Cultura

24 marzo, 2014

Las dos Campanellas

Hace algunos días, el director argentino Juan José Campanella reinstaló el debate sobre la piratería con una serie de polémicos tweets donde acusa a los impulsores del sitio de streaming Popcorn Time de «chorros» y criticó al diario La Nación por darle publicidad a la iniciativa. Metegol en contra.

Hace algunos días, el director argentino Juan José Campanella reinstaló el debate sobre la piratería con una serie de polémicos tweets donde acusa a los impulsores del sitio de streaming Popcorn Time de «chorros» y criticó al diario La Nación por darle publicidad a la iniciativa. Metegol en contra.

 

Marzo trajo el debate alrededor de la piratería a la mesa de los amantes del cine una vez más. Nunca dejó de estarlo, esto es claro. Con las cada vez más numerosas formas de tener los títulos más nuevos en el hogar de manera cada vez más inmediata, y la industria haciendo lo imposible para detener esta ola, es difícil mantenerse afuera de la discusión. Sin embargo, la novedad fueron las palabras del multipremiado director de cine argentino Juan José Campanella: a través de su cuenta de Twitter y a raíz del nacimiento de la web Popcorn Time, se pronunció efusivamente en contra de toda forma alternativa de difusión de títulos.

El Secreto de sus tweets

A principios de este mes hizo su aparición Popcorn Time, un sitio de streaming de películas similar al sistema pago Netflix, pero totalmente gratuito. Con una programación open source (es decir, programación abierta, cualquier usuario con un mínimo conocimiento puede copiar el código de la página y modificarla) y un protocolo de BitTorrents (sistema para compartir archivos), cualquier usuario, previa bajada de un software de 40 mb, podía ver en la comodidad de su hogar y de forma totalmente gratuita cualquier película de su creciente catálogo. Incluidos estrenos.

A los pocos días el sitio dio que hablar. Numerosos medios nacionales e internacionales (desde La Nación hasta el Washington Post y el Huffington Post) levantaban la noticia de una página que podría poner a la cada vez más vapuleada industria del en jaque. La novedad de un sitio estéticamente atractivo, ágil y similar a Netflix levantaba polvareda, y por sobre todo llamaba la atención que haya sido pensado por un grupo de jóvenes “geeks” (según ellos se llaman) porteños. En pocos días tenían miles de descargas y al llegar la semana de su salida tocaron las 800.000. Poco tiempo pasó antes de que se levantaran voces en contra.

Metegol en contra

«Te felicito Sebastián, creador de Popcorn Time. Sos un chorro argentino más en nuestro larga lista» fueron las lapidarias palabras del director Juan José Campanella (Metegol, El secreto de sus ojos) a través de su cuenta de Twitter. Luego de que el diario La Nación en su edición del 12 de marzo pasado comentara sobre la existencia de la aplicación, Campanella no dudó en hacerse oir acerca de lo que, para él, representa el sitio. “Quiero agradecer a @lanacioncom por publicitar un sitio de películas piratas que tanto bien le hace a nuestra cultura. GRACIAS LA NACION” continuaba su cadena de mensajes. Lejos de intentar dar un debate, el director contestaba las respuestas que sus seguidores le mandaban, algunas a favor y muchas otras en contra, con la sola argumentación de que lo que hacía Popcorn Time era delinquir. La realidad es que los propios creadores de la página, luego de dar de baja el sitio y subir un mensaje dando las razones de la decisión, explicaban que lo que hacían se atenía completamente a las leyes de difusión de contenidos audiovisuales vigentes. Veamos por qué.

Vamos al cine

Popcorn Time, como Cuevana, no subía contenido a su sitio. Simplemente redireccionaba a otras páginas desde donde el usuario, previa y necesaria advertencia, descargaba el archivo de BitTorrent. Es decir, Popcorn Time en ningún momento indexaba la película que nosotros queríamos ver, sino que compartía lo que ya estaba compartido. Para Campanella, según sus dichos, esto era totalmente indiferente. Según él, Popcorn Time robaba. Aún así en las numerosas respuestas que seguidores y no seguidores le mandaban al director se podían ver diversas aristas del debate alrededor de la distribución y difusión de títulos. Es una realidad que el servicio Netflix nació como respuesta a la piratería. Tras casí 15 años del nacimiento de circuitos clandestinos de copias de DVD’s, y muchos más antes con el VHS, era necesario darle curso a una manera legal de ver películas sin necesidad de adquirir el formato físico original. Lamentablemente Netflix posee un catálogo que tiende a estar desactualizado, y su forma de pago es sólo a través de tarjetas de crédito internacionales (N. del A.: inexplicable el hecho de por qué está dolarizada la tarifa solamente en Argentina). Es decir, va a contramano de la democratización de la industria.

En Argentina el problema se complejiza aún más. Sea Netflix o Popcorn Time, aún ésta siendo craneada en el país, el catálogo de títulos vernáculos es flaquísimo. Netflix actualmente posee 27 películas producidas en el país, y la mayor parte del contenido norteamericano está restringido en Latinoamérica. La versión actual de Popcorn Time, rebautizada Time for Popcorn, ninguna. La industria de cine nacional no sólo tiene que lidiar con las poquísimas salas que se le dan a cada estreno que sale a la calle, sino con la pésima distribución que tienen luego al editarse en DVD.

Para Campanella, remitiéndonos a sus furibundos mensajes de twitter, esto no es problema. La responsabilidad es del espectador, quien tiene que sujetarse a los tiempos de las distribuidoras para que saquen los títulos a la calle. Su solución ante esto, según dichos en el programa Perros de la Calle por Radio Metro en noviembre pasado y en sus últimos tweets al respecto, es la creación de un sitio pago simil Netflix, pero latinoamericano. El problema no sería meramente artístico, en cuanto a una cuestión de calidad de audio o video, notablemente deteriorado en el caso de las copias ilegales, sino económico. Esto no sería nada reprochable si se ignorara la cruenta realidad de la industria del cine para con sus realizadores: lo que se paga con la entrada de cine no es el sueldo de los obreros de las películas, es a la propia sala. Lo mismo ocurre al comprar un DVD: el salario ya está pago, la mayor parte de las ganancias va para las distribuidoras y sólo un mínimo porcentaje al director y los productores. Este argumento, nunca rebatido por el creador de Metegol en ninguno de sus tweets, echa por tierra la creación de otro sitio pago como única respuesta ante la aparición de páginas como Popcorn Time.

I’ll be back

Pocos días después del Campanellagate y con un sentido texto explicando el cierre del sitio, los desarrolladores originales de Popcorn Time decidieron dar un paso al costado: “Nuestro experimento nos puso a las puertas de los interminables debates de piratería y copyright, amenazas legales y la maquinaria oscura que nos hace sentir amenazados por hacer lo que amamos. Y esa no es una batalla en la que queramos estar”. Tres días después el servidor YINI, reconocido por brindar un servicio similar al del pochoclito pero con un sistema mucho menos ágil, reabrió las puertas de la página rebautizándola Time For Popcorn, apropiándose de su predictivo diseño, de nuevo similar a Netflix, y manteniendo el open-source, permitiendo la modificación del sitio para quien esté dispuesto a hacerlo.

Es un signo de época. El hecho de que unos pocos desarrolladores argentinos hayan programado una página que comparte algo que ya está compartido y de una forma abierta y apropiable es todo un síntoma de que la distribución de contenidos audiovisuales ya escapa a la realidad de empresas distribuidoras y directores con conocimientos arcaicos del tema. Los propios creadores admitieron que apenas lanzaron el sitio 50 colaboradores de todo el mundo se sumaron al proyecto. Popcorn Time jamás terminó de pertenecer a sus creadores. Volvió y fue millones.

Los espectadores, lejos de perder como vaticinan los dinosaurios de la industria al amenazar que las grandes productoras quebrarán y que las producciones independientes son las que más pierden, ganan. En un país donde Her se estrenó tres semanas después de los premios de la Academia para la que estaba nominada, o donde películas de directores en ascenso como Ariel Winograd están descatalogadas hace años, la existencia de sitios como Popcorn Time dinamizan el séptimo arte. Es hora de que los representantes más notables de la industria se hagan responsables del momento histórico que están viviendo y clamen por una honesta democratización del arte que les da de comer.

Ivan Soler – @vansoler

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