El Mundo

23 noviembre, 2021

Chile: entre la izquierda y el regreso del fascismo

El pinochetista José Antonio Kast derrotó a Gabriel Boric por escaso margen en la primera vuelta de las elecciones, que oficiaron como plebiscito de la rebelión popular iniciada hace dos años. El 19 de diciembre se enfrentarán en un ballotage.

Gabriel Boric y José Antonio Kast, candidatos presidenciales chilenos

Nicolás Zyssholtz

@likasisol

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Vamos a hacer esto rápido y lo menos doloroso posible: sí, la ultraderecha ganó por escaso margen las elecciones en Chile; y sí, en este momento José Antonio Kast es el favorito para imponerse en la segunda vuelta que tendrá lugar el próximo 19 de diciembre.

El candidato presidencial abiertamente pinochetista obtuvo el 27,91 por ciento de los votos contra el 25,83 de Gabriel Boric, cabeza de la lista del frente de izquierda Apruebo Dignidad. Se trata de una diferencia en torno a los 146 mil votos, sin dudas escasa, pero que se vuelve más preocupante cuando se suman a los votos de Kast los del “liberal” Franco Parisi y el candidato de la derecha tradicional, Sebastián Sichel, que terminaron virtualmente empatados en el tercer puesto. Las opciones de derecha llegan al 53,5 por ciento de las preferencias totales.

En quinto, sexto y séptimo lugar se ubicaron candidatos del centro hacia la izquierda: la demócrata cristiana Yasna Provoste (cabeza de la lista de la ex Concertación, hoy bajo el sello Nuevo Pacto Social), el solitario Marco Enríquez-Ominami, y el estalinista Eduardo Artés.

Las elecciones fueron un verdadero plebiscito en torno a la rebelión popular iniciada en 2019. Pero no fue el primero del año: en mayo habían tenido lugar los comicios para elegir una asamblea constituyente, y aquella resultó con una gran victoria de la izquierda, que se quedó con casi dos terceras partes de los escaños.

Entonces, ¿qué cambió desde ese fin de semana de mayo? ¿Es acaso posible que la población chilena quiera una constitución de izquierda y un gobierno de derecha? Para empezar, es complejo hablar de los deseos de la “población chilena” a partir de los resultados electorales: en las constituyentes, votó apenas el 41,5 por ciento del padrón, y ese número subió apenas al 47 para las presidenciales.

Hecha esa salvedad y volviendo sobre la idea de un plebiscito de la rebelión, el concepto estrella de la campaña fue “orden”. Una palabra que siempre resulta cómoda a los discursos de la ultraderecha y que, ciertamente, encontró a la izquierda en un momento incómodo. Después de dos años, en pleno proceso constituyente y con la movilización popular en situación reflujo, la campaña de Boric hizo un esfuerzo por marcar que no había contradicción entre orden y cambio, que era justamente la consecución de las metas de la lucha iniciada en 2019 la que traería paz; pero, en ese contexto, la “propuesta” de Kast de volver al viejo orden (ya no el de 2018, si no el de 1988), tuvo su atractivo.

Mientras tanto, de ese caldo de cultivo apareció un tercer factor: el improbable Franco Parisi. Un ingeniero afincado en Estados Unidos, con un discurso de corte antipolítico, de derecha y “modernizador”, que hizo campaña por zoom desde Norteamérica porque, en caso de pisar Chile, debería hacerse cargo de una demanda por cuota alimentaria que pesa en su contra. 

A pesar de todo esto, su espacio político, el Partido de la Gente, tiene una importante militancia (45 mil personas, el segundo partido más grande del país después del Comunista) y una gran llegada especialmente en la zona minera del centro-norte, donde se concentra un voto mayormente masculino, que se siente interpelado por su plataforma antifeminista, y reacio a la política tradicional. Parisi anunció recientemente que hará una votación virtual con los miembros de su partido para decidir a quién apoya en el ballotage.

Entonces, ¿dónde están los votos que necesita Boric para gobernar? Geográficamente, en los extremos norte, donde el conflicto por la migración venezolana es el centro de la discusión, y en el sur, habitado por la lucha mapuche. Allí se impuso Kast con amplitud y, si la izquierda quiere revertir esa situación, deberá salir a pelear contra el abstencionismo y aumentar el caudal de votantes, algo que no suele ocurrir en las segundas vueltas electorales.

Políticamente, el giro hacia el centro es indeseable aunque seguramente inevitable. Apruebo Dignidad necesita del apoyo explícito de los partidos de la ex Concertación y eso implica negociar de cara al futuro. El Partido Socialista, el más grande de ese espacio, ya hizo pública su postura a favor de Boric, pero la candidata, Yasna Provoste, demócrata-cristiana, todavía no.

Marco Enríquez-Ominami sí se habló públicamente del tema, pero con una exigencia de corrimiento al centro: “Usted debe unirnos, usted tiene el peso, la intransigencia no sirve. A la extrema derecha, en general, no se le gana con extrema izquierda, en general la extrema derecha siempre gana cuando hay extrema izquierda. Yo lo invito, diputado, a demostrar que puede dar gobernabilidad, lo felicito sinceramente, el pueblo lo eligió a usted”, dijo el candidato que quedó en sexto lugar.

Boric, que igualmente nunca integró las filas de la izquierda revolucionaria, tomó ese discurso rápidamente. Culpó a “la dictadura de Maduro” por la crisis migratoria y, en referencia a la Coordinadora Arauco Malleco, una organización política mapuche, afirmó: «Les digo que la violencia no es el camino, y que frente a ella el Estado tiene el deber de restablecer el orden público».

¿Será esto necesario para evitar una nueva victoria fascista en América Latina? ¿Se guiará un eventual gobierno de Boric por esos lineamientos? Las respuestas las tendremos a partir del 19 de diciembre.

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