Deportes

28 febrero, 2014

Antes rojo que rico

Por Germán Pinazo. Así tituló una importante revista deportiva el rechazo del boxeador cubano Teófilo Stevenson a una millonaria oferta […]

Por Germán Pinazo. Así tituló una importante revista deportiva el rechazo del boxeador cubano Teófilo Stevenson a una millonaria oferta para pelear con el gran Muhammad Ali.

No son pocos los que sostienen aún hoy que el boxeo, por su naturaleza violenta, no merece ser calificado como deporte. Sin entrar en este importante y complejo debate, quizás recordar al gran pugilista cubano Teófilo Stevenson ayude a mostrar otras caras del guapo arte de administrar trompadas.

Teófilo Stevenson nació el 29 de marzo de 1952 en la ciudad de Puerto Padre, ubicada en la región nororiental de la isla. Como muchos, sus padres habían arribado en las primeras décadas del siglo XX a la región, motivados por el auge de la actividad azucarera, que por ese entonces motorizaba una profunda transformación económica y demográfica. Su padre trabajaba en el puerto y su madre era ama de casa, de manera que la pobreza no le fue ajena a la familia Stevenson, por lo que la Revolución Cubana de 1959 dejaría una profunda marca en Teófilo, que lo acompañaría por el resto de su vida.

El boxeo lo capturó de muy jóven. A los 11 años comenzó a ponerse los guantes en la escuela, y a los 14 debutó oficialmente en el ring, aunque con muy escaso éxito. De sus primeros 20 combates salió derrotado en 14. Aunque más adelante dijo: “En realidad yo nunca perdí, porque de las derrotas se sacan experiencias y cuando se sacan experiencias, se gana”.

Por esos años, los vínculos de Cuba con la Unión Soviética comenzaron a extenderse al deporte y con la asesoría de entrenadores alemanes orientales y soviéticos se formó la Escuela Superior de Perfeccionamiento Atlético, que fue precursora de una nueva política deportiva. Por su parte, y tras un sorprendente knockout a Nancio Carrillo, quien por entonces dominaba la categoría de pesados en la isla, Teófilo, de apenas 18 años, fue seleccionado por el técnico ruso Andrei Chervonenko para perfeccionar su entrenamiento. Así, en poco tiempo y tras algunas otras derrotas que sirvieron de enseñanza, el púgil caribeño comenzó una serie de victorias que lo ubicaron en lo más alto del deporte mundial.

En 1972, en Münich, inició una carrera olímpica que sería récord. Stevenson ganó el oro en esos juegos, en los de 1976 en Montreal y los de 1980 en Moscú. Y no disputó, adhiriéndose al boicot soviético, los de Los Ángeles de 1984, pese a estar en magnífica forma, lo que corroboró con el campeonato del mundo amateur en 1986.

Su estilo, aunque estético y pulido, era sumamente agresivo. Su derecha, que partía a la altura de su propio mentón y viajaba como un rayo, era demoledora. El alemán Peter Hussing, oponente suyo en Münich, dijo sobre él: “Uno no tiene tiempo de ver su derecha. Y cuando la ve es porque la tiene ya sobre el mentón”. Así, ganó nueve de sus doce presentaciones olímpicas por knockout, y más de doscientas por la vía rápida en toda su carrera. También fue coronado tres veces campeón del mundo amateur. “Es el peleador más perfectamente balanceado que yo haya visto jamás”, opinó sobre él el reconocido entrenador estadounidense Emmanuel Steward. En 1988, tras retirarse, una encuesta de la revista Box Illustrated lo nombró como el boxeador olímpico más grande de todos los tiempos.

Pero la figura de Stevenson no es recordada sólo por su talento dentro del ring. A mediados de los ´70 comenzó a circular la idea de que el más grande boxeador amateur del mundo se enfrente a la ya consagrada leyenda del profesionalismo, Muhammad Ali. La pelea de 1974 entre Ali y George Foreman celebrada en Zaire había sido un éxito en todos los sentidos, especialmente para el nuevo gran promotor Don King. Se hablaba de la segunda gran pelea del siglo, y según cuenta la leyenda se le habría ofrecido a Teófilo la impactante suma de cinco millones de dólares.

Pero en Cuba el boxeo era exclusivamente un deporte amateur desde mediados de los ´60 y Teófilo simplemente respondió: “No me voy a ir de mi país ni por un millón de dólares ni por mucho más. ¿Cuánto vale un millón de dólares contra el amor de ocho millones de cubanos?”. La pelea nunca ocurrió porque Stevenson se mantuvo leal al espíritu amateur del deporte en la isla. La prestigiosa revista Sports illustrated tituló en marzo de 1974, “antes rojo que rico”, haciendo referencia al episodio.

Stevenson fue un luchador. Un peleador que ganó, perdió, se esforzó y se sobrepuso. Pero, por sobre todas las cosas, fue un hombre que se comprometió con algo más que su ombligo. Un tipo de carne y hueso que además gustaba del ron y que en 1999 fue detenido en el aeropuerto de Miami por agredir de un cabezazo a un empleado que se le acercó a increparlo por su vínculo con el modelo cubano. Un hombre que murió en su casa de siempre en junio del año pasado, y a todos los que aman el deporte en general y el boxeo en particular los hace pensar en cuestiones como la belleza, el talento, el esfuerzo y el compromiso.

Tras su fallecimiento, Muhammad Alí declaró: “Me entristeció profundamente esta mañana la noticia de la muerte de uno de los grandes campeones del boxeo, Teófilo Stevenson. Aunque nunca peleó profesionalmente, haber ganado tres medallas de oro en tres Juegos Olímpicos diferentes, garantiza que él habría sido un enemigo formidable para cualquier otro campeón de peso pesado reinante o cualquier retador en su mejor momento. Siempre recordaré el encuentro con el gran Teófilo en su Cuba natal. Él fue uno de los grandes de este mundo y a la vez fue un hombre cálido y abrazable”.

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