9 junio, 2014
Las Pelotas y una fiesta con muchos amigos
Este sábado Las Pelotas celebraron sus 25 años en el microestadio Malvinas Argentinas. Con varios invitados de gran nivel repasaron la discografía de la banda y deleitaron al público con un recital para el recuerdo.

Sobre la avenida Chorrarín los autos están estacionados como hormigas y unos cuantos muchachos tienen, al menos esta noche, la gallina de los huevos de oro. Son los que manejan las cuadras en los alrededores del microestadio Malvinas Argentinas y cobran cincuenta pesos por estacionar sobre la vereda o en la calle. A las nueve y diez minutos de la noche del sábado, todavía hay muchos pibes -y no tanto- haciendo la cola para entrar al recital con el que Las Pelotas festeja, en la ciudad de Buenos Aires, sus veinticinco años.
En el trayecto, sobre la calle Gutemberg, varios puestos ofrecen comida, remeras de la banda y alguna bebida para calentar la garganta. Unas cincuenta personas esperan en el primer control de acceso con su entrada en la mano, que los empleados de seguridad revisan una por una, alumbrando con linternas. Recién en el tercer y último control previo a ingresar al predio se cortan las entradas, cuyos precios arrancaban en ciento cincuenta pesos. Adentro también se venden remeras, buzos y bebidas.
Quince minutos después de bajar del transporte que nos dejó sobre la avenida, pisamos un Malvinas Argentinas repleto por donde se mire. Este microestadio tiene capacidad para casi nueve mil personas y es, por su infraestructura y excelente acústica, uno de los mejores lugares de la ciudad para recitales de esta magnitud. Mientras nos ubicamos al fondo del campo, al lado de la consola de sonido, se apagan las luces del escenario y se oyen ruidos a instrumentos en mano. La voz de German Daffunchio saluda y empiezan a sonar los acordes de “Escondido bajo el brazo”, tema del disco “Cerca de las Nubes”.
Se mezclan tres generaciones cantando canciones que recorren toda la discografía de la banda y como es ritual, están las banderas que recuerdan a Alejandro “Bocha” Sokol, el cantante histórico de Las Pelotas, fallecido en 2009. También hay una que recuerda a Tavo Kupinski, el guitarrista que tocó en Los Piojos antes de tocar con los ex Sumo, hasta su muerte en un accidente automovilístico hace tres años.
Casi a la hora de iniciado el recital, Daffunchio llama al escenario al primer invitado de la noche: “Es un gran trompetista y habla por la radio”. Los murmullos entre el público nombran a Roberto Pettinato o Guillespi, y aciertan los que pensaron en el segundo. El sonido de su trompeta hace bailar a todos con “Si supieras” y al terminar la canción se lleva el agradecimiento en forma de aplausos.
Los siguientes invitados sorprenden. Emiliano Brancciari, cantante de la banda uruguaya No Te Va Gustar asume el desafío de cantar uno de los temas preferidos de los peloteros, de los que más hacen extrañar la voz de Sokol. Todas las gargantas del microestadio acompañan coreando “Hola que tal”.
Antes de tocar “Esperando el milagro”, una canción emblema del post 2001, el pelado Daffunchio presenta al tercer músico invitado, Raly Barrionuevo, y pide no dejar de luchar por la justicia.
Suben nuevos invitados al escenario: Andrea Prodan -hermano de Luca-, Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu, y Gabriel Dahbar de Cayacanaya, una banda oriunda de Hurlingham.
Abajo del escenario el público disfruta, baila, canta, salta, revolea remeras y en los temas tranqui, algunos pibes abrazan a sus novias y viceversa. Con la bandeja arriba, van y vienen los cocacoleros, que sólo venden botellas de agua mineral de 600 centímetros cúbicos a treinta pesos. A algunos el precio nos hace olvidar la sed, pero otros no resisten.
Mientras sigue la fiesta, los profesionales de la Cruz Roja se llevan a una piba desmayada abriendo paso entre el público con un silbato y la luz de una linterna. El pelado dice que se terminó el recital y aclara que, si quieren, pueden pedir que sigan tocando. En ese momento los músicos abandonan el escenario, que se queda a oscuras. La pantalla gigante que durante las canciones acompañó con imágenes y por momentos transmitió el propio show, ahora muestra durante cinco minutos cientos de fotos de miembros de la banda junto a sus fans.
Vuelven tres veces al escenario, los invitados se van turnando y cierran tocando canciones de Sumo, después de dos horas y cuarenta minutos de fiesta pelotera. Todos se retiran tranquilos y satisfechos por las calles de La Paternal y no hay rastros de los cuidacoches, como era de esperar. Algunos paran a comprar en los puestos de comida, otros por cincuenta pesos eligen la oferta de un litro de Fernet -de la marca preferida- con su fiel compañera gaseosa cola, una buena forma de cerrar el recital de Las Pelotas, que después de veinticinco años, volvieron a demostrar que siguen convocando fieles multitudes, entre otras razones, por lo bien que suenan en vivo.
Lionel Martín – @soylio
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