11 noviembre, 2021
Mocha Celis: la “escuela ternura” cumple diez años
Se trata del primer Bachillerato Popular orientado a la comunidad travesti-trans del mundo. Sin embargo, es mucho más que una escuela: “Cobijamos a todas las identidades que van y que vendrán. Si nos abrazamos, el frío no entra”, relata Alma Fernández, egresada de “La Mocha” y militante travesti.

“Con que mínimamente 20 travestis reciban su diploma, habrá sido un éxito”, dijo la histórica militante y referente trans Lohana Berkins durante la inauguración del Bachillerato Popular Mocha Celis, el 11 de noviembre de 2011. Diez años más tarde, “la Mocha” cuenta con cinco cohortes de egresades: más de 200 estudiantes recibieron su título de Perito Auxiliar en Desarrollo de las Comunidades, habilitando su acceso a la universidad.
Suele decirse que donde hay una necesidad, nace un derecho. La Mocha, ubicada en la Ciudad de Buenos Aires, llegó para atender una de las problemáticas que más aqueja a la población travesti trans: el acceso a la educación. Nació a partir de ese activismo, y bajo la premisa de que a través del trabajo colectivo conjugado con la fuerza militante era posible subsanar la discriminación estructural.
“Cuando inicié la escuela, lo hice pensando en poder avanzar en lo personal, poder tener un secundario para pensar en otras oportunidades. También quería darle otro significado a mi apellido, sabiendo que vengo de una familia donde la mayoría no terminó ni la escuela primaria. Yo quería ser otra cosa”, cuenta Alma Fernández, militante travesti egresada del bachillerato, en diálogo con Notas.
Los diez años de La Mocha no vinieron solos. A lo largo de su historia, sufrieron la falta de financiamiento por parte del Gobierno de la Ciudad, que incluso puso en peligro el comienzo del ciclo lectivo 2018. En la actualidad, esperan que se resuelvan algunas cuestiones burocráticas para poder acceder a un edificio propio.
Según Alma, el camino de La Mocha se compara a la vida de las personas LGBTIQ+: “Las travas tampoco llegamos a fin de mes, vivimos mudándonos de un lado para el otro. A las travas también nos cuesta pagar nuestras cuentas y seguir transformando la realidad”. Asimismo, “se pone en valor el amor de familia que contiene y abraza”.
“Estamos muy felices con los diez años de La Mocha, porque ha sido un tiempo de mucho trabajo, de mucha militancia, de mucho amor, de muchas personas que se han sumado a la familia, también de muchas pérdidas, pero la valoración es positiva”, continúa la secretaria académica del Bachiller, Manu Mireles.
La escuela inició con pocas cosas. “En ese entonces -señala Manu- ni siquiera parecía una escuela, y hoy es mucho más que eso. Es un espacio en el que podemos acompañar al colectivo travesti trans y no binarie y a todas las personas que formen parte del espacio con la terminalidad educativa, pero también buscamos garantizar los derechos de manera integral, como a la salud y al empleo”.
Lucía Fuster, que trabaja como docente del bachiller desde el año 2016, añade que “es un espacio comunitario colectivo de creación permanente y constante, en donde cada vez que nos encontramos con un obstáculo o a un desafío construimos de manera colectiva las herramientas para encontrar nuevas opciones y nuevos horizontes”.
Mucho más que una escuela: una Asociación Civil
Durante el 2020, el año de la pandemia, la Mocha Celis se dedicó a trabajar sobre las urgencias de la población travesti trans, una de las más afectadas por los efectos de la crisis del coronavirus: se vio vulnerado su derecho a la vivienda y a la alimentación, ya que no podían salir a trabajar ni generar ingresos.
En ese tiempo, la comunidad educativa comenzó una campaña para establecer redes comunitarias de cuidado, que atendieran en cada barrio las necesidades básicas de las personas trans que no podían esperar más. A través de un sistema de donantes y de madrines/padrines de urgencia, contribuyeron a aliviar las necesidades más básicas y urgentes de este grupo social, acompañando y reforzando las medidas del Estado.
Ese mismo año la Justicia aprobó su constitución como Asociación Civil. Manu explica que esta figura les permite “garantizar un crecimiento para poder tener la estructura, la figura jurídica, y la posibilidad incluso de poder acceder a otras formas de relación con el Estado”. El “Teje Solidario” fue un ejemplo reciente de lo que vendrá.
Abriendo las alas
Para Manu, las expectativas a futuro de la Mocha Celis “tienen que ver con seguir creciendo”: “Queremos tener una editorial propia, queremos tener talleres de arte, queremos profundizar el trabajo que hacemos con la consultora de temas de diversidad, queremos seguir creciendo como escuela popular de géneros. Nos soñamos abriendo las alas”.
En palabras de Fuster, “el horizonte es que también se convierta en un espacio de trabajo para muchas personas travestis y trans que puedan estar en las aulas, en los pasillos, en la preceptoría, en la dirección. Que sea un espacio de referencia político y efectivo”.
“El valor histórico de la escuela en estos diez años son las alumnas”, apunta Alma, “somos todas esas travas que terminamos el secundario y que hoy podemos empezar a construir este proyecto de vida travesti trans. Cada una de las que pasamos por ese lugar transformamos nuestras vidas. Nos convertimos en un ladrillito de la pared que cobija a todas las identidades que van y que vendrán. Juntas somos una pared, y esa pared es sudaka, trava, originaria, villera, popular, nacional”.
“Cuando pienso en el valor histórico, pienso también en que si nos abrazamos el frío no entra. Por eso aquí estamos, aportando a esa pared un ladrillo más para abrazar a todas las identidades. Resistimos y existimos. Furia travesti”, concluye.
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