Batalla de Ideas

10 diciembre, 2021

Una democracia imperfecta

Al cumplirse 38 años de democracia ininterrumpida habrá un acto en Plaza de Mayo con Cristina, Lula y Alberto Fernández como oradores. La crisis de las democracias liberales representativas y el avance autoritario en el mundo, una amenaza a las libertades básicas. La necesidad de democracias posneoliberales.

Nicolás Castelli y Florencia Trentini

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El Gobierno nacional conmemora este viernes el Día de la Democracia y los Derechos Humanos con festejos en la Plaza de Mayo con un acto que contará con la presencia del presidente Alberto Fernández; la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner y los expresidentes Luiz Inácio «Lula» da Silva (Brasil) y José Pepe Mujica (Uruguay).

A su vez se hará entrega de los premios Azucena Villaflor a personalidades destacadas en la defensa de los derechos humanos, que se llevará a cabo durante un acto en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada.

Hace 38 años, el 10 de diciembre de 1983, Raúl Alfonsín pronunció un eslogan que quedaría en la memoria de todos y todas: «Con la democracia se come, se cura y se educa». Casi cuatro décadas después parecen ser más los desencantos que las ilusiones que despiertan aquella frase de los inicios del regreso de la democracia.

No obstante, todos estos años consolidaron un consenso democrático para no volver a las épocas más oscuras del país. Un acuerdo que es necesario profundizar con una mayor democratización en la toma de decisiones, en el control popular de los recursos naturales, de las fuerzas de seguridad, de los poderes del Estado y democratizando la comunicación. En definitiva, avanzando en mayores niveles de participación de la sociedad a través de nuevas formas de democracias asamblearias posneoliberales.

El peligro de las salidas autoritarias por derecha

No es una novedad que la derecha y el capital concentrado tengan una relación instrumental con la democracia. Cuando esta no fue funcional a sus intereses la descartaron por vías autoritarias. Los ejemplos históricos en ese sentido abundan. 

La derecha comenzó a prefigurar el mundo que pretende despertando las peores pasiones que anidan entre nosotros: el racismo, la xenofobia, la homofobia, en definitiva el miedo y el odio.

La judicialización de la política es hoy un arma que socava a este tipo de democracia liberal, representativa e imperfecta, y que no encuentra límites. Cristina y Lula, dos de los principales oradores en el acto de hoy, son claros exponentes de cómo opera el Lawfare para perseguir gobiernos populares que intentan achicar los márgenes de desigualdad.

Otro rasgo de estas derechas es que encuentran en las grandes urbes su laboratorio de ensayo. Vox en Madrid, el bolsonarismo en Río de Janeiro y el macrismo en Buenos Aires, expresan este fenómeno que se expande desde las metrópolis.

En base a los datos de las últimas elecciones legislativas, los votos del macrismo sumados a la ultraderecha autopercibida libertaria de Javier Milei, representan el 60% del electorado de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Con estos votos el negacionismo del terrorismo de Estado de la última dictadura cívico militar llegó al Congreso nacional de la mano de la abogada Victoria Villarruel, defensora de genocidas.

Muchas deudas para resolver con más democracia

Los altos niveles de pobreza e indigencia, la precarización laboral que afecta a la mayor parte de la clase trabajadora, la desigualdad social endémica con ricos cada vez más ricos y pobres cada vez más pobres, la violencia institucional y estructural, la deuda histórica con los pueblos originarios, son algunos de los grandes problemas que las democracias liberales representativas no pudieron resolver en esta parte del mundo. 

Decisiones que afectan la vida de millones se toman entre cuatro paredes y en muchas ocasiones los representantes en los parlamentos no cumplen con el mandato social que los llevó a ocupar una banca. Un escenario que socava los fundamentos de este tipo de democracia hegemónica en las subjetividades de muchos y que hasta el momento el capital leyó y aprovechó para ensayar salidas reaccionarias con el fin de restringir aún más la capacidad de influir y decidir de las grandes mayorías.

Estas situaciones profundizan la crisis de la democracia liberal y representativa y a la vez demandan la necesidad de encontrar una salida con más democracia, con más derechos, con más justicia social y no con más violencia y autoritarismo. Pero también con firmeza y sin concesiones posibilistas en nombre de la correlación de fuerzas ante una derecha cada vez más radicalizada y que corre cada vez más los límites de lo decible y lo posible.

Como sostiene Álvaro García Linera, estamos en momentos de horizontes minimalistas o estancados, donde el neoliberalismo no logra, con su versión autoritaria, superar sus propias contradicciones para extenderse nuevamente y donde los diversos progresismos no han logrado consolidarse hegemónicamente. Son tiempos de crisis y caos. Pero como él mismo señala, la sociedad no puede vivir indefinidamente en la indefinición de horizontes.

Por eso, estos son tiempos de militar para que la salida no sea por más derecha. A dos años de la asunción del Frente de Todos y con una derecha que cada vez avanza con mayores niveles de radicalidad se hace cada vez más evidente que los centros y las tibiezas no pueden ser indefinidos y que la correlación de fuerzas no puede ser excusa para no avanzar en derechos para las mayorías. Justamente porque la correlación de fuerzas se construye y se pelea, no es algo estático que permita explicar los motivos de ciertas concesiones. 

Sin duda es necesario el pesimismo de la inteligencia en un momento como el que atravesamos, pero más necesario es el optimismo de la voluntad para quienes creemos que esta democracia imperfecta que supimos conseguir tiene que dar lugar a un mundo más justo y emancipado de todo tipo de opresión, que será difícil de lograr en el marco de un sistema capitalista, patriarcal y colonial.

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