Economía

24 marzo, 2014

La política económica de la última dictadura (Parte I)

Con la dictadura cívico-militar establecida el 24 de marzo de 1976 se inicia en la Argentina un nuevo modelo de acumulación, denominado de valorización financiera. En Notas repasamos las principales transformaciones económicas producidas por Martínez de Hoz y su equipo económico. Aquí la primera parte.

Con la dictadura cívico-militar establecida el 24 de marzo de 1976 se inicia en la Argentina un nuevo modelo de acumulación, denominado de valorización financiera. En Notas repasamos las principales transformaciones económicas producidas por Martínez de Hoz y su equipo económico. Aquí la primera parte.

 

El inicio de la última dictadura cívico-militar la madrugada del 24 de marzo de 1976, significó no solo el despliegue del proyecto político-represivo del poder militar, la desarticulación de proyectos revolucionarios, el ejercicio del terrorismo de Estado y la sistemática desaparición de personas, sino también una profunda transformación en términos económico-sociales de la Argentina. Se inauguraba con inusitada fuerza el neoliberalismo en nuestro país.

El proyecto económico de la dictadura, cuyos lineamientos se encontraban en el “Programa de recuperación, saneamiento y expansión de la economía argentina”, presentando por el titular del Palacio de Hacienda, José Alfredo Martínez de Hoz, el 2 de abril de 1976, contenía los rasgos típicos de los programas de ajuste y estabilización que la Argentina había conocido en periodos anteriores de su historia.

Los elementos centrales del nuevo plan económico incluían una profunda devaluación del peso, cercana al 80%, eliminación del control de precios, congelamiento del salario, y reducción de las retenciones a los productos de origen agropecuario a la mitad. Todo esto significó una profunda transferencia de ingresos desde los asalariados hacia el nuevo sector dominante dentro del bloque de poder, la oligarquía diversificada, lo cual se vio reflejado en una reducción de 13 puntos porcentuales en la participación de los asalariados en el Producto Bruto Interno (PBI) para 1976, que pasó del 43% en 1975 al 30%, para ubicarse en 25% para 1977.

Junto a este fenómeno aparecerá el aumento de la desocupación y la expulsión de mano de obra de la actividad industrial, registrándose por ejemplo 27 trimestres ininterrumpidos de caída en la ocupación obrera, desde el segundo trimestre de 1976 al cuarto de 1982.

Esta verdadera revancha clasista fue conducida por la oligarquía diversificada, fracción dominante del bloque de poder que se constituyó en hegemónico a partir de 1976. La oligarquía diversificada junto al capital financiero internacional, van a constituir los principales sectores del nuevo andamiaje de poder, dejando relegados a los sectores industriales tanto transnacionalizados como de la burguesía nacional.

Es necesario en este punto aclarar que por burguesía diversificada nos referimos a la oligarquía local, surgida como producto de capitales extranjeros instalados en el país durante el siglo XIX mediante la radicación de familias propietarias, cuyos intereses económicos no solo se concentraron en la producción agropecuaria, sino también en la industria, u otras actividades económicas como las financieras. Dentro de este sector podemos encontrar los grupos Bunge & Born, Braun Menéndez, Ingenio Ledesma, Alpargatas-Grupo Roberts, Compañía General de Combustibles-Brown Boveri.

Reforma financiera y nuevo ciclo de acumulación

El programa económico de ajuste lanzado por Martínez de Hoz el 2 de abril de 1976, no terminará de cumplir con los parámetros de estabilización que se esperaban desde la conducción económica. Por otra parte desde los sectores dominantes se atribuirá la alta inflación al poco control de la expansión monetaria que realizaba el gobierno, aunque lo que se evidenciaba era la disputa ahora en el ámbito del capital por la distribución del ingreso entre las distintas fracciones del bloque dominante, incluidas dentro del mismo la declinante burguesía nacional y los sectores empresariales transnacionalizados.

Es entonces que surgirá la reforma financiera llevada a cabo durante los primeros meses de 1977, como medio necesario para lanzar el nuevo ciclo de acumulación, de valorización financiera, provocando un cambio estructural que beneficiara a las fracciones dominantes del bloque hegemónico, y diera por tierra con el modelo de sustitución de importaciones, que con matices y diferencias se había sostenido durante las últimas décadas.

La reforma financiera contemplaba dos medidas centrales: el nuevo régimen para las entidades financieras (Ley 21.526) y la descentralización de los depósitos (Ley 21.495). También se establecería que el Estado nacional no se debía financiar con fondos del tesoro, sino que debía buscar financiamiento en el mercado de capitales
Los cambios centrales que traía aparejada la reforma financiera incluían: liberalización para la fijación de la tasa de interés (instrumento anteriormente controlado por el Banco Central), una tasa de efectivo mínima para todos los depósitos del 45%, y la garantía de cobertura total por parte del Banco Central de los depósitos realizados. Por otro lado surgía una nueva regulación que permitiría la expansión de las entidades financieras.

Estas medidas concentraban el núcleo del proyecto económico que se quería instalar: desplazamiento de la relevancia que hasta entonces tenía el sector industrial, y vinculación directa de la Argentina con el mercado de capitales internacional. Se buscaba construir un sector financiero fuerte y pujante, que permitiera financiamiento a largo plazo, y evitara tanto actividades de tipo especulativas, como una política de “subsidios al sector industrial”, vía créditos con tasas negativas, como se caracterizaba desde la conducción económica al periodo anterior. De ahora en adelante el mercado sería el encargado de sancionar y establecer mediante sus propias reglas ganadores y perdedores.

Es preciso resaltar que el marco internacional bajo el cual se desarrollará esta nueva política económica tenia estrecha vinculación con la internacionalización financiera, y el aumento de los flujos financieros registrados a partir de 1960 a nivel mundial, donde este tipo de activos en especial a partir de la década del 70’, se expandirán a un ritmo mucho mayor que los activos fijos.

El resultado de estas profundas reformas será entre otras cosas el aumento de la tasa de interés, producto de la competencia librada para ofrecer el mejor rédito a los depositantes, lo que llevará a que dicha tasa se sitúe por encima de los niveles internacionales, desatando la formación de un mercado de de capitales cortoplacista y volátil, donde los grupos económicos tomaban créditos en el exterior, cuya liquidez era abundante, para depositar el dinero en la Argentina con una tasa mucho más elevada, y realizar de esta manera una renta financiera. Este excedente apropiado a partir del diferencial positivo entre las tasas de interés a nivel nacional e internacional era luego fugado del país.

De esta forma el endeudamiento externo dejó de estar en función de la inversión o la formación de capital, para ser estar destinada a obtener una renta financiera, donde el propio Estado jugó también un rol fundamental tanto al financiarse en el mercado local, como facilitando las divisas para la fuga de capitales, y finalmente estatizando la deuda externa privada, para de esta manera habilitar un relanzamiento del ciclo de endeudamiento.

Por Leandro Navarro – @navarro_lean

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