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23 mayo, 2014

El que viene de lejanas tierras para decir algo

Un 23 de mayo de 1992, en la ciudad de Nimes, Francia, moría a sus 84 años uno de los más grandes cantautores argentinos: Don Atahualpa Yupanqui. Un recuerdo de Notas al maestro Don Ata.

Un 23 de mayo de 1992, en la ciudad de Nimes, Francia, moría a sus 84 años uno de los más grandes cantautores argentinos: Don Atahualpa Yupanqui. Un recuerdo de Notas al maestro Don Ata.

Nació como Héctor Roberto Chavero Aramburu en Pergamino, provincia de Buenos Aires, un 31 de enero de 1908. Hijo de una familia trabajadora, aprendió a tocar música clásica y popular desde pequeño, pero sus horizontes musicales se expandirían con un viaje familiar a Tucumán a sus 11 años, donde descubriría otros ritmos, otros instrumentos y otras vidas.

Después de ejercer mil oficios (boxeador, tipógrafo, periodista) comienza a escribir sus propia canciones y a recorrer el país. Estando en Entre Ríos participa de la toma de la ciudad de La Paz, Entre Ríos, en defensa de la democracia contra el golpe que derrocó a Yrigoyen en 1930 (conocida como la sublevación de los Hermanos Kennedy) y luego debe exiliarse en Uruguay.

En 1934 regresa a la Argentina y continúa conociendo la geografía nacional. Vive en Santa Fe, Tucumán y La Rioja. Durante el primer peronismo es frecuentemente censurado por su adhesión al Partido Comunista y en 1949 decide probar suerte en Europa. Allí logra un rápido reconocimiento gracias a una actuación con Edith Piaf y con la disquera “Chant du monde” edita el longplay “Minero soy”, que obtiene múltiples reconocimientos.

En 1952 retorna al país, se establece en Córdoba y sigue girando por el país y componiendo. Tambien musicaliza las películas Horizontes de piedra (1956), basada en su libro Cerro Bayo, y Zafra (1959), en las que también actúa. El reconocimiento del trabajo etnográfico de Yupanqui se generalizó durante la década de 1960, y cuando Mercedes Sosa, Alberto Cortez y Jorge Cafrune graban sus composiciones su popularidad se extiende a las más jóvenes generaciones de músicos populares, quienes lo conocen como Don Ata.

En los 60 lleva adelante giras por Colombia, Japón, Marruecos, Egipto, Israel, Italia y España. En 1967 finalmente se instala en París y retorna periódicamente a la Argentina, hasta que el Golpe militar de 1976 lo mantiene alejado de su patria por un largo período.

En 1985 obtuvo el Premio Konex de Brillante como mayor figura de la historia de la música popular argentina. En 1986 Francia lo condecoró como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras. En 1987 volvió al país para recibir el homenaje de la Universidad Nacional de Tucumán. Debió internarse en Buenos Aires en 1989 para superar una dolencia cardíaca, pese a lo cual en enero de 1990 participó en el Festival de Cosquín. Sin embargo, a los pocos días Yupanqui cumplió un compromiso artístico en París. Volvió a Francia en 1992 para actuar en Nîmes, donde se indispuso y falleció el 23 de mayo. Por su expreso deseo, sus restos fueron repatriados y descansan en Cerro Colorado.

Autor de más de 300 canciones (entre ellas El arriero, Basta ya, Camino del indio, Coplas del payador perseguido, Los ejes de mi carreta, Le tengo rabia al silencio, Luna tucumana, Milonga del solitario, Piedra y camino, Viene clareando, Zamba del grillo) y de varios libros, Atahualpa Yupanqui (en quechua, el que viene de lejanas tierras para decir algo) será recordado como el más grande músico del folclore y de la música popular argentina. Salute, don Ata.

 

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