Cultura

5 abril, 2014

Made in China

El inglés China Mieville posiblemente sea el escritor de ciencia ficción y fantasía más importante de la actualidad y el que tiene más proyección a futuro. Además es antropólogo, licenciado en derecho internacional y militante trotskysta. In your face, Tolkien!

El inglés China Mieville posiblemente sea el escritor de ciencia ficción y fantasía más importante de la actualidad y el que tiene más proyección a futuro. Además es antropólogo, licenciado en derecho internacional y militante trotskysta. In your face, Tolkien!

 

Cuando nació, el 6 de septiembre de 1972, sus padres quisieron regalarle un nombre que transmitiera vibraciones positivas y lo bautizaron China, no tanto por el gigante oriental como porque en cockney (una especie de slang barriobajero londinense) la palabra significa “amigo”.

Pues bien, el amigo China Mieville probablemente sea, ni más ni menos, el escritor de ciencia ficción más importante, influyente y con más proyección de la actualidad, amén de ser el referente principal del movimiento literario de principios de los años 90 llamado New Weird (nuevo raro o extraño) en un intento de englobar producciones inclasificables de hibridación de CF, fantasía y terror, donde también se suele ubicar a monstruos de la talla de Michael Moorcock o del inquietante M. John Harrison (de quien oportunamente también hablaremos en esta sección). Como toda etiqueta, esta también responde más al antojo clasificatorio de algún crítico que a un movimiento homogéneo temática y estilísticamente. En ese sentido Harrison se preguntaba hace unos años: “El New Weird. ¿Quién lo escribe? ¿Qué es? ¿Existe de verdad? ¿Es siquiera nuevo? ¿Es, como sugieren algunos, no solo un eslogan mejor que “La Nueva Ola” sino algo incalculablemente más divertido de escribir? ¿No sería mejor referirnos a él como Surtido Variado?” Dentro del surtido también hay grandes diferencias de edad porque en realidad China es mucho más joven y suele considerar a Harrison y Moorcock (así como a Dish, Ballard o Le Guin) como sus maestros. Otras influencias claramente identificables en su obra tienen que ver con Lovecraft, con la literatura pulp de ciencia ficción y fantasía que devoró en su infancia y adolescencia y hasta con los comics de superhéroes y los juegos de rol tipo Dungeons & Dragons.

Además de este explícitamente reivindicado eclecticismo y de la voluntad de demoler las fronteras de género, el movimiento se caracteriza por ubicar a sus personajes en entornos urbanos oscuros y barrocos, por sus tramas inteligentes y complejas y por una fuerte connotación política. En este último aspecto China Mieville, quien tiene desde hace años una decidida militancia trotskysta en la International Socialist Organization y antes en el británico Socialist Workers Party (en 2001 llegó a ser candidato a la Cámara de los Comunes por la Alianza Socialista), también es uno de sus más claros exponentes, aunque siempre se ha cuidado de forzar continuidades lineales entre su compromiso político y su producción literaria: “No estoy interesado en la fantasía o la ciencia ficción como planos utópicos, esa es una idea desastrosa. Hay una suerte de lazo en términos de alteridad… Si uno piensa en los surrealistas, el extrañamiento que intentaban crear era un acto político. Hay alguna sopa compartida en algún lugar de mi cabeza donde cuchareo ambas cosas”. En el sector “político” de la sopa cerebral de Mieville se podrían ubicar también sus intereses académicos por la antropología y su licenciatura en Derecho Internacional de la que nació su famoso ensayo Between Equal Rights, en el que revisa la teoría legal del marxista ruso Evgeny Pashukanis.

Sin embargo, lo cierto es que la mayoría de sus novelas pueden ser leídas en clave política, particularmente las tres ubicadas en el universo Bas Lag, un mundo en el conviven los albores de la revolución industrial con la magia o taumaturgia, donde una decadente megalópolis principal, la ciudad-estado de Nueva Crobuzón, es controlada dictatorialmente por la cúpula del Partido del Sol Grueso mediante brutales milicias y un sistema político claramente sesgado para favorecer a los humanos en detrimento de razas tales como las khepri (mujeres con cabeza de escarabajo), los garuda (hombres pájaro), los vodyanoy (hombres anfibios), los cactae (hombres cactus) o los rehechos (personas que han sido transformadas en engendros biomecánicos como castigo y que claramente son el sector más oprimido y explotado de la sociedad). Estas tres novelas son La Estación de la Calle Perdido (2000), La Cicatriz (2002) y El consejo de hierro (2004). Particularmente en esta última la desbordante fantasía de Mieville imagina cómo podría ser la revolución en este barroco universo steampunk.

Otras de sus obras traducidas al castellano son Rey rata (su primer novela, de 1998), El azogue (de 2002, un relato corto de explícitas resonancias borgeanas, editado en Argentina por Interzona) y La ciudad y la ciudad (2009). En ésta, un policial negro prototípico aunque con elementos fantásticos, un investigador tiene que resolver un caso en dos ciudades que comparten el mismo espacio físico, aunque sus respectivos habitantes tienen prohibido interactuar y hasta verse (para evitarlo desde niños todos son condicionados para aprender a “desver” al otro, lo que se ha tomado como una alegoría de la cotidianeidad en las ciudades modernas o, más puntualmente, de la vida en una ciudad como Jerusalén donde judíos y musulmanes a veces parecieran habitar en universos incomunicados). La ciudad y la ciudad ganó todos los premios que se pueden ganar, desde el Hugo (el tercero para Mieville) hasta el premio de la Asociación británica de ciencia ficción. Otras de sus obras, aún no traducidas al español, son Kraken (2010), Embassytown (2011) y Railsea (2012). Además de ser un escritor genial, de fantasía desbocada y estilo atrapante, el amigo es prolífico.

Hace algunos años publicó una lista de las 50 obras de fantasía que todo socialista debería leer, donde incluía nombres que van desde los ya mencionados Harrison, Moorcock, Le Guin o Disch hasta Max Ernst, Phillip Dick, Tony Morrison, Julio Cortázar, Jack London, Yevgeny Zamyatin, Oscar Wilde, Mary Shelley o William Morris. Por supuesto, Tolkien no figura en la lista, ya que China no ha dudado en hacer público su repudio al autor de El Señor de los Anillos por su “pomposidad wagneriana, su estrechez de mente y su amor reaccionario por los estatus-quo jerárquicos”. Como se desprende de su ecléctica lista de recomendados, las fronteras de género no le importan demasiado. Es que la buena literatura no se fija demasiado en esas tonterías. En ese sentido, no hace mucho la maestra Úrsula Le Guin decía que cuando Mieville gane el Booker Prize (uno de los premios literarios más importantes del mundo) la “estúpida jerarquía” literaria de divisiones rígidas y jerárquicas entre géneros mayores y menores colapsará “y la literatura será mucho mejor por ello”.

Así, entre sus últimos trabajos para DC Comics, guionando la historieta Dial H (un delirante reboot de Dial H for Hero), y su trabajo sobre una próxima novela de la que no quiere hablar por cábala, China Mieville sigue encontrando espacios para la militancia y el compromiso político. Recordando su experiencia como candidato, decía en una entrevista reciente que: “En aquél momento era muy importante para nosotros presentar una agenda alternativa. Hoy encuentro la coyuntura política tóxica, vil y realmente indignante. Pero no creo que haya una contradicción entre ser optimista en política y pensar que vivimos en realmente un mal momento. Todo lo contrario”.

Les juro que si el amigo China viviera en nuestro país quien suscribe hasta estaría dispuesto a considerar la posibilidad de votar al FIT.

Pedro Perucca – @PedroP71

 

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