25 septiembre, 2016

Con un carro y sin dinero: la vida de Víctor Carabajal

El referente cartonero de la ciudad de La Plata llegó al país en la década del ’90 desde su Perú natal. Vino en busca de trabajo pero el neoliberalismo lo empujó a convertirse en carrero. Desde allí, hace 20 años que organiza a sus compañeros y trabaja por su reconocimiento como trabajadores.

“Víctor, vos sos un buen tipo, tenés familia, lo que te recomiendo es que agarres un carrito y vayas a laburar», le dijo un vecino a Víctor Carbajal. «Me regaló un eje, armé el carrito y desde ese entonces trabajo en el carro”, cuenta el referente cartonero de la ciudad de La Plata, a 20 años de aquel diálogo y a poco de ser saludado por el Día del Carrero, el 21 de septiembre.

Víctor Carabajal demuestra que a pesar de que la vida del cartonero es de las más sufridas, hay experiencias que invitan a seguir la lucha por una vida digna.

En la bajada de la autopista La Plata-Buenos Aires hay una decena de chapas pintadas con la insignia “Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores”. Detrás de eso hay un basural en el que todos los días está Víctor, que mete mano, separa y recicla. Con preocupación pregunta: “¿Algún día se va a terminar esto? No se puede trabajar así, en estas condiciones, y que encima nos compren el kilo de cartón a $1”.

Los niños juegan a la bolita en la placita del barrio La Unión, sin prestar mucha atención a ese paisaje habitual en el que se convirtió la autopista. Algunos son nietos del carrero, que tiene ocho hijos, y vive con ellos desde que comenzó su vida en Argentina, entre el año 1994 y 1996, no lo recuerda bien. Vino de Perú cuando tenía treinta y pico de años, porque “se comentaba que en Argentina había trabajo”, recuerda y advierte: “Era muy difícil salir de Perú, porque sólo salía el hijo de un arquitecto, de un doctor, que se venían a estudiar”.

Antes estuvo dos años preso por drogas. “Consumí paco durante 15 años, hasta que en la cárcel conocí a unos hermanos que me hablaron de Dios, dejé de consumir, y salí de la cárcel con otra mentalidad”, explica detalladamente. Al salir se puso a trabajar como lustrador de zapatos y continuó su relación con los hermanos evangelistas.

La oportunidad de salir de su país la encontró cuando unas jóvenes conocidas tenían que viajar a Argentina y necesitaban hospedarse. Él les dio el contacto de los hermanos que trabajaban en una iglesia y ellas se ofrecieron a pagarle el pasaje. Pero al llegar a estas tierras se llevó una gran decepción, porque lo que menos había en la Argentina del 1 a 1 era trabajo. Durante seis meses trabajó en una panificadora que quedaba a pocas cuadras de su casa hasta que lo despidieron, aunque el tiempo le alcanzó para pedirles a sus patrones un préstamo para traer a su familia a vivir con él.

“Mi familia llegó en la peor etapa porque me habían echado del laburo, entonces agarré el carro y arranqué con mi mujer y mis hijos”, cuenta Víctor. Conseguir DNI era un trámite burocrático y fastidioso, casi imposible para una familia inmigrante que su primera y única prioridad era subsistir en un suelo que no conocían.

Recuerda que su vecino, Hugo Acosta, lo encontró en una esquina de su barrio, desahuciado, y le dijo que lo único que le quedaba era agarrar el carro, y le regaló un eje para que empiece a construirse uno. Fue gracias a la ayuda de Adrián Córdoba, otro vecino de hace 20 años, que armaron la caja y empezó a trabajar a tiempo completo en la recolección de residuos. “Yo compré una casita en el barrio y él ya estaba acá. No sabía armar la caja, así que entre los dos hicimos uno”, recuerda Adrián, petiso retacón, mientras se prende un Next.

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Víctor Carbajal junto a Sergio Sánchez, titular de la Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores

Víctor Carabajal es uno de los vecinos más antiguos en el barrio, y eso le valió la referencia en La Unión y hacia los funcionarios políticos de turno. En el año 2006, cuando Cristina Fernández lanzó su campaña a la presidencia, fue a inaugurar un plan de viviendas para los vecinos del barrio y Víctor fue quien recibió ‘la llave’ de modo simbólico. Desde ese momento, que entendió que al Estado hay que exigirle mejores condiciones de vida para la gente, empezó a interiorizarse sobre el problema de los carreros.

En el año 2010 fundó la Asociación de Carreros de Tolosa, con la que llevaban adelante actividades, un comedor, festejos del día del niño, jornadas de limpieza para destapar las zanjas. “Íbamos a la municipalidad, pedíamos tarjetas, mercadería, pero nada más que eso, y nos las daban para que nos quedemos en el molde”, explica. Pero como en todo proceso organizativo y de lucha por más derechos, hay altibajos y derrotas.

“No podíamos organizar al carrero. A pesar de la asignación, la casa, siempre nos faltó ser reconocidos como trabajadores, tener condiciones dignas de trabajo. Es como una mesa con tres patas”, agrega Víctor. Confiesa que en ese momento no tenía fuerzas para seguir, sentía que su experiencia había terminado, que no se podía organizar a los carreros de la ciudad.

Lo caracteriza la tranquilidad, la reflexión interna y la observación. Sabe la rutina de sus vecinos carreros, la cantidad de horas que trabajan y lo que sufren cada vez que levantan un carrito a mano. Y se indigna, aunque haya quienes piensen que al estar inmerso en una realidad vulnerable el poder de la indignación se pierde. “Víctor es un ejemplo de perseverancia, esfuerzo y esperanza”, retrata su compañera de militancia e integrante del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), Antonela Salvato.

El Movimiento de Trabajadores Excluidos

“Lo conocimos entre medio de los cartones y los bolsones porque obviamente está todo el tiempo trabajando, es muy inquieto. Cruzamos dos o tres palabras y él empezó a expresar todo lo que creía en relación a la lucha de los cartoneros, que coincidía con la línea que veníamos manejando”, explica Salvato

Víctor también es un agradecido de la vida, y reconoce el trabajo que sus compañeros se han dado para con él: “Los jóvenes te encaminan, te ordenan, te dan un horizonte. Siempre es bueno que alguien esté al lado tuyo, porque muchos años estuve sólo, y no conseguís nada”.

A diferencia de sus primeras experiencias como referente carrero en su barrio, Víctor reconoce que cuando llegó el MTE entendió que no había que pelear por tarjetas o mercadería, sino por inclusión social, cooperativas y derechos para los carreros.

“Ahora estoy en una experiencia grande, era lo que me faltaba, retomar la lucha del carrero. Soy otra clase de persona y estoy más vivo que nunca”, se alegra Víctor. Y como cualquier persona que lucha por una sociedad más justa, se entristece cuando se hace difícil arrancarle derechos al Estado, pero su perseverancia lo mantiene firme en su puesto de batalla.

Marcos Lede Mendoza – @PichuLede1

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