Cultura

13 abril, 2014

El poeta de los silenciados (I)

Primera parte del artículo sobre el enormísimo novelista y poeta peruano Manuel Scorza, autor de la imprescindible pentalogía «La guerra silenciosa», que retrata la lucha de los campesinos peruanos contra los latifundistas y las corporaciones mineras multinacionales.

Primera parte del artículo sobre el enormísimo novelista y poeta peruano Manuel Scorza, autor de la imprescindible pentalogía «La guerra silenciosa», que retrata la lucha de los campesinos peruanos contra los latifundistas y las corporaciones mineras multinacionales.

 

Manuel EscorzaTorres nace en Lima en 1928 pero a los pocos años su familia se traslada a la sierra peruana, al departamento de Huancavelica, donde el futuro poeta de los oprimidos peruanos va a conocer íntimamente la vida de los pueblos de los Andes.

Luego de esa estadía breve pero fundamental en la sierra, en 1939 retorna a la capital y gracias al esfuerzo de su familia logra cursar estudios en el Colegio Militar Leoncio Prado (el mismo que le sirve de escenario a Vargas Llosa para su “La ciudad y los perros”).

Este joven de origen humilde va a llegar a ser parte de la “República de las letras”, según uno de sus biógrafos, Hugo Neira, “por la vía de su enorme curiosidad intelectual y su voluntad de saber. Pero es un intelectual de verdadero origen popular y proletario. En suma, es Scorza un raro caso de miembro de la intelligentzia surgido de las capas más bajas de una sociedad terriblemente dividida en compartimentos estancos como la peruana. Por una vez, un intelectual, realmente, viene del pueblo”.

Ya desde muy joven, Manuel Escorza (quien luego firmará sus obras quitándose la E del apellido) comienza a comprometerse con diversas causas políticas y sociales. Su indigenismo y antiimperialismo juvenil encuentran en el APRA un espacio acogedor y rápidamente pasa a formar parte de los llamados Poetas del Pueblo, escritores oficiales del partido. En algún momento Scorza recordará sus expectativas al respecto: “Yo entré al APRA porque tenía una visión mitológica de ese partido, una visión que no correspondía a la realidad. Yo creía que el APRA iba a hacer una revolución”. Más allá de que el APRA no era lo que prometía, lo cierto es que gracias a esta inicial participación política nuestro poeta conocerá la cárcel y sufrirá su primer exilio tras el golpe militar del general Odría, con veinte años recién cumplidos.

En México (y luego en Chile, Argentina y Brasil) el poeta exiliado, obligado a ganarse la vida con los más variados oficios, conocerá mejor la vida de los oprimidos y explotados de América latina. En el marco de esta “herida extremadamente grave y dolorosa” del exilio van a madurar los versos de sus primeros trabajos poéticos importantes: aquél famoso “Canto a los mineros de Bolivia” que le inspirara la revolución altiplánica de 1952 (“Hay que vivir ausente de uno mismo, / hay que envejecer en plena infancia, / hay que llorar de rodillas delante de un cadáver / para comprender qué noche / poblaba el corazón de los mineros”) y los indignados versos de su poemario “Imprecaciones”, publicado en 1955.

Ese mismo año será el de su ruptura con el APRA. Luego de las tristemente célebres declaraciones en las que Haya de la Torre proclama su acercamiento al imperialismo norteamericano Scorza publica una durísima carta pública de renuncia al partido: “Good bye mister Haya”. Así, un Scorza desilusionado de la política se embarca en una gran aventura editorial: “Creo que lo que me impulsó a lanzar las ediciones populares fue mi convencimiento de que existía una terrible calumnia contra el pueblo, contra su capacidad y sensibilidad frente al arte y la literatura”. Con esta convicción en 1956 va a lanzar los famosos “Populibros Peruanos” mediante los que se propone dar a conocer a una selección de autores clásicos peruanos (entre ellos ensayos de Mariátegui y poesías de Vallejo), buscando prescindir de los intermediarios mediante la venta en kioscos a precios realmente populares. La iniciativa será un éxito de enormes proporciones, a tal punto que luego será replicada en Colombia, Venezuela y Cuba (donde contará con la colaboración de Alejo Carpentier).

La traición del APRA había permitido que en 1956 volviera a la presidencia Manuel Prado y Ugarteche y se abriera el período llamado de «convivencia». Pero ya a fines de su mandato la paciencia de los campesinos, hartos de esperar que las promesas de reforma agraria se hicieran realidad, da señales claras de haberse agotado. Los movimientos de lucha y organización campesina crecen en los valles de Lares y de La Convención, liderados por Hugo Blanco, y en los Andes centrales también avanzan los procesos de resistencia contra los atropellos del pulpo norteamericano Cerro de Pasco Corporation. Los más de cien sindicatos campesinos impulsan acciones de recuperación de tierras que el nuevo gobierno militar pretende contrarrestar mediante sus sangrientas Operaciones Desalojo.

Las incesantes masacres de campesinos, impulsadas por los latifundistas, ejecutadas por el Ejército y silenciadas por los medios, encuentran una voz amiga en Manuel Scorza. Luego de la ruptura con el APRA, Scorza se acerca al Movimiento Comunal del Perú y llega a ser Secretario de Política de la organización. Desde Lima el poeta tomará partido por la lucha indígena y denunciará los abusos del gobierno y la Cerro de Pasco en los matutinos limeños: “La verdad es que los comuneros no son los invasores sino al revés: son los invadidos, son las víctimas de la voracidad de los grandes propietarios de tierra. (…) Ha llegado el momento de preguntarse si los millones de indígenas, que constituyen nuestras comunidades, tienen algún derecho o si para ellos existe solamente el hambre, la miseria y la violencia.”

(continúa en la próxima nota)

Pedro Perucca – @PedroP71

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas