Cultura

31 julio, 2014

Poéticas de la resistencia

La última película del director palestino Elia Suleiman recorre cuatro momentos en la vida de su familia, desde la Nakba de 1948 hasta su regreso a Nazaret luego de haber sido expulsado en su juventud. ¿Puede el cine inscribirse en la resistencia de un pueblo?

Una imagen me volvió a esta película: es un momento de El tiempo que queda, en que el director decide hacer salto de garrocha con el muro que hicieron los israelíes frente a Cisjordania. ¿Puede el cine inscribirse en la resistencia de un pueblo?

Que el cine es una herramienta política enorme no es novedad. La imagen en movimiento hace del cine la más realista de todas las expresiones artísticas, que se potencia con las buenas historias. Están quienes hacen películas que son piedras, de esas piedras grandes que hay que romper contra el asfalto para que sean más, y sean más quienes las tiran.

Cuando Eisenstein dijo que quería la lapicera que igualara a las armas estaba pensando en ese potencial. No se trata de sustituir la lucha por una película (o cualquier tipo de expresión), o creer que sólo con una película se va a cambiar el mundo. Cuando existieron películas que cambiaron el mundo fue porque fueron uno de los resultados políticos de una lucha. Sanjinés en Bolivia denunció en los sesenta a los Cuerpos de Paz y se tuvieron que ir, pero no se fueron porque una película los denunció. Se tuvieron que ir porque había un pueblo en lucha y la película se encontraba inserta en ese contexto. Por eso la respuesta a la pregunta del principio era, obviamente, que sí. El cine puede inscribirse en la resistencia de un pueblo, y lo puede hacer desde distintas maneras. La película El tiempo que queda, de Elia Suleiman, lo hace desde el humor y la risa como eso que hay que defender con uñas y dientes, o piedras y gomeras.

Elia Suleiman nació en 1960 en Nazaret. Formalmente es israelí, pero sus padres eran palestinos y él se asume como parte de esa nación. Su padre, Fuad Suleiman, fue parte activa de la resistencia palestina al comienzo de la invasión en 1948. “El tiempo que queda” cuenta cuatro momentos en la vida de la familia Suleiman: la resistencia de 1948, la infancia de Elia (fines de los sesenta), la juventud de Elia (durante los ochenta) y la actualidad, en la que Elia regresa a Nazaret luego de ser expulsado por protestar cuando era joven. En esta última parte Elia se representa a sí mismo (nótese cómo en este recurso aparece otra vez la fuerza de la representación realista).

El relato se construye no de una linealidad clásica sino más bien de situaciones, en principio inconexas, que van hilando la historia de la familia Suleiman. En medio de la tragedia de la invasión, Elia Suleiman inserta momentos cómicos que bien pueden pensarse como los alivios o las pausas a la tristeza que viven los palestinos desde 1948.

Pero el regreso de Elia a Nazaret le muestran que su padre, ícono de la resistencia entre los vecinos, ya está muerto. Su madre está vieja. Y sin embargo, lejos de pensar que con una generación acaba la resistencia, en su paso por la ciudad Elia se encuentra con jóvenes que le tiran piedras a la policía israelí, que no dejan de bailar por más que la policía israelí grite por altoparlantes que arranca el toque de queda. La potencia deEl tiempo que queda radica en mostrar cómo hay cosas que no se pueden detener por más que se quieran desaparecer.

La imagen que me había vuelto a la película era la de Suleiman saltando con una garrocha el muro que hicieron los israelíes frente a Cisjordania. Lo salta, y está del otro lado. El crítico argentino Roger Koza cuenta que la escena fue aplaudida en el Festival de Cannes como si se tratara de un gol.

Suleiman muestra cómo fue la resistencia, cómo hay aún resistencia, pero sobre todo crea una obra-resistenciaintegral. Es decir no sólo cuenta de la resistencia en el nivel temático (en el de qué se trata la película), sino que se asume parte de la resistencia como objeto cultural. Los palestinos no sólo tiran piedras. También tiran películas.

Matías L. Marra – @wturbio

 

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