Fútbol

16 julio, 2014

¡Que viva el fútbol!

Desde la gran cantidad de goles en la primera ronda hasta las emotivas definiciones de octavos en adelante, pasando por las goleadas históricas a España y a Brasil, en este Mundial el deporte más hermoso del mundo ratificó con creces esa adjetivación.

Desde la gran cantidad de goles en la primera ronda hasta la emotividad que tuvieron las definiciones de octavos en adelante, pasando por las goleadas históricas de Holanda a España y de Alemania a Brasil, en este Mundial el deporte más hermoso del mundo ratificó con creces esa adjetivación.

Aún con la angustia de haber perdido la final con Alemania y en el comienzo de una insondable sensación de vacío, la Copa del Mundo realizada en Brasil dejó mucha tela para cortar y en esta nota nos proponemos esbozar un balance de una competencia que tuvo un gran ganador: el fútbol. Desde la gran cantidad de goles en la primera ronda hasta la emotividad que tuvieron las definiciones de octavos en adelante, pasando por las goleadas históricas de Holanda a España y de Alemania a Brasil, el deporte más hermoso del mundo ratificó con creces esa adjetivación.

Lo de los germanos es lo primero a destacar. El equipo de Löw ya era el mejor del mundo antes de arrancar la competencia y sólo le faltaba, en ese proceso a largo plazo que hoy todos rescatamos y aspiramos a tener como modelo, colocarse la corona. ¿Por qué esa afirmación? Porque la constancia es una virtud invalorable. Alemania estuvo entre los 3 mejores en los últimos 4 Mundiales. No había ganado ninguno de los anteriores, eso es cierto. Pero con amplitud, aparece un escalón arriba de los clásicos buenos pies argentinos y brasileños, muy superior a otros grandes europeos sin brújula y sólo comparable en el último tiempo con el fenómeno español, hoy ante la necesidad de reconstruirse. El estilo de juego también es una modificación que lo ubica en el máximo pedestal: a la tradicional potencia física le agregó buen toque, precisión en velocidad y hasta alguna que otra gambeta. El cambio de paradigma – con matices – se expresa en la frase de Jürgen Klopp, DT del Borussia Dortmund: “Las cosas han cambiado tanto, que ahora lo que nos falta es el juego aéreo”.

Argentina fue el merecido subcampeón y podría haber llegado a la gloria porque en el duelo decisivo, desde sus recursos, no fue menos que los teutones. Ya en esta nota de este mismo medio, se desglosan los motivos por los cuales el equipo de Sabella permitió recuperar una identidad en base al trabajo y a un proceso ordenado. El espíritu de equipo, un equilibrio necesario para llegar a instancias a las cuales no se arribaba hace tanto tiempo y una convicción inquebrantable para llevar adelante una idea fueron las claves del éxito, que no pasa por ser primero únicamente. Seguramente haya cuestiones criticables, pero cuesta encontrar reproches desde lo que se dejó en el campo de juego. Y si analizamos en perspectiva de los últimos 24 años, difícil sentirse tan satisfecho con un combinado albiceleste como éste. Ahora es el momento de tener una visión de futuro y que haya continuidad en un proyecto como hace mucho que no ocurre.

El podio lo completó Holanda que, junto con Costa Rica, fueron los únicos equipos en irse sin derrotas en los 90 o 120 minutos de juego. El conjunto dirigido por Van Gaal -¿el DT del Mundial?- se quedó otra vez muy cerca de un título que le sigue siendo esquivo. Sin embargo, a la luz de lo que se observaba inicialmente, llegó más lejos de lo que se imaginaba. Sorprendió al mundo con ese impacto inicial ante España, resultado que significó el principio del fin para el campeón de Sudáfrica. Aquellos 5 goles mostraron una versión inmejorable de los naranjas, que no se repetiría a lo largo de la Copa. Fue una tarde especial, única, irrepetible. Tenía que llegar un 7-1 en semifinales para superar semejante demostración. A partir de entonces, y como señalamos aquí, Holanda fue mutando cual camaleón para ganar y avanzar hasta que en la batalla táctica con Argentina las manos de Romero fueron la explicación de donde terminó cada uno. El 3-0 ante el Brasil más flojo de la historia le dio el bronce.

Pero más allá de los tres primeros, también esta Copa generó sorpresas y decepciones. Entre las primeras, el lugar principal es para Costa Rica. El planeta fútbol -con mucho desconocimiento, por cierto- veía el grupo D, intitulado como el grupo de la muerte, y afirmaba con contundencia que los ticos iban a perder sus 3 partidos. Sin embargo, los dirigidos por el colombiano Pinto le sumaron al primer golpe contra Uruguay una histórica victoria ante Italia para asegurar una clasificación tempranera que terminaría de redondearse con el empate ante Inglaterra en la última fecha. Invictos y primeros, quién lo hubiera dicho. Pero además con un fútbol criterioso, plantado de igual a igual ante los supuestos poderosos y con un par de figuras destacadas. Habiendo superado semejantes rivales, el fixture le hizo un guiño y le puso a Grecia en octavos que había entrado por la ventana a esa instancia. Un Keylor Navas gigante en los penales lo puso entre los 8 mejores por primera vez en la historia, donde terminaría su camino de la mejor manera: sin haber conocido la derrota a lo largo del Mundial.

Otros equipos que se pueden ubicar en el lugar de lo sorpresivo fueron Colombia, Chile y Argelia. Los colombianos supieron llevar adelante su favoritismo en el grupo, lo pasaron con creces y en octavos derrotaron con cierta tranquilidad a Uruguay para lograr la mejor actuación de su historia. Les pesó el duelo de cuartos con Brasil, aunque también es válido mencionar el juego brusco de los locales que no fue sancionado como debía. Pekerman en el banco, Cuadrado con sus asistencias y James Rodríguez con su aporte goleador fueron las claves de un conjunto que fue recibido con vivas por su pueblo. Chile siguió con el camino iniciado por Bielsa y volvió a estar entre los 16 mejores con un recordado triunfo ante España en la primera ronda. Brasil fue su injusta barrera, entre la clásica paternidad de los pentacampeones y una dosis de mala suerte con aquel travesaño de Pinilla. Lo de los argelinos fue lo más destacado del continente africano – que, en líneas generales, quedó en deuda – con momentos de muy buen fútbol y un partido destacadísimo ante Alemania en octavos de final.

Entre las decepciones, parecería que las más evidentes son las de los tres europeos que se volvieron a casa muy temprano: España, Italia e Inglaterra. Cada uno con sus particularidades, estuvieron muy lejos de cumplir con las expectativas que había en ellos. Sin embargo, la gran decepción – por afano – fue el local. Sí, fue cuarto, mejoró la performance de los últimos dos Mundiales y con un equipo de escaso nivel cumplió “la de mínima”. Pero su estrepitosa derrota 7 a 1 ante Alemania en las semifinales dejó expuesto un secreto a voces: el fútbol brasileño necesita un cambio para volver a ser. Los germanos se lo hicieron saber de la más cruda manera con una nueva versión del Maracanazo del ‘50.

Finalmente algunos datos: fue el Mundial con más goles desde Francia ‘98, igualando el registro de aquella competencia (en la que se inauguró la participación de 32 equipos); hubo apenas 10 expulsados, en una mezcla de menor juego brusco con una importante dosis de permisividad de los árbitros; Alemania fue el equipo más goleador; Keylor Navas tuvo la valla menos vencida y la final fue el partido con más pases completos a lo largo de la Copa. Lamentablemente se terminó. Los fanáticos del fútbol – y los que no lo son tanto – disfrutamos un mes inolvidable. Que se repita en Rusia 2018.

Sebastián Tafuro – @tafurel

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