Géneros

25 noviembre, 2021

El Pueblo Mapuche y la lucha contra la violencia de género

Los días 20 y 21 de noviembre se realizó en la provincia de Neuquén el primer encuentro de mujeres de la zona de Los Lagos, que reunió alrededor de 150 mujeres de más de 10 comunidades indígenas y a más de 15 organizaciones y colectivas feministas. ¿Cuáles son las estrategias para luchar contra la violencia de género desde una perspectiva mapuche?

Florencia Trentini

@flortrentini

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El 1° Zomo Xawvn Lafkence se realizó en la comunidad Kinxikew, ubicada a mitad de camino entre Villa La Angostura y Bariloche. Según un comunicado emitido por la propia comunidad, este encuentro “dio cuenta de la necesidad y urgencia de encontrarnos, de convocar a mujeres e identidades no binarias, mapuche y no mapuche, organizadas y no organizadas que habitan territorio mapuche, para crear y fortalecer una lucha feminista e intercultural, y una agenda común”.

El encuentro contó con distintos talleres y terminó con dos acciones directas: un corte de la Ruta 40 y una marcha en el centro de Villa La Angostura. Durante el cierre del domingo, la enorme alegría por lo vivido durante el fin de semana se mezcló con la terrible noticia del asesinato de Elías Garay en el Lof Quemquemtrew en Cuesta del Ternero. “Nos entristeció, nos enfureció, nos hizo sacar la voz más alto y gritar contra la impunidad de sacarle la vida a nuestra gente, de avasallar con fuerzas paramilitares las luchas ancestrales del Pueblo Mapuche, que seguiremos dando, una y otra vez, y a la vez fortaleciendo, a pesar de tanto terror y dolor, nuestros territorios, cuerpos, familias, comunidades, colectivas, y organizaciones” declararon. 

La lucha contra la violencia de género en la comunidad Kinxikew

El lugar elegido para realizar este 1° Zomo Xawvn Lafkence no fue casual, ya que el territorio de la comunidad Kinxikew está atravesando un proceso de lucha contra la violencia de género y hoy viven un proceso de reconstrucción y reparación interna. “Esto fue un motor para generar un espacio distinto, de encuentro, de alegría y de profunda reflexión y sentir, entre todes, y con todas las fuerzas del territorio mapuche. Compartimos el llanto, el dolor, la incomodidad, la bronca y el desánimo que las violencias generan en los múltiples cuerpos y territorios, pero también la posibilidad de revertir, de atravesar, de resurgir incluso y a pesar de tanto mal, teniendo como horizonte un presente y proyección con y por un Kvme Felen o Buen Vivir” sostuvo la comunidad en un comunicado una vez culminado el encuentro.

Producto de ese proceso, en el mes de septiembre, durante la asamblea comunitaria para la elección de nuevas autoridades, Amancay Quintriqueo fue elegida como la primera logko mujer de la comunidad, luego de que quien ocupaba el cargo fuera desplazado por fuertes acusaciones de abuso sexual y violencia de género. Para la jóven de 32 años, su elección es parte de un proceso de empoderamiento de las mujeres dentro del machismo arraigado en las familias. 

Este proceso se inició hace aproximadamente tres años con reuniones de mujeres en las que comenzaron a hablar de violencias y abusos que siempre habían estado silenciados. Las palabras se volvieron acciones y denuncias que terminaron con la destitución del logko. Asimismo, producto del femicidio de Guadalupe Curual en pleno centro de Villa La Angostura, el 23 de febrero de 2021, algunos varones de la comunidad comenzaron a problematizar su masculinidad, principalmente los más jóvenes, que buscan acompañar a las mujeres en este proceso de cambio. 

Además se creó el “Observatorio en Defensa de los Derechos de las Infancias Mapuche”, un espacio integrado por distintas instituciones con el objetivo de proteger a las infancias, entendiendo la responsabilidad de trabajar para que les niñes no sigan naturalizando la violencia y de esta forma buscar erradicarla mediante la proyección del Kvme Felen (Plan de vida mapuche o Buen vivir). De esta manera, se entiende a les niñes como agentes de cambio, quienes a partir de aprender otras lógicas y formas de relacionarse pueden llegar a poner fin a la violencia de género dentro de la comunidad. 

Por este motivo, la prioridad para la logko Amancay es la proyección del Kvme Felen, entendido como el sistema de vida del Pueblo Mapuche, que también suele traducirse como “buen vivir”, y significa estar en equilibrio con une misme y con todos los demás newen (fuerzas/energías), como parte del waj mapu (el todo). Es vivir en armonía retomando los principios ancestrales de ordenamiento circular e integral en el que el ce (persona) es un newen más del todo, pero con el rol fundamental de ser guardián/a o cuidador/a de todas las vidas y energías que componen el mundo, para lo cual el ce debe mantener una comunicación permanente a través del mapuzugun (idioma de todos los newen). En este orden/equilibrio el varón y la mujer son complementarios mediante el principio de dualidad de género. Este es el orden y la armonía que fueron violentados y debilitados con la llegada del wigka (blanco) y que se debe recuperar para poner fin a la violencia de género.

En relación con la propuesta del Kvme Felen, las mujeres de la comunidad han comenzado a implementar distintas estrategias (denuncias públicas, marchas, talleres sobre violencia de género, asambleas comunitarias, espacios de encuentro y contención, capacitaciones, etc.) mediante las cuales están creando un dispositivo intercultural e interseccional en contra de la violencia de género. Este dispositivo se fortalece y nutre con la cosmovisión del pueblo mapuche, la memoria de sus antepasadas, las movidas feministas como el #NiUnaMenos y con las experiencias de vida particulares y conocimientos de cada una de estas mujeres.

(Re)pensar la violencia de género desde una perspectiva mapuche

La antropóloga Rita Segato identifica tres posiciones dentro del pensamiento feminista latinoamericano: 1) el feminismo eurocéntrico, blanco que afirma que la dominación patriarcal es universal, lo que justifica transmitir los avances de la modernidad a las mujeres indígenas, negras y campesinas de los países colonizados mediante una “misión civilizatoria modernizadora”; 2) el feminismo que plantea la inexistencia del género en el mundo precolonial, a pesar de que según la autora, es difícil encontrar avales histórico-etnográficos de algún momento en el que no existieran ciertas jerarquías entre varones y mujeres; y 3) lo que va a denominar como “patriarcado de baja intensidad”, mostrando que en las sociedades precoloniales, si bien existía un ordenamiento de género diferente al de la cultura occidental, hay evidencia de nomenclaturas de género y de relaciones patriarcales. 

Asimismo, Segato destaca que en el mundo precolonial los géneros ocupaban dos espacios diferentes de la vida social, en una estructura dual donde ambos términos/espacios eran ontológicamente plenos y completos, y si bien existía una relación jerárquica, el espacio público, habitado por los hombres, no englobaba ni representaba al espacio doméstico habitado por las mujeres, que no era privado. Esa estructura dual es reformateada por el binarismo colonial, destruyendo la plenitud ontológica del espacio doméstico, desprovisto de politicidad, reducido a partir de ese momento a cumplir la fusión de alter de lo público, que se convierte en dominio universal. A partir de ese momento pasa a ser íntimo y privado. Es el inicio del patriarcado de alta intensidad para las comunidades.

Atender a estas discusiones sobre la existencia o no del patriarcado antes de la llegada del winka (blanco), y a las transformaciones sufridas en el proceso de colonización primero y de conformación del estado después, permite analizar las estrategias que actualmente las mujeres de la comunidad Kinxikew vienen llevando adelante para luchar contra la violencia de género. Principalmente para problematizar las nociones de dualidad y complementariedad en las que estas mujeres basan su proyección del Kvme Felen. Como sostiene Suyai García Gualda -especialista en los procesos de participación política de las mujeres indígenas-, el Kvme Felen permite re-pensar las relaciones de género, presentando a la complementariedad como parte de la “utopía mapuche” en tanto objetivo colectivo-comunitario que trasciende la inmediatez e impulsa a la transformación, participación y lucha política del Pueblo/Nación Mapuche en su conjunto y de las mujeres en particular.

En el documento “Propuesta para un Kvme Felen Mapuce”, elaborado por la Confederación Mapuche de Neuquén, se explica que: “Vivir bien es priorizar la complementariedad, que postula que todos los seres que viven en el planeta se complementan unos con otros. Los niños y niñas, se complementan con ancianas y ancianos, el hombre con la mujer, la oscuridad con la claridad, lo positivo con lo negativo. Nada en el Waj Mapu existe sin su par. Lo opuesto es complementario, no antagónico”. Frente a esto García Gualda sostiene que el principio de complementariedad ha sido resignificado para poner en tensión las relaciones de género occidentales. 

Por su parte, la kimeltufe (educadora) Cristina Valdez, sostiene que ciertos conceptos históricamente situados como “dualidad”, “complementariedad” y “reciprocidad” permiten caracterizar al género desde una perspectiva mapuche que atienda a la colonialidad de género en relación con la colonialidad del poder. A partir de esto propone la necesidad de considerar la interseccionalidad de las múltiples opresiones y subordinaciones que operan simultáneamente. Desde la perspectiva mapuche el género debe ser pensado en relaciones de otro tipo que habilitan configuraciones identitarias complejas en las que devenir hombre o mujer (entre otras opciones posibles) depende de entramados relacionales que exceden lo que acontece en el mundo hegemónico, moderno, occidental y patriarcal.

De esta manera, mientras el sistema capitalista y patriarcal intenta borrar las relaciones de interdependencia y de cuidado (aunque no puede sostenerse sin ella), mientras la colonialidad sigue poniendo en cuestión la autenticidad de los reclamos indígenas, y mientras el individualismo de este sistema intenta ocultar las relaciones comunitarias, reciprocitarias, solidarias y sororas, las mujeres mapuche están haciendo política en/desde cada cuerpo-territorio, posicionando la(s) vida(s) en el centro, tejiendo redes con otras mujeres, disidencias y colectivas feministas para encontrarse, escucharse, sostenerse y luchar contra la violencia de género.

Como ellas mismas sostienen: “Resistimos porque como pu zomo (mujeres), pu fijke lamgen (diversidades) y como feministas queremos cambiarlo todo!”

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