El Mundo

13 septiembre, 2021

Una nueva Alemania, pero no tan distinta

Luego de 16 años, la gran potencia europea tendrá al mando a una persona distinta a Angela Merkel. Su actual vice, el socialdemócrata Olaf Scholz, es el favorito para sucederla en alianza con Los Verdes.

Nicolás Zyssholtz

@likasisol

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El próximo 26 de septiembre, el mundo va a conocer una nueva Alemania. Ese día tendrán lugar las elecciones federales, las primeras en 16 años sin la figura de Angela Merkel encabezando la lista de la democracia cristiana. También, según las encuestas, serán las primeras en casi dos décadas en que el Partido Socialdemocráta Alemán (SPD) salga victorioso.

Las encuestas apuntan a que Olaf Scholz, actual vicecanciller del gobierno de coalición que lidera Merkel, va a ser su sucesor: su partido obtendría alrededor del 25 por ciento de los votos, al menos 5 puntos por encima de la Unión Demócrata Cristiana / Social Cristiana (CDU/CSU), que lleva como candidato al ministro presidente del estado de Renania del Norte-Westfalia, Armin Laschet; y otro tanto por sobre la Alianza 90 / Los Verdes, la novedad de la elección de la mano de su líder Annalena Baerbock.

Pero no tanto tiempo atrás, el panorama era muy distinto: cuando Laschet fue ungido candidato de la Unión, por sobre el favorito de las encuestas Markus Söder, ministro presidente de Baviera y líder de la CSU, todo parecía definido. El candidato ungido por Merkel, la canciller más popular de la historia, tenía que ganar con cierta facilidad, excepto por un pequeño problema: Laschet no es Merkel.

El principio del fin para el candidato democristiano fue una imagen que clavó una daga en la sobriedad alemana: mientras el presidente Frank-Walter Steinmeier anunciaba programas de ayuda para las víctimas de las graves inundaciones en el estado federado de Renania-Palatinado, Laschet aparecía en el fondo, riendo a carcajadas. Un pecado imperdonable que, además, contrastaba fuertemente con la imagen de la canciller recorriendo la zona afectada tomando de la mano de Malu Dreyer, ministra presidente del estado por el SPD, que sufre de esclerosis múltiple.

Por supuesto, esa simple imagen no alcanza para explicarlo, pero la caída fue inmediata: cuando ocurrieron las inundaciones, a mediados de julio, Laschet medía en torno a los 30 puntos, con más de 10 de ventaja sobre Baerbock y Scholz. Ahora, como dijimos, apenas araña los 20 y se descarta que su partido pasará a la oposición luego de las elecciones.

¿Cómo es posible que el fin del mandato de Merkel también implique el fin de su partido en el gobierno, a pesar de la popularidad de la canciller? Primero hay que hacer una salvedad: entre 2005 y 2013, y desde 2017 hasta hoy, Merkel lideró la llamada “gran coalición” junto al otro gran partido del país, el SPD. De hecho, su probable sucesor, Olaf Scholz, es actualmente su vicecanciller.

Entonces, a la hora de pensar en la continuidad de las políticas del gobierno saliente, no está tan claro que Laschet, que a pesar de integrar el mismo partido es gobernador de una región (la que más aporta al PBI alemán, por cierto) y no integra el gobierno federal, sea la opción natural, y no Scholz.

Puede hasta entenderse como un tiro por la culata de la estrategia política de Merkel, cuya lógica de alianzas consistió en reducir a su principal rival a un socio minoritario de su gobierno y con ello “comerle” la iniciativa política apostando al centro. Esa postura se exacerbó a partir de la irrupción en el panorama político de Alternativa para Alemania (AfD), el partido de extrema derecha que, en 2017, ingresó por primera vez al Bundestag como el tercer grupo con mayor representación.

Ahora, sin el sólido liderazgo de la canciller y con un candidato como Laschet, es el SPD el que se presenta como partido de gobierno. La nueva Alemania del 27 de septiembre no va a ser, entonces, muy distinta a la vieja del 26.

A la hora de los detalles, sin embargo, todavía queda mucho por develar: Scholz gobernaría en alianza con los Verdes, como ya lo hizo su correligionario Gerhard Schröder entre 1998 y 2005. Sin embargo, los números no alcanzan, y hace falta un tercer partido para completar la coalición.

La opción preferida de Scholz y de la dirigencia del SPD, no así de sus bases, es formar la llamada “coalición semáforo” (por los colores que identifican a los partidos) con el Partido Liberal Democrático (FDP), que se ubica hacia la centroderecha del espectro político con foco en el “libre mercado”. Es, en pocas palabras, el partido de los patrones. Y como tal, tiene exigencias muy altas: para ingresar a una coalición con socialdemócratas y verdes, quieren tener a su cargo el ministerio de Finanzas y ese es un precio que sus potenciales socios mayoritarios no estarían dispuestos a pagar.

La otra opción, suponiendo que está descartada una nueva “gran coalición”, ahora liderada por el SPD, es la rot-rot-grüne (roja-roja-verde), que incluiría a Die Linke, el partido de izquierda que actualmente se ubica sexto en las encuestas pero, por su gran fuerza en los estados orientales, suele tener una importante representación parlamentaria. Un gobierno que incluya a la izquierda tendría un enorme valor simbólico aunque, en la práctica, la influencia sea poca. Die Linke es el único partido “unificado” de Alemania: se formó a partir de la unión del PSD, partido heredero del SED que gobernaba Alemania Oriental, y una ruptura por izquierda de la socialdemocracia, partido de Alemania Occidental. Su llegada al poder ejecutivo cerraría un círculo iniciado en 1989.

No por nada, Merkel ingresó a la campaña agitando el terror rojo. Aunque sea la derechista preferida del progresismo, su macartismo no es ninguna novedad. Pero en el reciente discurso en el Bundestag tomó otra relevancia: “Pueden elegir entre un gobierno que acepte o al menos tolere el apoyo de la izquierda, o uno con Armin Laschet como canciller que lleve al país hacia el futuro con moderación”.

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