de los cuales 40% eran niños. A menos que se intensifiquen las actividades de limpieza, se prevé que Laos recién podrá quedar libre de explosivos dentro de cien años. Hasta tanto, una guerra que terminó hace casi 40 años se seguirá cobrando víctimas a diario.

En abril, His Tou, un niño de 10 años, estaba desenterrando una raíz utilizada por su etnia como medicina tradicional, junto a su hermano Xeng Thor. Cuando His Tou empezó a cavar un pozo, sin querer golpeó una bomba que se encontraba enterrada. La explosión destrozó su abdomen. A pesar de los esfuerzos, los médicos no pudieron hacer nada para salvarlo. Su hermano recibió lesiones varias en el rostro pero sobrevivió. Tras una larga lucha, hoy cursa sexto grado y sueña con estudiar medicina para atender a otras víctimas.

Por la contaminación de artefactos sin detonar, regiones enteras de Laos no son aptas para la agricultura. Por esta razón, los campesinos deben elegir entre morir de hambre o arriesgarse a volar por los aires mientras trabajan la tierra. A su vez, esta pauperización de la clase campesina lleva a que muchas personas tengan que buscar otra formas de solucionar sus problemas económicos. Una de ellas, que es muy popular en ciertas regiones muy contaminadas por artefactos explosivos, es rastrear los restos de la guerra mediante el uso detectores de metales caseros. El objetivo es desarmar las bombas y vender el metal en el mercado negro como chatarra. Se trata de una actividad extremadamente peligrosa.

A pesar de que todas las aldeas existen muertos y lisiados por las explosiones, en un país donde el salario medio es de 50 dólares mensuales, los 2 dólares que se paga por cada kilo de cobre ofrecen una inmejorable alternativa de supervivencia. En un buen día pueden llegar a juntar 10 kg. de metal. Pero en uno malo, la jornada laboral puede terminar abruptamente en el hospital. Las posibilidades de sobrevivir y no sufrir lesiones graves irreversibles son muy bajas.

ThaoThuey, un vecino de Phonsavan, tiene 32 años y hasta hace muy poco se ganaba la vida vendiendo la chatarra que encontraba con su detector de metales. El 10 de marzo de 2013 encontró una bomba del tamaño de una granada. La estaba terminando de desarmar con un cuchillo, como tantas otras veces, cuando estalló. Las heridas eran muy graves. ThaoThuey quedó en el piso desangrándose en estado de shock hasta que lo encontró un sobrino. Sus familiares tuvieron que cargarlo 10 km hasta la siguiente población, en donde encontraron un vecino que los pudo llevar con su auto los restantes 28 km hasta el hospital. Milagrosamente sobrevivió, pero perdió las dos manos y quedó incapacitado de por vida.

¿Y ahora que pasa, eh?

Durante el conflicto, la infraestructura laosiana fue totalmente destruida y ciudades enteras fueron pulverizadas. Hoy Laos es un país totalmente improductivo que depende de las contribuciones extranjeras para desarrollar sus puentes, caminos y hospitales. En cada una de estas obras de infraestructura, que son muy pocas, se puede ver el cartel del país que “ayuda” a su construcción mediante la limosna internacional.

La gran aspiración nacional de Laos hoy es a salir de la lista de 20 países más pobres del mundo para 2020. La gran potencia mundial, Estados Unidos, hace unos pocos años destina una ayuda insignificante para limpiar el infierno que generaron. Hillary Clinton admitió en el año 2012, en la primera visita oficial de su país a Laos desde la Guerra de Vietnam, que la ayuda es “insuficiente”. Sin embargo, no se comprometió a cambiar esta triste situación.

A casi 40 años de terminada Guerra de Vietnam, existe en Laos un grado de pobreza que duele. Los laosianos han aprendido a convivir con los resabios de la guerra. Muchas comunidades reutilizan las carcasas metálicas de morteros y artefactos explosivos, a veces como pilotes y columnas para la construcción de sus precarias viviendas, otras veces como objetos de decoración. No son pocos los que intentan ganarse el pan vendiendo los restos de la guerra como chatarra, arriesgando su vida en el camino.

Los laosianos siguen sufriendo las consecuencias de una guerra que no pidieron. Nadie debería olvidar esta tragedia porque sus heridas se revuelven a diario: cada vez que la guerra se cobra una nueva víctima.

 

Nicolás Bianchi, desde Phonsavan (Laos) – @nebianchi_

 

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