Cultura

23 abril, 2014

Causas y azares

En la primera adaptación de una novela de Paul Auster al teatro, el azar cruza los destinos de Nelson y de Jack, dos hombres muy diferentes unidos por un borde, por la sensación de estar en el momento en que todo está por terminar, o por empezar, un instante que justifica jugarse todo, literalmente, a una carta. La música del azar.

En la primera adaptación de una novela de Paul Auster al teatro, el azar cruza los destinos de Nelson y de Jack, dos hombres muy diferentes unidos por un borde, por la sensación de estar en el momento en que todo está por terminar, o por empezar, un instante que justifica jugarse todo, literalmente, a una carta. La música del azar.

 

Esta puesta de La música del azar es la primera traslación de una novela de Paul Auster al teatro, no sólo en Argentina sino a nivel mundial. Gabriela Izcovich, la directora, con una larga y fructífera experiencia en adaptaciones novelescas (Kureishi, Marai, Tabucchi o los argentinos Sacheri y Jeanmaire), consiguió el contacto directo con el autor y la autorización para llevar adelante esta original apuesta escénica a través de Siri Hustvedt. En 2006 Izcovich estrenó una adaptación teatral de la novela de Hustvedt La venda (por la que recibió el premio Teatro del Mundo 2006, otorgado por la Universidad de Buenos Aires) y, gracias a la amistad desarrollada entre ambas en este proceso, fue la misma Hustvedt (pareja de Auster) quien, ante la intención de Izcovich de adaptar alguna obra del escritor neoyorkino, le sugirió intentarlo con La música del azar.

La elección no parece casual, porque se trata de uno de los textos más cinematográficos de Auster, una road movie con un giro kafkiano, un juego de causas y azares del que participan muy pocos personajes y, a lo sumo, cuatro o cinco escenarios. De hecho, existe una película basada en la novela (The music of chance, de 1993, con Mandy Patinkin y James Spader como protagonistas y un brevísimo cameo del propio Auster) que contó con la bendición del autor.

La puesta actual es una reposición de la estrenada originalmente en el Samsung Studio en 2013, aunque con algunos cambios de elenco. La adaptación teatral y la dirección de Izcovich son impecables. No sólo por la fidelidad al texto sino por las decisiones que le permitieron abordar todos los nudos conflictivos centrales de la novela en una puesta de algo más de una hora sin perder ninguno de los componentes esenciales. También se nota una particular maestría en el aprovechamiento original y atrevido de los espacios del Teatro La Carbonera que, aún con una escenografía minimalista, nos permiten situarnos en medio de una película hecha y derecha a cuyos climas contribuyen eficientemente música e iluminación.

Fue sin querer queriendo

La historia, como todas las de Auster, parte de algunas premisas sencillas y luego, por azar, se va complicando. Un hombre en sus cuarentas largos, Nelson Barrientos (interpretado con sutileza por Alfredo Martín), que acaba de recibir una herencia inesperada de un padre ausente, decide abandonarlo todo -su trabajo como bombero, una hija que queda en stand by en lo de su hermana, su casa, su ciudad- y salir al camino para intentar huir del dolor del abandono de su mujer y de una vida vacía. La herencia paterna es suficiente como para permitirle comprarse un Saab cero kilómetro y encarar la ruta sin fin, manejando y escuchando música clásica durante meses a lo largo y ancho de los Estados Unidos, durmiendo en moteles o en el propio vehículo para estirar el dinero y seguir postergando el momento de decidir (decidir cualquier cosa, algo).

En una de esas rutas se encuentra con Jack Pozzi, Jackpot (encarnado con suficiente energía y cancherez por Gerardo Maleh), un joven jugador de cartas que se prepara para la partida de su vida. Sin embargo, detrás de todo su optimismo y vitalidad también se adivinan grietas hacia unos dolores propios vinculados a (ya entendimos, Paul) otro padre abandónico. El problema es que Jack acaba de perder el capital con el que pensaba financiar el juego crucial contra dos millonarios excéntricos y despreocupados a los que no les importaría perder cien o doscientos mil dólares. Entonces, sin refexionarlo demasiado, Nelson decide invertir sus últimos ahorros en financiar la partida de cartas de Jackpot, esperando renovar un capital que le permita seguir con sus vacaciones permanentes en la ruta.

Así la extraña pareja constituida por el azar acaba en la mansión de estos dos millonarios ridículos y superficiales (diestramente interpretados por Agustín Pruzzo y Carlos Ponte) que no saben bien en qué gastar los millones que obtuvieron gracias a la lotería, otro azar. Nelson observa mientras Jack lleva el juego adelante. Ambos apuestan el resto de sus vidas a una carta, dejando las decisiones que no se atreven a tomar en manos de la suerte, asumiendo con más o menos resignación los premios o castigos derivados de la justa de picas y diamantes porque saben o sospechan (a menos Nelson parece sospecharlo) que casi todos hemos venido haciendo méritos para ambos destinos.

¿Nelson quiere ganar o quiere perder? ¿Verdaderamente desea seguir manejando sin rumbo para siempre o prefiere que algo o alguien decida por él y lo obligue echar raíces una vez más, lo ate nuevamente a algo, lo vincule a otro ser humano, lo obligue a construir una estructura sobre las ruinas de su propia vida pasada y pisada?

Por una adaptación más adaptada

Tal vez el único aspecto cuestionable de la obra no tenga que ver con las decisiones teatrales de Izcovich sino con la elección del texto en sí. Más allá de que la traducción de los diálogos de Auster al argentino no llega a hacer ruido, un aspecto más que meritorio (aunque no queda clara la decisión de castellanizar algunos nombres y otros no), la cuestión que se nos plantea es: ¿cuán verosímiles son esas situaciones en estas tierras dejadas de la mano de Dios? ¿Realmente una traslación tan literal de un texto de Auster tiene algo para decirnos a los habitantes de este hemisferio?

Es cierto que muchos de los temas habituales de Auster nos resuenan con fuerza (por algo sus novelas no paran de editarse y reeditarse en Buenos Aires), en tanto y en cuanto aborda conflictos de tipos agobiados por la vida en la megalópolis, con irresueltos familiares (sobre todo filiales) y bastante psicoanálisis encima, que mayormente no saben qué hacer de sus vidas. Pero ¿realmente un porteño encararía la resolución de su crisis de los 40 del modo en que lo hace Nelson, saliendo a la ruta interminable con su cero kilómetro para seguir postergando ad infinitum el momento de tomar algunas decisiones vitales? ¿Podríamos encontrarnos en un cruce de caminos de provincia con el estereotipo del fullero maltrecho, joven y optimista que es Jackpot? ¿Unos freaks que se ganan el Loto invertirían los millones resultantes en excentricidades dignas del Ciudadano Kane en una mansión de Nordelta?

A lo mejor la adaptación hubiera ganado no sólo traduciendo los nombres, el habla y la jerga de los personajes sino buscando arquetipos latinoamericanos que puedan encarar la resolución de su crisis existencial de un modo no tan estereotipadamente yanqui. La angustia del tipo de ciudad probablemente sea la misma aquí y en New York, pero intuimos que la forma de lidiar con ella puede adoptar formas muy diferentes. Y que en la explotación de esas diferencias la adaptación hubiera ganado.

Sin embargo, insistimos, la puesta es más que interesante y todas las actuaciones son impecables. Y todos tenemos tanto cine estadounidense encima que rápidamente nos enganchamos con esta roadmovie con giro inesperado y casi surrealista y empezamos a apostar nosotros también si Jack está tratando de estafarlo o si ambos son víctimas de un engaño, si Nelson va a ganar o está construyendo otro fracaso, si los deseos paternos encarnados en el vuelo azaroso de un as de diamantes le van a permitir una postergación más (siempre la anteúltima) o si su vida cambiará definitivamente de rumbo alrededor de aquella mesa de póquer.

Pedro Perucca – @PedroP71

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Paul Auster
Adaptación: Gabriela Izcovich
Actúan: Gerardo Maleh, Alfredo Martín, Carlos Ponte, Agustín Pruzzo, Alejandro Vizzotti
Diseño de luces: Ricardo Sica
Música original: Lucas Fridman
Asistente de dirección, productor ejecutivo y fotos: Marco Riccobene
Dirección general: Gabriela Izcovich
LA CARBONERA
Balcarce 998 – Capital Federal
Teléfonos: 4362-2651
Entrada: $ 90,00
Viernes 21:00 hs y Sábados 19:00 hs

 

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