Educación y Ciencia

13 diciembre, 2021

¿Prácticas educativas o precarización laboral?

Estudiantes de nivel secundario reflexionan sobre la nueva medida anunciada por el Gobierno de la Ciudad.

Hace algunos días, miles de estudiantes se enteraron que el Ministerio de Educación de la Ciudad impondrá pasantías laborales obligatorias para los quintos años a partir del próximo ciclo lectivo, en el marco de la reforma educativa de la Secundaria del Futuro implementada hace algunos años. 

Todos los estudiantes porteños de quinto año para aprobar su secundario deberán trabajar gratuitamente en espacios dispuestos con dudoso vínculo pedagógico: espacios de distinta índole, empresas amigas, a las que además les ofrecen una quita de impuestos. 

Hoy vemos grupos de xadres desesperades, estudiantes con una cantidad innumerable de preguntas y directives sin noticias en las escuelas, ya que esta medida fue anunciada únicamente por las redes sociales y los medios de comunicación, vía por la cual, tanto la ministra de Educación de la Ciudad Soledad Acuña, como el jefe de gobierno Horacio Rodríguez Larreta, se pasean embanderados como supuestos defensores del diálogo y del trabajo planificado en conjunto. 

De más está decir que desde que arrancó la pandemia los Centros de Estudiantes no paramos de enviar pedidos de reunión para que se abran los canales de diálogo con el Ministerio y poder dar nuestra mirada, que es esencial para construir una pedagogía que acompañe las experiencias de los estudiantes.

Sin embargo, lo que sucede con el Ministerio de Educación de la Ciudad no es un hecho aislado, ya que si pensamos en las políticas relativas al empleo joven ocurre lo mismo: medidas decididas a puertas cerradas, vacías, que poco contribuyen a un futuro mejor para las juventudes. 

Sabemos mejor que nadie que la relación entre la secundaria y el mundo laboral es necesaria. Somos les estudiantes les que al momento de conseguir un laburo no sabemos por dónde empezar y nos frustramos una y otra vez ante los requisitos de les empleadores. Pero también sabemos que adentrarnos en el debate acerca del vínculo educación-mundo laboral requiere de una seriedad máxima y la voluntad política de desarrollar políticas integrales. 

Este vínculo puede ser potente siempre y cuando se desarrolle desde una perspectiva de derechos, no precarizadora y con un claro marco pedagógico. Para esto es fundamental que se generen instancias previas de consulta, de debate con quienes habitamos las instituciones educativas. 

Resulta tan simple como preguntarse: ¿Qué necesitan realmente les pibes? ¿Al servicio de quién pensamos la educación? ¿Qué prioridades estructuran nuestras decisiones?, y acudir a les protagonistas para acercarse a una respuesta es fundamental. Claramente no son preguntas que se haya planteado la ministra Acuña al momento de pensar las medidas aplicadas en nuestras escuelas, ni mucho menos la metodología adoptada. 

Todo esto ocurre en paralelo a  un ataque sistemático del GCBA a la educación pública mediante reformas inconsultas. Sufrimos la pérdida de instancias de aprendizaje, áreas curriculares fundamentales para nuestra formación. Sufrimos también la falta de acompañamiento integral para construir trayectorias más igualitarias. El paso por el secundario es, muchas veces, la última posibilidad de acceso a un espacio de formación. En este sentido, resulta fundamental dejar las políticas vacías y de vaciamiento, y avanzar en decisiones democráticas que ofrezcan nuevas, más y mejores oportunidades a todes.

A una semana de cerrar el ciclo lectivo 2021, nos toca a las comunidades preguntarnos qué pasará en el ciclo lectivo 2022, con la experiencia educativa de miles de pibes en juego. Una vez más estamos siendo rehenes de la intención cada vez más explícita por parte de la gestión porteña de vaciar nuestra querida educación pública, la cual habitamos y elegimos todos los días con mucho orgullo. Es urgente un cambio.

Por Amparo López, Luana Pereyra y Zoe Varela, voceras de los Centros de Estudiantes del IES en Lenguas Vivas JRF, la escuela Julio Cortázar y la Escuela de Teatro Niní Marshall.

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