Educación y Ciencia

28 marzo, 2014

La escuela en la calle

Por Mariel Martínez. El recuerdo de la Carpa Blanca, la lucha y organización de los docentes, el paro, la justicia y el mundo del revés.

María, docente de zona oeste, me cuenta que uno de los recuerdos más añejos en que se ve marchando un 24 de marzo, está asociado a la Carpa Blanca. Dice que todavía guarda la sensación de asombro ante la escena: muchos docentes, una carpa inmensa, meta ayuno hacía mucho y con perspectivas de más. Era demasiado para la joven adolescencia de los que habían –los que habíamos- empezado nuestros primeros ensayos militantes en los 90, la década que machacaba y machacaba con salvaciones individuales a conflictos colectivos. Yendo a la marcha había pasado por la Carpa y dice que, si la memoria no le falla, recuerda a varios maestros, de caldo y guardapolvo, caminando al lado suyo.

Siguió pasando por la Carpa; se tomaba el tren en Haedo y después desde Once caminaba ansiosa hasta Congreso. Ahora que puede mirar para atrás cree que esa Carpa, los mil y pico días de ayuno, los que íbamos simplemente a estar –sin saber muy bien cómo dar una mano-, significaron para ella y para muchos de los que en esa época eran(mos) “los alumnos” la certeza de que era posible resistir a las oscuridades más inmensas cuando se laburaba en conjunto, cuando se estaba convencido de que la lucha por la justicia valía la pena por lo propio pero también por lo del otro y por los pibes y por el futuro, que se venía a cada instante.

Por supuesto que no establezco semejanzas ni linealidades, sobre todo porque me faltan elementos para comparar. Sólo asocio sensaciones. Porque a María, como a muchos otros docentes, la desborda nuevamente la del asombro. En aquel momento había sido despertado por la lucha y la organización docente. Ahora que los años también le dieron lucha y organización, las resistencias que la asombran son las otras; las que se resisten a pensar, un poco más hondo aunque sea, el problema: que el reclamo sí pero la medida bueno, que si los pibes no están en la escuela es por culpa de, y qué quieren si las infinitas vacaciones y además a ganar el presentismo muchachos. No deberían dejar de asombrarnos tampoco a nosotros los mecanismos que utiliza el “sentido común” (que es el menos común de los sentidos) para no detenerse a pensar, unos instantes más no sea, que con el salario docente y las condiciones integrales de la escolaridad de hoy ni se come ni se educa.

Yo también me acuerdo de la Carpa porque fue en abril del 97. Justito diez años después, en abril del 2007, lo matan a Fuentealba. La historia la conocemos todos: la protesta, el corte de ruta, la muerte por la espalda. Ayer una compañera de trabajo me contaba que en el colegio privado donde trabajaba, fue la única vez que pararon todos. Todos. Se enteraron, se juntaron, y era mucho. Habían fusilado a un maestro, en plena democracia, por pedir mejores condiciones para él, para su familia, para los pibes. Yo me imagino esa reunión de docentes, en el medio de la jornada escolar, diciéndose que bueno esto es demasiado, es de no creer, no puede ser. Me imagino la bronca y el asombro, las discusiones de qué hacer. Qué hacer todos juntos, no de a uno solo.

Pasaron siete años de lo de Fuentealba, diecisiete de la carpa blanca. Y los docentes de vuelta teniendo que ir pariendo justicias. Que los pibes tienen que estar en la escuela es tan obvio que hasta es inútil decirlo. Pero lo que no parece obvio para muchos es que los docentes también quieren estar en la escuela. Con los pibes, enseñando y aprendiendo. Acá en el oeste, por ejemplo, además de María están Dani, Juan, el uruguayo, Marcelo, Yésica. Los conozco a todos, por compañeros, no por docentes. Me consta que se la pasan dando clases a todos nosotros, y a los padres, y a los colegas. Esta forma de andar es su manera de parar. Y es lógico que así lo hagan, porque ahora parece que está todo dado vuelta: la justicia los quiere obligar a obedecer la injusticia, los defensores del pueblo los atacan, y la ministra de Educación pone cara de veracidad y declara lo más campante que hay maestros que ganan más de cuarenta mil pesos.

Todo está asombrosamente al revés, menos los docentes. Los que dicen que vacían las escuelas, no se dieron cuenta de que están llenando de escuela la calle.

 

Mariel Martínez

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