Batalla de Ideas

13 septiembre, 2021

El destino de los votos fugados y el techo histórico del peronismo

El oficialismo perdió apoyos y no logra identificar hacia dónde fueron ni cómo reconquistarlos. La perplejidad frente a caídas imprevistas en Chaco, La Pampa y Buenos Aires, entre otras, se suma a una única certeza: sus votantes no se fugan hacia Juntos por el Cambio.

Federico Dalponte

@fdalponte

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Se dirá con razón que el peronismo –y afines– no gana una elección de medio término desde 2005 y que, siendo oficialismo, lleva ahora más derrotas que victorias desde la recuperación democrática. Y se dirá más. Se dirá que la barrera de 40 puntos que este domingo superó Juntos por el Cambio (JxC) –por segunda elección legislativa consecutiva– el Partido Justicialista no la sobrepasa desde 1993.

Es evidente que hay allí un factor estructural, una suerte de constante que hace que el peronismo se sienta más cómodo en elecciones ejecutivas y el antiperonismo en legislativas; con pocas excepciones en viceversa. Aunque, en cualquier caso, eso es poca cosa y explica nada. Apenas sirve como punto de partida: lo que pasó este domingo fue la regla, y no la excepción.

De todas formas, el que pierde en las primarias siempre tendrá la tentación más obvia: torcer los resultados en dos meses y sorprender en las generales. Cosa difícil. Este domingo JxC cosechó 40 puntos; es poco probable que el oficialismo supere ese guarismo en noviembre habiendo quedado diez puntos por detrás.

Lo que le queda entonces al Frente de Todxs (FdT) es hacerse las preguntas correctas, no divagar, no buscar culpables. Y si le sirve de consuelo, al menos podrá pensar que sus adversarios no crecieron, apenas se mantuvieron. Por tanto el problema y su solución todavía están en casa.

Lo cierto es que, salvadas las apreciaciones históricas, hubo dos factores que pulsearon por imponerse como motivación electoral: la crisis del gobierno de Mauricio Macri (2018-2019) versus la crisis de la pandemia (2020-2021). Está claro que pesó más la segunda. Una primera pregunta, entonces, es por qué.

La campaña del oficialismo enfatizó las culpas de Macri para evitar que los votantes propios crucen de vereda. Lo cual no sucedió. JxC obtuvo el 42% de los votos en 2017, el 40% en 2019 y el 42% este domingo. Es un promedio acorde a, por lo menos, la última década y media entre el antiperonismo. El problema del FdT, en cambio, fue la fuga de los propios por izquierda y por derecha.

Juntos derrotó al peronismo en en la Provincia de Buenos Aires
Crédito: Eva Cabrera

Provincia de Buenos Aires es un buen ejemplo: desde 2017, el macrismo ronda allí el 40% de los votos, pero el Frente de Todos pasó del 53% al 35% en los últimos dos años, sin la existencia de un peronismo alternativo, como lo era Sergio Massa entre 2013 y 2017, que explicaba entonces parte de la fuga.

Otro ejemplo es Chaco: allí JxC se mantiene entre los 35 y 45 puntos desde 2017. Es una provincia donde la UCR todavía es fuerte. Pero el peronismo, que gobierna desde hace quince años, solía superar entonces el 50% –unido o por partes– y este domingo apenas rondó los 35 puntos.

Y Entre Ríos: mientras que JxC supera desde 2015 los 40 puntos con facilidad, e incluso los 50 en 2017 y 2019, el peronismo este domingo rondó el 30%, perdiendo 8 puntos respecto a cuatro años atrás y quince respecto a 2019.

Algo similar puede decirse de La Pampa, Mendoza, Santa Fe, Formosa y más. No es una casualidad, es una constante: lo que perdió el FdT –o el peronismo en sus diversas variantes– no se fue hacia JxC, y ese dato es central en el debate.

La gran fortaleza de JxC pareciera ser su capacidad de retención. No perdió votos en 2019 después de la crisis profunda provocada por Macri y tampoco los perdió ahora, lo cual era por cierto más previsible. Con todo, tampoco suma nuevos adeptos, ni siquiera entre quienes le dieron la espalda al gobierno tras la crisis de la pandemia.

En ese escenario de fuga del FdT y retención de JxC, las terceras opciones cosecharon ganancias, algo usual en elecciones legislativas. Desde 1983 a esta parte, en cada elección de medio término, siempre que prime el bipartidismo, las terceras fuerzas se llevan tres de cada diez votos, el doble de lo que se llevan en una presidencial. En este punto la elección del domingo tampoco fue una excepción.

En ese marco, los próximos pasos del gobierno no serán fáciles. En primer lugar porque la fuga es heterogénea. De un lado, el Frente de Izquierda hizo su mejor elección de la historia y, del otro, José Luis Espert casi triplicó su caudal de votos en provincia de Buenos Aires en apenas dos años y con quince puntos menos de participación del padrón. Cualquier medida que pretenda seducir a la derecha, además de un error, sería inconducente pues perdería votantes por izquierda.

En segundo lugar, porque el discurso anti-Macri, ensayado con insistencia durante el primer tramo de la campaña, ya llegó a su techo: los votos fugados, se demostró, no se van hacia JxC. Deberá el gobierno buscar entonces alternativas también allí en lo discursivo, en la forma de relatar su proyecto político.

Y en tercer lugar porque tampoco está claro que la pérdida de apoyos sea consecuencia exclusiva de la crisis económica. Sobran contraejemplos: en 1993, la desocupación se había casi triplicado desde la elección anterior y aun así el gobierno de Carlos Menem se impuso con holgura; y en 2009, la economía marchaba robusta pero el gobierno de Cristina Kirchner igual salió derrotado.

En cualquier caso, en tiempos de crisis profunda, aunque no haya sido generada por el gobierno, la pérdida de apoyos emergía como una posibilidad concreta. Más aún si los signos de recuperación no son generalizados. Más aún si se perpetúa la pérdida de poder adquisitivo. Más aún si se cometieron errores no forzados. Más aún si históricamente el peronismo no hace pie en elecciones legislativas. Tal vez, más que en noviembre, el gobierno deba enfocarse en los desafíos de hoy.

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