12 octubre, 2021
12 de octubre: la derecha y la negación de la ideología
Fechas como esta vuelven a mostrar que uno de los grandes logros de la derecha es llamar “sentido común” y “normalidad” a su ideología. Esconder el racismo en lugar de hacerse cargo muestra que el lenguaje, las palabras y la propia historia son un importante terreno de disputa.


Florencia Trentini
“Hasta que los leones no tengan historiadores,
las historias de cacería seguirán glorificando al cazador”.
Proverbio africano
En su Twitter, el candidato a Diputado Nacional Jose Luis Espert sostuvo que “los seres humanos normales festejamos, como toda la vida, el Día de la Raza” y agregó que “eso no tiene nada de racista”. El “toda la vida” data en realidad de 1892, cuando fue instituida para todas las naciones americanas del “nuevo mundo” la celebración del “Descubrimiento de América”. Según el país del que se trate la fecha tuvo distintas denominaciones: “Día de Colón”, “Día del Descubrimiento”, “Día de las Américas”, “Día de la Hispanidad”, “Día de la Raza”.
Bajo esta denominación “normal” los actos escolares presentaban a las tres carabelas, el grito de “tierra a la vista” detrás de un catalejo improvisado con un rollo de cartón, mientras les niñes se dividían entre “los españoles” y “los indios” en taparrabos y con una pluma en la cabeza y se daban la mano, aceptando sin resistencia “la civilización” que les traía una mejor vida.
En los últimos años, desde las organizaciones indígenas, las universidades e institutos de investigación, los organismos de Derechos Humanos y otros sectores, se han realizado fuertes críticas a esta idea de “festividad” y han remarcado que lejos de un “descubrimiento” y un “encuentro” lo que hubo fue un genocidio, el más grande en la história de nuestra humanidad, en el que fueron exterminados aproximadamente 90 millones de habitantes del “nuevo” mundo. Esto ha dado lugar a un debate sobre lo que significa esta fecha.
En nuestro país, desde 2007, a partir de un proyecto presentado por el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), el “Día de la Raza” se convirtió en el “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”, y el festejo fue reemplazado por un día para la reflexión y el diálogo intercultural acerca de los Derechos Humanos de los Pueblos Originarios. Este cambio de nombre, a lo que Espert refiere como “engendro lingüístico” producto de “los simios drogados kirchneristas”, devino un gesto de reparación histórica y una forma de mostrar el reconocimiento a la existencia de “otras” culturas dentro de nuestra nación, históricamente construida como blanca, europea y bajada de los barcos.
Así, mientras los “seres humanos normales” festejan, otres se han ocupado de dejar en claro que no hay nada que festejar y han instaurado la conmemoración del 11 de octubre como último día de libertad y el inicio de la resistencia de los Pueblos Originarios. También han buscado destacar que estos territorios no fueron “descubiertos”, sino que en ellos ya vivía gente que fue invadida, saqueada y masacrada.
Eso que Espert llama “engendro lingüístico” es una disputa por el significado de la fecha, y él como muchos otros pueden seguir festejando el “Día de la Raza”, lo que no pueden es seguir sosteniendo que al hacerlo no son racistas. Porque eso que él llama “normal” es ideológico y no existe “de toda la vida”, fue construido, igual que el “Día del respeto a la Diversidad Cultural”.
¿Es posible pensar que eso que nos enseñaron cómo “la Historia” fue una construcción? ¿Es posible pensar que “lo normal” fue instituido y por lo tanto es posible de ser cambiado? ¿Por qué el Día de la Raza es menos ideológico y más normal que el Día del Respeto a la Diversidad Cultural?
El filósofo Michel Foucault sostuvo que el poder produce discursos y además los propone como “verdaderos”, de hecho afirmó que el ejercicio de ese mismo poder es posible justamente por la producción de esos discursos. De esta manera mostró la fuerte relación entre los “mecanismos de poder” y los “efectos de verdad”, y aseguró que toda verdad posee una historia, es decir, que todo discurso debe pensarse como producido bajo condiciones específicas, y por lo tanto debe abordarse, analizarse y entenderse en función de relaciones de poder y dominación propias de un momento socio-histórico particular.
Desde ese momento fundante que algunes llaman “descubrimiento” o “conquista” y otres “genocidio”, se construyó una frontera entre el nosotros y los otros, una frontera de poder que ponderó a la Historia con mayúscula por sobre la memoria, y a la escritura sobre la oralidad. Frente a esto, el filósofo Walter Benjamin afirma que la memoria concede valor a lo que desapareció del pasado, porque la verdad contemplada por la memoria incluye tanto los hechos históricos que tuvieron éxito y persistieron, como los que “desaparecieron”.
Es decir que, a pesar de la intención de convertirla en universal, la Historia a lo sumo ha sido una historia de los vencedores, pero siempre ha estado ausente una parte de la verdad, la de los vencidos. Y estas memorias cuestionan, sacan a la luz injusticias, discuten con lo establecido. En definitiva disputan espacios de poder, por lo tanto es lógico que intranquilecen e incomoden, es lógico que sea más fácil tildarlas de “mentiras”.
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