Nacionales

19 mayo, 2014

Una noche en la Carpa Villera

Este sábado Notas estuvo de guardia en la Carpa Villera instalada hace casi un mes frente al Obelisco. Cómo es pasar una noche junto a las personas que realizan huelga de hambre para exigir la urbanización de las villas.

Este sábado Notas estuvo de guardia en la Carpa Villera instalada hace casi un mes frente al Obelisco. Cómo es pasar una noche junto a las personas que realizan huelga de hambre para exigir la urbanización de las villas.

A lo lejos, yendo por la Avenida Corrientes, el Obelisco se asoma en el medio de una noche muy fría. El 24 viene lleno. La ausencia de subtes por las reparaciones de la línea B hace que viajar por la superficie un sábado a la noche sea similar a hacerlo un lunes a la mañana.

Al bajar del colectivo y encarar hacia el Obelisco ya se empieza a ver la Carpa Villera. Parece el toldo de un circo o un campamento medieval. Las banderas de la Corriente Villera Independiente (CVI) -espacio que desde hace más de dos años nuclea a vecinos y vecinas de las villas de la Ciudad de Buenos Aires- rodean la carpa dando la imagen de ser una trinchera.

Junto a ellas, los estandartes de las organizaciones que forman parte y apoyan el reclamo: el Movimiento Popular La Dignidad, Marea Popular, la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), el Frente Popular Darío Santillán – Corriente Nacional, La Garganta Poderosa, entre otras.

Efectivamente, al llegar, es una trinchera. Un espacio de lucha donde miles de vecinos de las villas de la Ciudad de Buenos Aires expresan sus reclamos por mejores condiciones de vida. Ese sábado los enormes carteles de publicidad que se encuentran en Corrientes y 9 de Julio iluminan la carpa. Ahí se ve clarito el cartel que dice “día 27 de huelga de hambre”. Es que hace prácticamente un mes que, de manera rotativa cada cinco días, entre seis y siete personas realizan esta medida de fuerza frente a la absoluta falta de respuesta del Gobierno de la Ciudad.

En la puerta de la carpa un grupo de personas está frente una mesa hablando con gente que pasa. Uno de los muchachos de la Corriente Villera habla con una señora rubia y le cuenta que es lo que se reclama y por qué. Tiene en su mano el petitorio que ya han firmado más de 15 mil personas apoyando la lucha.

Me acerco y le pregunto al pibe que habla con la señora rubia si conoce a Juan (el huelguista que yo fui a ver) y me dice “si, pasá, está atrás”. Al entrar a la carpa se ven varias banderas, de organizaciones y también de países latinoamericanos. Unos chicos juegan al fútbol con una pelota hecha de papel y cinta. Además, un enorme telón blanco con la cara del Padre Mujica y el Che Guevara divide ese enorme ambiente en dos.

Al pasar del otro lado uno se encuentra con los huelguistas en su “habitación”. Siete camas de distinto tipo están ahí desplegadas. Algunos carteles pegados en las paredes transparentes de la carpa dan intimidad y frenan un poco la luz del enorme cartel luminoso de Coca Cola. Al fondo una mesa con incontables sobres de sopa, té, termos, yerba. Todo lo necesario para engañar al estomago mientras no se puede comer nada sólido.

Dos mujeres que están de huelga están ya en la cama y alrededor una ronda tomando mate. Ahí está Juan, con su pañuelo blanco al cuello que lo identifica como huelguista. Me saluda, le pregunto como la está llevando y me dice que está muy bien. Que le dijeron que los primeros dos días son los más difíciles (él va por el segundo) pero afortunadamente no los sufrió.

Nos vamos para la parte de adelante y, aprovechando que hasta las 12 de la noche funciona el grupo electrógeno, pone un poco de música. Suenan Los Redondos. Nos sentamos en la puerta a tomar unos mates, más compañeros y compañeras se nos acercan y nos quedamos hablando. Juan se hace una sopa con sabor a pollo para sentir que come algo de carne. Pone doble sobre para que sea más espesa (todos los huelguistas hacen lo mismo).

Al rato nos paramos en la ventilación del subte, donde sale aire caliente para aguantar el frío del centro porteño. Debatimos sobre los metros que tiene la enorme bandera que flamea en la Plaza de la República y observamos a los cientos de transeúntes que pasan en esta ciudad que no duerme.

Cerca de las doce guardamos la mesa y empezamos a planificar la guardia. Los huelguistas tienen que descansar y el resto tenemos que ocuparnos de cuidar que nadie se quiera meter en la carpa o utilizar los baños químicos que son exclusivamente para las personas que están en la protesta. Además, estar atentos a que los compañeros y compañeras en huelga no tengan ningún inconveniente.

Un compañero médico, del Movimiento Popular La Dignidad, se ocupa de revisarlos a todos antes de que se vayan a dormir. Dos huelguistas no se sienten del todo bien así que el médico les recomienda que descansen e ingieran bebidas con azúcar para levantar la presión arterial.

La guardia la dividimos en tres turnos, como ya es casi la una el primer grupo tendrá que funcionar entre las 1 y las 3 de la mañana, el segundo entre las 3 y las 5, el último de 5 a 7 cuando ya empiecen a llegar compañeros y compañeras que renovarán la guardia.

Más allá de las divisiones en los turnos, la mayoría nos quedamos despiertos. Los partidos de truco (iluminados por las luces de la calle que se filtran) y más mates amenizan la noche. La historia argentina, el Mundial que se viene y anécdotas militantes son los temas de conversación que intercambiamos con Juli, Santi, Manu, Joaco, Luchi y los demás que estamos de guardia.

El frío empieza a pegar más fuerte y vamos gastando los termos que cargamos antes de que se apague el generador. A eso de las tres de la mañana un hombre entra a los gritos a la carpa. Evidentemente no está en todos sus cabales, varios nos sorprendemos, sin embargo solo pide firmar el petitorio. Lo hace y se va.

Cerca de las cuatro de la mañana llegan Damián y Clara. Me vienen a reemplazar. Sin embargo me quedo un rato más hablando con ellos y, si, tomando mate también. A eso de las cinco y media de la mañana me voy. El 100 llega rápido y estoy en Constitución en 10 minutos. De ahí el tren y de vuelta a casa después de vivir una noche en la Carpa Villera.

Ahí se quedan los y las huelguistas que todavía tienen tres días por delante. Además decenas de compañeros y compañeras que todos los días pasan, realizan actividades, charlan con la gente y le cuentan sobre esta lucha que ya tiene casi un mes. La dignidad de un pueblo se encuentra bajo ese toldo que representa las ganas de cambiar las cosas, de no conformarse, de construir un mundo donde todos y todas podamos tener una vida digna.

 

Santiago Mayor – @SantiMayor

 

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