Ambiente y Hábitat

3 noviembre, 2021

La tendencia mundial a la inseguridad alimentaria

En el mediano plazo, la comida apunta ser más cara y menos segura. Las razones que explican este fenómeno y la necesidad de cambiar el sistema alimentario del planeta.

Rolando García*

@rolangb

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En el mundo hay un momento de aumento estrepitoso de los precios de los alimentos, similar al que se vivió entre finales de 2007 y mediados de 2008. En su momento, semejante subida generó una crisis alimentaria de escala planetaria. Hoy, con la experiencia de aquellos años, el sistema alimentario mundial no pareciera haber sacado muchas lecciones y sigue funcionando de una forma muy parecida.

Veamos las causas de la crisis de 2008. Es necesario tener en cuenta, antes de empezar, que el 45% de la dieta de la humanidad se basa en cereales, siendo el arroz, el trigo y el maíz los más importantes. Esto significa que un aumento estrepitoso de precios en estos cultivos impacta de lleno en cómo y cuánto se come en el mundo subdesarrollado.

Ahora bien, el mundo está yendo desde hace dos décadas a una volatilidad creciente en commodities alimentarios. Varias razones expliquen esto. Ninguna es producto de la acción de una fuerza natural incontrolable. Si, por supuesto, el mercado de los alimentos es sensible a eventos climáticos que pueden perjudicar y hasta arruinar cosechas enteras. Es más, no es raro que el mismo evento que produce sequías aquí genere inundaciones allá, impactando en la masa total de alimentos disponibles para el comercio mundial. Allí entran los stocks: la política cigarrense de conservación de alimentos guardados por si algún evento de este tipo viniese a traer malas noticias a agricultores y cultivadores.

Las razones de la suba de los alimentos

Pues bien, la primera razón del alza de los precios en los alimentos es la baja tendencial en los stocks disponibles en todo el planeta. Aunque, para ser sinceros, esto no genera el aumento de precio, sino sólo las condiciones para que el mercado global sea más sensible ante otras situaciones.

¿Cuáles son esas otras situaciones? Una, por ejemplo, es la creciente demanda por biodieseles en base a maíz, sobre todo en EE.UU. La mayor exigencia de la industria del biodiesel presiona el precio del maíz al alza, y la oferta internacional de maíz se reduce producto de que EE.UU. exporta tendencialmente cada vez menos. Hace pocos años se revirtió la tendencia importadora de México en su relación bilateral con el país del norte y el maíz tuvo mucho que ver con esto.

Otra causa relevante es el alza de los precios de las energías. Parece raro, pero la producción mundial de commodities alimentarios es extremadamente dependiente de los insumos industriales. No siempre ha sido así, pero desde la revolución verde (mediados de los 60) en adelante, la tendencia es cada vez más pronunciada. Esto encarece los alimentos por una doble vía: por un lado es más caro producirlos, porque requieren subproductos de energías fósiles que aumentan conforme lo hacen ellas, segundo, porque encarece las naftas que se usan para laboreos y transporte. Y lógicamente, si cuando comemos, comemos derivados del petróleo, cuando pagamos, pagamos derivados del petróleo.

 Si el costo energético y la creciente demanda para biodieseles explican los aumentos los alimentos, la volatilidad es explicada por la financiarización. Desde los años 90’ las normas para comerciar contratos de futuros de alimentos se han ido flexibilizando. El mercado de Chicago es el mercado de futuros más antiguo de la humanidad, es decir, este tipo de acuerdos entre partes comercializables no es nuevo. Lo nuevo es que las licencias para operar fueron expandidas, se permitieron operaciones que no están mediadas por la tenencia de granos, se permitieron ETFs e índices que siguen el precio de los alimentos y pueden ser “tradeados” por brokers como cualquier otro activo. Ante esto, las novedades y sospechas de posibles problemas productivos se transforman rápidamente en corridas de precios y en frenesí alcista que terminan pagando los pobres del sur subdesarrollado que no pueden acceder a comprar el arroz para sus familias.

La necesidad de un freno a la irracionalidad

Si todo esto suena disparatado, es porque lo es. Ahora bien, las élites dominantes, los organismos internacionales, hasta las empresas de alimentos conocen perfectamente este escenario global. ¿Por qué no intentar construir un intercambio de alimentos más razonable? ¿Por qué no frenar la financiarización? En el mundo de los alimentos se juega una confrontación entre alimentos para el consumo y alimentos para la industria que dificulta las iniciativas de todo tipo que florecieron para intentar frenar la irracionalidad.

Las causas de mediano plazo presionan al alza el precio de los commodities alimentarios, pero son las causas de corto plazo las que generan las explosiones. En el marco del COVID-19 el encarecimiento de las cadenas de comercialización, las dificultades de la logística internacional, las cuarentenas y medidas de cuidados sanitarios enloquecieron los costos de trasporte y dificultaron la producción. Eso fue el 2020 y 2021, pero en el futuro se pueden ver más causas de corto plazo actuando sobre la producción de alimentos. El cambio climático se caracteriza justamente por hacer más reiterados los eventos climáticos extremos. Frente a la industria los hambrientos del mundo seguirán siendo carne para las hienas por mucho tiempo más. Es por eso que quienes priorizan la vida sobre el comercio deben su propia estrategia de adecuación a esta nueva realidad.

*Becario CONICET. Dr. En desarrollo económico

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