Política

15 noviembre, 2021

Algunas claves para un primer análisis de las legislativas

La sensación térmica tras los resultados parecen dar cierto respiro al gobierno que zafó del peor escenario. Se configura un panorama que reafirma la polarización, con descontentos que se canalizan por izquierda y derecha, y con la incertidumbre como regla en tiempos de empates hegemónicos.

Crédito: Bárbara Leiva

Martín Ogando

@MartinOgando

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En una primera aproximación, los resultados de estas elecciones legislativas dejan ver que el mapa nacional no se modificó sustancialmente ni hubo giros inesperados en los distritos electorales más numerosos. 

Juntos por el Cambio aparece como la primera minoría a nivel nacional, consolidándose como canal de expresión del voto antiperonista / antikirchnerista, pero sin capitalizar mayoritariamente las pérdidas del Frente de Todos (FDT). El peso de la alianza opositora aparece muy consolidado en distritos del centro del país, con mucha densidad económica y sociodemográfica como Córdoba (54%), Santa Fe (40%) y Mendoza (49%).

Se evitó el peor escenario

La derrota del FDT no está en discusión, pero a la vez generó cierto alivio para que no se concretaran los pronósticos más sombríos. Incluso hay algunos datos positivos: la moderada recuperación en la Provincia de Buenos Aires (solo 1,3 puntos por debajo), la reversión de los resultados en Chaco y Tierra del Fuego, y el hecho de sostenerse el gobierno como la primera minoría en la Cámara de Diputados, con una banca menos que en la actualidad. 

Pero, sin dudas, la peor noticia es la pérdida del quórum propio en el Senado, dado que no se pudo revertir la elección en La Pampa, una provincia clave en los cálculos y donde el peronismo no perdía desde 1983.

El exitismo de Juntos por el Cambio, que habló antes de tiempo de “transición”, de “final del kirchnerismo” y de quedarse con la presidencia de la Cámara de Diputados, sumado a la extrema preocupación que tenía el FDT en la previa, terminó configurando una “sensación térmica” de relativo empate que no se condice con lo números fríos. Aunque efectivamente en término de bancas ganadas hay bastante paridad. Una lectura tranquilizadora y que resulta de cierta utilidad para el gobierno nacional.

En el caso de Buenos Aires, la movilización política en los distritos del Conurbano, más un leve aumento del movimiento económico parecieran estar en la base de una modesta recuperación. Paradójicamente, en el marco de una elección muy difícil, se estaría recuperando el control del Senado bonaerense, uno de los objetivos de máxima de Axel Kicillof. 

Por otro lado, se dieron vuelta los resultados en los partidos de San Martín y Quilmes, dos distritos importantes y con repercusiones en las internas del FDT (Gabriel Katopodis y Mayra Mendoza). En ambos casos se ganó por mínimo margen. 

Una polarización que sigue intacta

La elección vuelve a mostrar un escenario político muy polarizado, con dos grandes coaliciones y la emergencia de alternativas que por izquierda y derecha tienden a capitalizar el descontento con el Gobierno y con el sistema político en su conjunto. 

El FIT se ubica como tercera fuerza nacional, con su mejor resultado histórico y un bloque de 4 diputados. Si bien la experiencia reciente indica que estas irrupciones son episódicas y de base exclusivamente electoral (Salta, Neuquén, Mendoza, como ya ocurrió en comicios anteriores), no deja de ser una buena noticia como expresión de que el descontento no se canaliza únicamente por derecha. 

El ingreso de un coya, recolector de residuos y gremialista como Alejandro Vilca, nada menos que por la provincia de Jujuy, no deja de ser un hecho simbólicamente muy disruptivo para las reglas de nuestro sistema político. 

Mientras tanto, las expresiones liberales de extrema derecha lograron instalarse como la novedad y concentrar el foco mediático, producto de que su epicentro está en la Ciudad de Buenos Aires (17%) y en territorio bonaerense (7,5%). Y además van a tener representación parlamentaria por primera vez. 

También hay que señalar que la participación electoral (71%) fue la más baja para elecciones generales (no PASO) desde 1983, lo que puede estar indicando que el descontento con “la política” se expresó también en una alta abstención. El crecimiento respecto de las PASO fue de 5 puntos porcentuales, con desigualdades entre los distritos (en Provincia de Buenos Aires el aumento fue de 4,5 puntos y en CABA de apenas 2,8).

Escenario poselectoral con relativa tranquilidad para el Gobierno 

Por lo pronto parece despejarse el escenario de crisis abierta y la agudización de las tensiones internas  que salieron a la luz en el FDT luego de las primarias.

Pareciera que para el gobierno queda oxígeno y alguna chance de revertir esta situación de cara al 2023. Este punto explica el moderado optimismo que reinaba el domingo en el búnker oficialista. 

No obstante, el problema principal radica en los caminos a tomar para revertir la relación de fuerzas adversas que se configuró con estos resultados. Los números de la elección no pueden decir demasiado al respecto. En este sentido, la última palabra la tienen la conducción del FDT y sus propios equilibrios internos.

Por lo pronto, pocos minutos después de conocidos los resultados, el presidente insistió con el llamado al diálogo y la convocatoria a la oposición. Instaló en el centro el tema de la deuda y la “herencia recibida” y habló de un proyecto de ley con un plan económico plurianual (que incluirá lo acordado con el FMI) para el mes de diciembre. 

Hay que ver cómo se desarrollan los acontecimientos, pero no hay muchos elementos para pensar que un gobierno que se ha mostrado muy moderado en su iniciativa política vaya a asumir un rumbo más confrontativo luego de una derrota electoral. 

Un mundo incierto y el fenómeno de la ultraderecha

El escenario sigue muy abierto y la polarización política continúa acompañada por elementos de relativo empate, en el sentido de que no hay ninguna coalición que haya demostrado la capacidad de concretar a mediano plazo las transformaciones regresivas que el gran capital demanda o las progresivas que las mayorías populares necesitan.

Como ya dijo Álvaro García Linera, no son tiempos de hegemonías estables, ni nacionales populares ni neoliberales. 

En el marco de la crisis, una opción factible es que, con el FMI mediante, se busque que el FDT realice el trabajo sucio. Otra, es que Juntos por el Cambio venga por la revancha en 2023, con la dificultad que implica avanzar en ajustes estructurales teniendo al peronismo y los sindicatos en la oposición. 

Por último, la perspectiva de un golpe de mercado para forzar una salida anticipada del gobierno, con efectos disciplinadores como los de 1989, no puede ser descartada. Aunque parece un escenario que se aleja tras los resultados de ayer. 

Por ahora, con mucha fuerza sólo en algunos distritos, el fenómeno «libertario» no debe ser magnificado y tampoco minimizado. Tiene que ser estudiado en su dinámica local, pero también en su relación con una tendencia global que reviste mucho peligro: la capacidad de las extremas derechas de capitalizar los descontentos y las descomposiciones sociales que el propio neoliberalismo ha gestado. 

Si estamos electoralmente frente al techo de esta fuerza o veremos un desarrollo mayor en los próximos años, está por verse. De mínima, estará tensionada entre sostener su discurso contra la casta o ser devorada por la grieta, integrando una gran coalición antiperonista en 2023. 

Sepultar las aspiraciones de esta derecha aparece como una tarea prioritaria para las fuerzas populares y progresistas. Al respecto, las experiencias recientes en otras latitudes enseñan mucho sobre el qué no hacer. 

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