20 agosto, 2021
Preguntas y respuestas sobre las mujeres en Afganistán
La vuelta al gobierno de los talibán en el país de Asia central causó preocupación, sin embargo no está claro cuánto cambiará la situación en una sociedad que sufrió durante la ocupación estadounidense incontables violaciones a los Derechos Humanos.


Santiago Mayor
Durante la semana varios medios difundieron, con algunas pequeñas diferencias, la misma nota que señalaba “las prohibiciones” que los talibán iban a imponer a las mujeres ahora que volvieron al gobierno en Afganistán. La misma se basaba en la legislación que rigió al país durante el anterior gobierno del grupo islamista entre 1996 y 2001. No obstante todavía no está claro que harán las nuevas autoridades.
¿Qué medidas tomaron hasta ahora los talibán?
Ninguna. Desde que fue conquistada la totalidad del territorio el pasado fin de semana, el nuevo gobierno no ha establecido nuevas normativas que restrinjan los derechos de las mujeres.
Carolina Bracco, politóloga de la Universidad de Buenos Aires y doctora en Culturas Árabe y Hebrea por la Universidad de Granada, explicó a Notas que “efectivamente todavía no ha habido ninguna legislación”. Lo que sí hay es “mucha especulación, mucho morbo desde los medios con lo que podría pasar”.
“Lo que se está difundiendo y se toma como un hecho consumado son las políticas del anterior gobierno talibán, pero la realidad es que pasaron 20 años”, añadió.
¿Volvieron más moderados?
Por el momento eso es parte de la especulación. La imagen pública que han mostrado los líderes talibán da cuenta de una mayor moderación y pragmatismo.
Enamullah Samangani, integrante de la comisión cultural del movimiento islamista, aseguró que “el Emirato Islámico no quiere que las mujeres sean víctimas” y puntualizó que “deberían estar en la estructura del Gobierno en concordancia con las leyes de la sharía” (ley islámica). Asimismo añadió que tienen previsto “proveer a las mujeres de un ambiente de trabajo y estudio”.
Por su parte Suhail Shaheen, otro vocero talibán, prometió que no será obligatorio el uso de la burka, velo que cubre la totalidad del cuerpo. “El burka no es el único hiyab que puede llevarse, existen diferentes tipos”, apuntó dando a entender que serán más flexibles en ese aspecto.

Para Bracco “en términos retóricos hay un cambio de postura”, pero advierte que “puede ser simplemente una fachada”. En ese sentido recordó que así fueron también “los primeros mensajes que se enviaron desde la cúpula del gobierno instalado luego de la Revolución Islámica de Irán y quizás sea un indicio de esta nueva etapa, aunque no lo podemos saber”.
¿Qué dicen las mujeres afganas?
Durante esta semana se vieron varias manifestaciones, sobre todo en las grandes ciudades, rechazando al nuevo gobierno. En todas ellas han participado mujeres que protestan anticipándose a las posibles agresiones y restricción de derechos.
Mariam Rawi (nombre ficticio), integrante de la Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas en inglés), una de las organizaciones feministas más antiguas del país fundada en 1977, brindó una entrevista al portal Nueva Revolución. “Estamos seguras de que su mentalidad, sus creencias y su naturaleza, que es el fundamentalismo y el terrorismo, no han cambiado en absoluto”, apuntó. Pero aseguró que en estos 20 años “han aprendido algunas cosas de la última vez que estuvieron en el poder” como “la necesidad de mostrar otra cara ante la comunidad internacional y el mundo”.
“Durante las conversaciones de paz en Qatar [en 2020] no hablaron sobre la lucha de las mujeres. Solo aseguraron que protegerían los derechos de las mujeres y la sharia (ley islámica), cuando la sharia en sí misma limita mucho estos derechos”, completó.
¿Mejoró la situación de las mujeres bajo la ocupación?
Muy poco. Durante los años de ocupación por parte de EE.UU. se estableció formalmente la igualdad entre varones y mujeres, así lo sostiene la Constitución vigente, sancionada en 2004. No obstante, en la práctica esto estuvo muy lejos de hacerse realidad.
Más allá de Kabul, la capital, y algunas otras ciudades, el gobierno central no tenía control alguno. En un país fragmentado, donde los clanes y la pertenencia étnica y religiosa seguía pesando en cada territorio, la mayoría de las mujeres siguieron siendo sometidas en función de las culturas tradicionalistas de cada lugar.
En 2009, a ocho años de la ocupación, la BBC publicaba un artículo sobre Afganistán titulado “Las mujeres todavía esperan”. Allí se afirmaba que el 60% de los matrimonios eran todavía con menores de edad forzadas por su familia.
Un informe de Naciones Unidas apuntó que entre 2009 y 2014 la violencia hacia las mujeres afganas había aumentado un 400%. Asimismo en 2015 el Fondo de Población de la ONU dio a conocer una encuesta en la que más del 80% de las mujeres casadas denunciaba haber sufrido violencia conyugal.

Esta situación no sólo nunca cambió sino que se vio reforzada por la complicidad de las fuerzas ocupantes.
“En general se suele pensar que estos 20 años de ocupación fueron la panacea de los derechos de las mujeres cuando las fuerzas estadounidenses y sus aliados cometieron flagrantes violaciones a los Derechos Humanos y de las mujeres: violencia de género y sexual”, recordó Bracco.
Esto tiene el agravante de que la retirada del país se hizo “sin ningún tipo de justicia transicional o condena para resarcir a la población en relación a esos abusos que se cometieron no sólo en territorio afgano sino también en Guantánamo”. Además, el gobierno que había “era un títere que también tomó medidas de restricción de derechos de las mujeres, mientras el EE.UU. que supuestamente estaba en Afganistán para garantizar su liberación miraba para el costado como siempre hizo cuando le venía bien”, concluyó.
¿Cómo mirar esta problemática desde occidente?
Esquemáticamente existen dos peligros a la hora de abordar culturas ajenas a la propia. Uno es suponer que existe un “universal” de civilización a alcanzar y que ese está asociado a la cultura occidental, centralmente europea y estadounidense. Esa mirada considera a todos los demás pueblos como “atrasados” y pasibles de ser civilizados.
Bajo esta perspectiva se ha justificado el racismo y las invasiones imperialistas a lo largo de la historia, incluida la de EE.UU. sobre Afganistán en 2001.
El otro peligro es relativizar por completo y, como señala la doctora en Antropología Florencia Trentini, “pensar que no pertenecer a la cultura afgana” no habilita a decir nada. Y por lo tanto aquello que desde occidente es concebido “como violencia y violación” dejaría de serlo “porque le sucede a mujeres que pertenecen a ‘otra’ cultura”.
Este abordaje da por sentado que las culturas son un todo homogéneo y que no están atravesadas por desigualdades, opresiones, diferencias de género, étnicas o de clase.
“La respuesta, en Afganistán y en cualquier país, está en las mujeres, en la organización, en las redes locales y globales que se construyen para romper con los diversos mandatos patriarcales alrededor del mundo”, añade Trentini. Y concluye: “Está en la mirada interseccional y situada que algunos feminismos nos han enseñado. Una mirada que no debe borrar las creencias y la religión de nuestros análisis, después de todo, si aprendimos que no es lo mismo ser mujer blanca, negra, indígena, pobre o rica, tampoco es lo mismo ser mujer musulmana”.
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