El Mundo

20 diciembre, 2021

Ballotage en Chile: elementos para analizar un triunfo histórico

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales chilenas arrojó un claro triunfo del candidato progresista Gabriel Boric, marcando un fuerte contraste con los resultados de la primera ronda electoral.

Ale Kur

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El presidente electo Gabriel Boric, de 35 años y militante del frente “Apruebo Dignidad”, ganó notoriedad pública como dirigente de las grandes manifestaciones estudiantiles de 2006 -conocidas como la “revolución de los pingüinos”. Esas mismas protestas iniciaron el largo ciclo de movilizaciones que alcanzaron su apogeo en octubre de 2019, en rechazo al modelo económico neoliberal y al régimen político represivo heredado de la dictadura de Pinochet.

El programa político de Boric y su frente hace eco de muchas de las demandas que estuvieron presentes en las calles chilenas en los últimos dos años, como el fin del sistema de administración privada de pensiones (AFP) y la universalización de las pensiones, una reforma del sistema de salud que elimine la desigual cobertura entre ricos y pobres y una reforma tributaria progresiva que permita financiar esos programas.

Más de conjunto, la campaña (y el primer discurso posterior al triunfo) de Boric incluyó cuestiones como el derecho al aborto y los derechos de las mujeres y diversidades, la defensa del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático y el reconocimiento de los pueblos originarios. Otro de los puntos (posiblemente el más profundo de todos) es el apoyo al proceso constituyente surgido de la rebelión de 2019, que tiene la potencialidad de refundar el régimen político chileno eliminando las herencias institucionales del pinochetismo.

Por otra parte, el candidato derrotado José Kast representaba a la ultraderecha chilena, reivindicando a la dictadura de Pinochet y al régimen neoliberal, ubicándose en el campo de la reacción frente a los movimientos feministas, los inmigrantes y el pueblo mapuche. La derrota de Kast significa por lo tanto un claro triunfo popular, democrático y progresista contra los sectores reaccionarios chilenos.

Remontando un resultado adverso

En la primera ronda electoral Kast había sido el candidato más votado. No solo eso, sino que la suma de los candidatos conservadores y neoliberales Kast, Sichel y Parisi (3.758.948 votos) superaba por una considerable diferencia a los candidatos desde el centro hacia la izquierda (que sumaban 3.267.660 votos). ¿Cómo se explica, entonces, la importante remontada de Boric?

Por un lado, en la segunda vuelta Kast obtuvo una cantidad de votos levemente inferior a la suma de toda la derecha en la primera ronda, lo que indica que no sumó nuevos apoyos por fuera de su arco político-ideológico. Pero en cambio Boric obtuvo no solo la cantidad de votos de todos los candidatos del centro hacia la izquierda, sino también 1.340.702 votos más. Esta diferencia se explica casi en su totalidad por un fuerte aumento en la participación electoral: mientras en la primera vuelta ésta fue de 7.114.800 personas, en la segunda vuelta fue de 8.338.086.

Podemos decir entonces que lo que dio vuelta las elecciones fue la participación de un muy amplio sector político que no había formado parte de la primera vuelta: dicho sector fue masivamente a votar por Boric. Es posible que esto se explique en gran parte por un fuerte repudio a las posiciones de ultraderecha de Kast, las mismas que amplios sectores rechazaron en las protestas iniciadas en octubre de 2019. Las mismas posturas represivas también venían siendo históricamente rechazadas desde que el régimen de Pinochet fue derrotado en las urnas en el plebiscito nacional de 1988.

Perspectivas

De cara a la próxima etapa, el triunfo de Boric implica, en palabras de Marco Teruggi, “la derrota de la reacción conservadora y autoritaria, un desenlace presidencial en continuidad con la crisis detonada a partir del 2019”. Es decir, la imposibilidad de cerrar el ciclo de movilizaciones populares por la vía de una salida represiva y del intento de instalar desde el Estado un nuevo consenso conservador.

¿Significa esto que el nuevo gobierno va a representar institucionalmente a la rebelión popular de octubre de 2019? esa afirmación posiblemente iría demasiado lejos, considerando que Boric impulsó siempre una orientación de “salida negociada” con los viejos poderes y de concesiones al centro político en un sentido de “moderación”. Pero aún así, el gobierno de Boric se plantea como un punto de apoyo para el proceso constituyente, que tiene mayor potencialidad de reflejar las aspiraciones expresadas en las calles chilenas.

El triunfo de Boric además actúa sobre la situación política latinoamericana modificando las relaciones de fuerzas continentales. Chile era un bastión histórico del neoliberalismo, el gran “modelo a seguir” presentado por la derecha en toda la región. Con un gobierno progresista, Chile se ubica junto a otros países sudamericanos como Perú, Bolivia, Argentina y Venezuela cuyos gobiernos también implican (en mayor o menor medida según el caso) procesos rupturistas con respecto a la orientación neoliberal impulsada desde EEUU y las clases dominantes regionales. Estos procesos pueden tener también un nuevo capítulo en octubre del 2022 con las elecciones presidenciales brasileñas, donde se pone en juego la presidencia del ultraderechista Bolsonaro y la posibilidad de un nuevo triunfo de Lula y el Partido de los Trabajadores.

Esto no significa, sin embargo, que el gobierno electo chileno esté exento de dificultades: el Congreso Nacional votado en la primera vuelta electoral resultó muy fragmentado y el progresismo quedó en minoría. La derecha sigue conservando también un importante peso electoral y social, además de controlar los poderes fácticos (económico, comunicativo, militar). Pero así y todo el triunfo electoral de Boric es un importante primer paso para que -en palabras del expresidente socialista Salvador Allende- puedan comenzar a “abrirse las grandes alamedas”.

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