Medio Oriente

29 julio, 2014

Sionismo: entre el colonialismo y la liberación nacional del pueblo judío

Primera parte de una serie de artículos que repasarán la historia del conflicto palestino-israelí desde una mirada incomoda. En esta entrega la historia del sionismo, la fundación del Estado de Israel y la Nakba palestina.

Primera parte de una serie de artículos que repasarán la historia del conflicto palestino-israelí desde una mirada incómoda, que busca alejarse de las simplificaciones muchas veces sustentadas en el desconocimiento. En esta entrega la historia del sionismo, la fundación del Estado de Israel y la Nakba palestina.

La historia de los judíos en Israel, tiene muchos vaivenes y se remonta a tiempos antiguos. Para nuestra historia, basta decir que en el año 70 d.C, está fechada la destrucción del “Segundo Templo” de Jerusalén, es decir, el centro espiritual y político del Reino de Israel, y el final de la soberanía del pueblo judío sobre el territorio que los romanos pasaron a denominar como la provincia de “Palestina”. Dicho territorio, sería luego ocupado por diferentes reinos: los califas musulmanes, los cruzados cristianos (durante un breve período) y finalmente, el imperio turco-otomano.

Comienza además en ese año, la denominada “diáspora judía”, una dispersión del pueblo judío que abarcó los países que luego fueron parte del imperio otomano y la Europa cristiana, en donde padecieron durante siglos numerosas expulsiones, persecuciones, matanzas y conversiones forzosas.

Las esperanzas de igualdad de derechos y de fin de la persecución que trajo consigo la Revolución Francesa fue solo una breve ilusión y una frustración más para los judíos europeos. De tal forma, hacia fines del siglo XIX, empiezan a surgir distintos movimientos nacionalistas judíos que postulan la organización y autodeterminación de su pueblo como respuesta a la hostilidad que vivían las comunidades de los distintos países.

Entre estos movimientos se encuentra el sionismo, el único que fue un paso más lejos y propuso la creación de un Estado propio. Luego de un debate con propuestas de posibles territorios como Uganda o la Patagonia Argentina, el movimiento sionista se decantó por la entonces provincia otomana de Palestina.

Entre 1882 y 1903 se produjo la primera “aliyá”, como denomina el sionismo a la inmigración y colonización de “Eretz Israel” (la tierra de Israel). Esto se hacía mediante la compra de tierras por parte de filántropos a sus propietarios árabes, muchas veces estos, terratenientes ausentes que especulaban con la venta de tierras sin importarles el destino de los campesinos que en ellas vivían, quizás desde hace siglos.

A estas tierras, emigraban luego jóvenes militantes sionistas. Varios de ellos eran ideológicamente de izquierda, fundaban allí colonias llamadas “kibbutz”, en las cuales se proponía refundar al pueblo judío como un pueblo nuevo, basado en el trabajo, la tierra y la solidaridad socialista.

El auge de estas inmigraciones, se produjo sobre todo después de la Primera Guerra Mundial cuando, en 1917, como resultado de las negociaciones entre las potencias vencedoras de la gran guerra, Palestina pasó a manos británicas. Desde entonces, el “Mandato británico de Palestina”, tuvo una política oscilante, pero en lo concreto, sumamente favorable al proyecto sionista.

Ya en 1917, el ministro Balfour de relaciones exteriores británico había hecho una declaración dirigida a los líderes de sionismo en la que afirmaba “ver con buenos ojos” el establecimiento de un “hogar nacional judío” en el Mandato de Palestina. Además, las colonias judías, contaban numerosas veces con obras públicas de infraestructura, generosidad del imperio británico.

Sin embargo las revueltas árabes de 1929 y 1936, reprimidas a sangre y fuego por Gran Bretaña pero con grandes costos políticos para la autoridad colonial, así como el crecimiento sostenido de la inmigración judía a Palestina a causa del auge de la ultraderecha antisemita en Europa, impusieron a los británicos la necesidad de limitar la inmigración judía, mediante cuotas máximas de inmigración. De poco sirvió, puesto que los sionistas realizaban migraciones ilegales permanentemente, ante la pasividad y relativa indulgencia de la autoridad colonial.

Así, luego de dos décadas de tensiones entre sionistas, árabes y británicos, hacia el final de la Segunda Guerra, el sionismo había logrado formar en Palestina una comunidad numerosa, aunque no mayoritaria (unos 600.000 judíos contra aproximadamente 1.300.000 árabes), pero aún más, había constituido un movimiento organizado, con liderazgos definidos y una potencia militar creciente, que había decidido pasar a la ofensiva.

De la primacía del sionismo socialista, al auge del “revisionismo”, el movimiento sionista se fue embebiendo de un espíritu fuertemente militarista y agresivo. La técnica de colonización dejó de ser primariamente la compra de tierras para la posterior formación de kibutz, para dar paso al método de “torre y empalizada”, la ocupación forzosa e ilegal de tierras palestinas mediante solo una torre, una verja y unas pocas carpas, para lograr correr más y más las futuras fronteras del Estado.

Mapa 1

Adicionalmente, numerosas organizaciones paramilitares sionistas se enfrentaban cuerpo a cuerpo con el mandato británico y los civiles palestinos, empleando incluso en muchos casos como táctica el terrorismo, como en el famoso caso del atentado al Hotel Rey David de Jerusalén en 1946, con 92 muertos.

La guerra de 1948: La independencia y la tragedia

En 1947, con Gran Bretaña debilitada y en medio de la conmoción mundial por la salida a la luz del holocausto judío, el sionismo encontró un clima propicio para intentar convertir en realidad sus aspiraciones estatales. La recién creada ONU propuso entonces la conformación de dos Estados y ofreció a los judíos y árabes que vivían en Palestina, un “plan de partición”.

El territorio quedaba dividido en un 52% para el Estado judío y un 48% para los árabes, permaneciendo Jerusalén bajo jurisdicción internacional. El sionismo aceptó rápidamente este plan, mientras que el incipiente liderazgo árabe palestino lo rechazó de plano. Hay quienes argumentan que la división era arbitraria y que, incluso, otorgaba a los sionistas zonas en donde los judíos no constituían la mayoría demográfica.

Se inicia la llamada guerra de independencia de Israel que, entre 1948 y 1949, enfrentó a las fuerzas para militares sionistas contra todos sus vecinos árabes, finalizando la contienda en una victoria del naciente Estado de Israel y la firma de un armisticio, que dejó el mapa final de la región como vemos a continuación.

Después de la Guerra de 1948Israel no solo se quedó con las áreas asignadas en el plan de la ONU (coloreado celeste), sino también con territorios que iban a ser parte del Estado árabe palestino (en rojo) y con la mitad de Jerusalén. Otros dos territorios que también iban a formar parte del Estado palestino (en verde), fueron ocupados por Egipto (en el suroeste, la Franja de Gaza), y Jordania (en el Este, Cisjordania), que también se quedó con Jerusalén oriental.

El saldo del conflicto, además incluyó la “Nakba” o “tragedia” en árabe, es decir, el exilio de aproximadamente 700.000 árabes palestinos, que pasaron a vivir como refugiados en los países vecinos. Según autores israelíes, estos exiliados habrían abandonado sus hogares por propia voluntad, atemorizados por las represalias posteriores a la guerra. Sin embargo, historiadores como Illan Pappé, hablan de una política sistemática de expulsiones y matanzas contra las aldeas palestinas por parte de los cuerpos paramilitares sionistas, como en el caso de la aldea de Tantura (entre 200 y 250 civiles desarmados muertos) o Deir Yasin (entre 107 y 120 civiles muertos), entre otras.

Algunas conclusiones

Reflexionando sobre esta primera etapa del conflicto se pueden decir varias cosas. En cuanto al sionismo, se lo suele acusar sin más de ser un movimiento colonial y racista. Pero quedarnos solo con esta imagen es un error. Como diría el académico y experimentado diplomático israelí Shlomo Ben-Ami el sionismo fue al principio, efectivamente, un movimiento genuino de emancipación nacional. Pero al mismo tiempo, para llevar a cabo su empresa, se valió de estrategias innegablemente coloniales.

Esto es así, porque la matriz misma de pensamiento de gran parte de sus intelectuales, líderes y militantes, era tan colonial como lo era la mayor parte de las corrientes de pensamiento europeas de aquellos años. “Una tierra sin pueblo, para un pueblo sin tierra”, esta consigna repetida hasta el cansancio por los sionistas da cuenta de la incapacidad del sionismo para ver en los árabes que vivían en Palestina algo más que indígenas incivilizados que aceptarían pasivamente las ambiciones nacionales de su movimiento.

Con respecto a los palestinos hay que decir que sus líderes y sus clases dominantes fueron a menudo cómplices de la tragedia de su propio pueblo (venta de tierras mediante). Pero también que, antes de 1948, difícilmente puede hablarse de un “pueblo palestino” como tal. Las identidades y lealtades de los palestinos eran más bien locales, religiosas y tribales. Sus líderes, familias ricas con poca autoridad, visión y capacidad de negociación y liderazgo, por lo que poco pudieron hacer para reaccionar a tiempo frente al ímpetu, la organización y la solidez militar del sionismo.

Lo mismo hay que decir de sus aliados árabes, quienes aprovecharon la derrota para quedarse con territorios que no les pertenecían. Paradojas de la historia, veremos en las próximas entregas como la identidad palestina, prácticamente sepultada después de la “Nakba”, se convirtió por el desarrollo de los hechos en una de las más sólidas y resistentes de toda la región y, sin embargo, una de las pocas que no posee aún el derecho a un Estado propio.

 

Joaquín Zajac – @joaquinitoZ

 

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