12 noviembre, 2021
Votar al Frente de Todos para ganar tiempo y amortiguar el golpe
Cada vez más conservador y con un futuro económico oscuro para los próximos meses, el oficialismo sigue siendo -al menos por ahora- la única posibilidad de demorar una ofensiva brutal de la derecha.


Santiago Mayor
El domingo 14 de noviembre se va a confirmar el triunfo de Juntos a nivel nacional. La coalición de derecha envalentonada por sus satélites -Milei y Espert- que funcionan de vanguardia ideológica que corre los límites de lo decible, ha endurecido su discurso y hace rato dejó de camuflar sus ideas. Halcones y supuestas palomas hablan de eliminar la indemnización por despido, endeudarse más para pagar la deuda que ellos generaron, eliminar beneficios sociales y aumentar la mano dura (todavía más).
Si bien el resultado de las legislativas de medio término nunca fue del todo determinante para las presidenciales, si han sido una variable que marcó el tono de los dos años siguientes. En 2013 el triunfo de Sergio Massa en la provincia de Buenos Aires planteó el tono conservador de los comicios de 2015; en 2017 habilitó el fin del gradualismo del macrismo y marcó la necesidad de unidad del peronismo (“con Cristina sola no alcanza, sin Cristina no se puede”).
Se podrá decir, con razón, que en 2009 no fue así. Es cierto: el kirchnerismo, acorralado por el ‘Grupo A’ en el Congreso y con los analistas decretando su muerte política, optó por la confrontación y una salida por izquierda. Una táctica que resultó eficaz en términos de corto y mediano plazo, ya que además de arrasar en las elecciones de 2011, fue en esos años que una gran cantidad de jóvenes se sumaron a militar en sus filas.
No obstante, en el contexto histórico actual, con la composición del Frente de Todos y por las declaraciones de sus dirigentes, parece difícil que el período 2022-2023 se encamine en ese sentido. Más bien todo lo contrario, luego de las primarias y a pesar de la carta de Cristina Kirchner que intentó mover el avispero, continuó el perfil económico fiscalista, la voluntad de acordar con el FMI para pagar una deuda fraudulenta y el gabinete fue reforzado con funcionarios de un perfil más conservador. Lejos del “plan platita” que fabularon medios de comunicación y dirigentes opositores, apenas si se han anunciado algunas tibias medidas para frenar el deterioro económico de la población.
Y en el plano político la situación no es mucho mejor: en los últimos días se reactivó el discurso de la mano dura a partir del asesinato de un kiosquero en La Matanza; se agitó nuevamente el fantasma de la insurgencia mapuche en la Patagonia reforzando la discriminación contra los pueblos originarios; fue detenido el miltante Facundo Molares a pedido del Estado genocida colombiano (151 líderes sociales asesinados en 2021); fueron condenados César Arakaki y Daniel Ruiz, militantes que se opusieron a la reforma previsional de Macri en 2017; desde Cancillería se puso en cuestión el resultado electoral en Nicaragua en sintonía con la línea del Departamento de Estado de EE.UU.; y Milagro Sala sigue presa.
¿Y entonces?
No hay nada más funcional a la derecha que ser de derecha. Y de eso el Frente de Todos tiene mucho. Pero también ha impulsado algunas medidas y nuclea organizaciones y referencias que han cumplido un rol clave en estos dos años de gobierno a la hora de construir un modelo distinto al que propone la derecha (dentro y fuera del gobierno).
No está de más destacar las veces que sea necesario el rol determinante que ha tenido la re-jerarquización del Ministerio de Salud -degradado por el macrismo- y la tarea titánica que llevó adelante a la hora de afrontar la pandemia. El plan de vacunación argentino ha sido un éxito rotundo, como indican las estadísticas de casos, pero también la ineficacia que han tenido los ataques conservadores.
También, y a pesar de los cuestionamientos desde todos los frentes, el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, en tanto conquista del movimiento feminista, ha tenido un dinamismo que pocas carteras del Gabinete han equiparado. Construido de cero, ha desarrollado en estos años el Plan Nacional contra las Violencias del cual se desprenden el Programa Acompañar, Producir, Articular, entre otros. Hace pocas semanas lanzó el Programa Registradas para regularizar el trabajo doméstico. Y, sin dudas, se cuentan entre sus logros la sanción de la Ley de Legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo y el Cupo laboral travesti-trans.
A nivel parlamentario, además de lo ya mencionado, se han logrado conquistas como la Ley de Etiquetado Frontal, de aporte extraordinario a las grandes fortunas y de zonas frías, entre otras. Más allá de que todo es perfectible, se trata de iniciativas que bajo ningún punto de vista hubieran tenido impulso y mucho menos concreción bajo un gobierno neoliberal.
Finalmente, en el plano internacional, más allá de sus vaivenes que eventualmente ubican al gobierno argentino alineado con la política injerencista de EE.UU., también hay puntos destacables. El más importante quizás haya sido el asilo a Evo Morales y Álvaro García Linera, acción fundamental para la recuperación de la democracia en Bolivia. Pero también el cambio de política respecto a Venezuela, pasando del golpismo explícito del macrismo a un pedido de diálogo y no intervención en los asuntos internos.
Darle cuerda al reloj
Se trata, en definitiva, de un gobierno que nunca irá más allá de un mediocre centrismo posibilista, ni profundizará en un sentido progresivo. Un gobierno cuyo proyecto está rendido ante el realismo capitalista y cree, como explicaba Mark Fisher, que “no hay forma de evitar el capital y quizás todo lo que podamos hacer sea ajustar algunas clavijas como un gesto hacia la justicia social”.
Es que el Frente de Todos es una herramienta defensiva, surgida del espanto a los cuatro años de macrismo, y de allí sus evidentes limitaciones que ya son obvias hasta para la mayoría de sus dirigentes. No obstante, sigue funcionando -por tiempo limitado- como endeble barrera de contención ante una derecha nacional, regional y mundial que hace rato abandonó el planteo de que capitalismo y democracia van de la mano. Por eso, al menos por ahora, apoyarlo y votarlo implica una apuesta a ganarle tiempo a una bomba que eventualmente va a explotar.
Pero eso sí, urge comenzar desde ahora a planificar la salida de una crisis que no se resolverá mediante el diálogo, la moderación y el enésimo pacto social fracasado de la historia argentina.
Nombrar nuestra causa
Es necesario romper con el gerencialismo depresivo del gobierno actual. Porque si algo están aprendiendo los sectores conservadores es a ofrecer un horizonte de futuro con tintes de gesta épica. No importa que en el fondo solo busquen profundizar la explotación y el saqueo, lo que (les) importa es que moviliza mentes, corazones y cuerpos con un objetivo que va más allá de medidas de corto plazo. Apuntan a reconfigurar el sentido común y las correlaciones de fuerzas sociales.
Aquel neoliberalismo zombi del que hablaba Álvaro García Linera, se está transformando en algo mucho más brutal, más salvaje, pero también más atractivo para distintos sectores de la población. Mientras que los progresismos y las izquierdas quedamos entrampadas en el posibilismo o el pesimismo (a veces ambas cosas, si no escuchen a Leandro Santoro).
Frente a un capitalismo que nos ha individualizado, precarizado y segmentado hasta niveles inimaginables, tenemos que poder reconstruir una perspectiva colectiva en pos de una causa superior. Y esa causa no puede ser controlar los precios por tres meses o tratar de postergar el pago de la deuda un par de años más. Ni siquiera fue eso lo que movió a los primeros gobiernos kirchneristas: allí están la reapertura de los juicios a los genocidas, el No al ALCA, la ley de medios y la batalla contra las corporaciones, entre otras.
Por su parte los procesos más avanzados del siglo XXI en América Latina tuvieron como piedra fundacional atacar el órden legal neoliberal y reformaron sus constituciones. Ese es el camino que hoy sigue el pueblo chileno. En esa línea Evo Morales, de visita en Argentina, analizó que el extraordinario crecimiento económico que tuvo Bolivia bajo sus gobiernos fue posible gracias a las nacionalizaciones de sectores estratégicos.
Es hora de dejar de lado el pragmatismo derrotista y arriesgarse a atacar los fundamentos del poder en Argentina. Confrontar a un adversario que ya está peleando y construyendo un futuro oscuro para el pueblo trabajador. Por eso ya no es una cuestión de deseo solamente, es una cuestión de necesidad.
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