Batalla de Ideas

30 julio, 2021

Cierre de listas, cierre de filas

El sábado cerraron las listas y nos encaminamos a nuestro primer proceso electoral marcado por la pandemia. Las sorpresas fueron pocas, las decepciones, los enojos proliferaron -como cada vez que la lapicera dictamina- y las fuerzas en disputa tendrán el desafío de involucrar a una sociedad cuyas preocupaciones se reparten entre la situación sanitaria y el malestar económico.

Martín Ogando y Emiliano “Gaita” Ameigeiras

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Aunque nunca pareció estar en dudas, el dato más importante que arroja el cierre de listas es que el Frente de Todes sigue en pie y sin deserciones, manteniendo la unidad que fue fundamental para derrotar a Macri en 2019. Y es un dato, porque esa unidad del peronismo en alianza con otras fuerzas del campo popular y progresista no existió en las últimas tres elecciones de medio término. Tampoco en 2005, pero esa era otra Argentina, en la que Néstor y Cristina comenzaban a saldar cuentas con el duhaldismo.  

Tal como era su objetivo, el oficialismo logró listas de unidad en la mayoría de los distritos y mostró su espacio político ordenado, aún en la puja interna recurrente que lo caracteriza. Alberto Fernández salió fortalecido como jefe del Ejecutivo y articulador de la coalición, sosteniendo a su jefe de gabinete y colocando o bendiciendo las cabezas de lista en la Provincia de Buenos Aires y en CABA. Si bien esta es una tradición arraigada, las circunstancias actuales y la inédita configuración del Frente de Todes parecían demandar una revalidación. Al mismo tiempo, Cristina volvió a demostrar que su liderazgo es el más importante dentro de la coalición, y sobre la base de su decisivo aporte de votos La Cámpora y sectores aliados avanzaron en cantidad y en ubicación en las listas de casi todos los distritos.

En la vereda de enfrente, también previsiblemente, la disputa interna comienza a escalar. Las listas de Juntos por el Cambio muestran que las elecciones de medio término se presentan como una oportunidad para dirimir liderazgos de cara a las presidenciales del 2023. Por esto es que la principal fuerza política neoliberal tendrá PASO en tantos distritos, siendo CABA y PBA los casos más resonantes. Macri, desplazado, espera rogando el fracaso de sus sucesores, para ver si puede volver a escena. La pistolera Bullrich mastica bronca y espera la revancha que sospecha tendrá, mientras logra mantener alguna presencia en las listas y la estructura partidaria. Larreta trata de coronar y formalizar su título de jefe de la oposición, mientras que el radicalismo, convidado de piedra de la hegemonía opositora del PRO, busca en el río revuelto una oportunidad para levantar cabeza y hacer valer su territorialidad federal.  

Es con todes, pero hasta ahí

El FDT es un frente amplio y heterogéneo, que pudo construirse a partir de la resistencia al macrismo y de aquella brillante jugada de Cristina, designando a Alberto como su candidato a presidente, y acompañándolo en la fórmula como su vice. Con la incorporación del massismo, el retorno de algunos sectores del PJ y con la voluntad del grueso de las organizaciones populares y los movimientos sociales de jugársela a fondo, esa amplitud y esa fórmula construyeron una potencia electoral que echó por tierra las intenciones de reelección de Macri, imponiéndose categóricamente en las urnas y recuperando el gobierno del país y de la Provincia de Buenos Aires.

Pero la amplitud del frente -y también el perfil de Alberto- que tan potente resultó para las urnas, no tardó mucho en mostrar sus limitaciones a la hora de gobernar y desplegar una orientación más o menos clara y sostenida. La llegada de una pandemia global, absolutamente inesperada, terminó de agravar un panorama catastrófico legado por el gobierno anterior. A partir de allí, todo fue lidiar con la pandemia, resolver el problema de la deuda, intentar que la crisis económica no se profundice y evitar que la unidad de una coalición sui generis vuele por los aires. Preservar “la unidad ante todo” tiene beneficios evidentes, pero también algunos costos eventuales. Ella se reproduce cuidando de no trastocar los equilibrios internos entre sus principales actores, administrando tensiones, renovando acuerdos y a veces paralizando posibles audacias. Y la conformación de las listas giró en torno a ese objetivo.

Alberto logró resistir la presión de varios sectores que le demandaban cediera al legislativo algunas figuras relevantes de su gabinete, -en particular Santiago Cafiero-, en un movimiento que perseguía una doble finalidad: elevar la competitividad de las listas mediante la inclusión de nombres de peso, al mismo tiempo que generar cambios ministeriales con poco ruido y casi sin costo. Finalmente, no solo cumplió ese objetivo, sino que logró imponer las cabezas de las principales listas, lo que fortalece su liderazgo y lo reafirma en su capacidad de mantener los frágiles equilibrios sobre los que se sostiene la unidad.

Cristina sigue siendo la dirigenta con más peso específico dentro de la coalición, y la accionista mayoritaria de los votos. Aunque mantuvo mucho protagonismo en las negociaciones, reguló con inteligencia hasta dónde tensar y cedió en las definiciones que por convención le corresponden al presidente. Si en el aspecto «cualitativo» Alberto se vio fortalecido, en lo «cuantitativo» La Cámpora no deja de avanzar ocupando espacios decisivos en todas las listas. 

Sergio Massa sabe el valor de lo que tiene, en un contexto en el que no sobra nada. El presidente de la Cámara de Diputados sigue cobrando por el aporte imprescindible que hace al no jugar por afuera y su apuesta pareciera pasar por una acumulación en torno a su figura para revalidarse como opción presidencial hacia 2023. En ese marco, afina su vínculo con Máximo y sostiene casi todo lo conquistado al interior del FDT.

El punto más negativo es el que tiene que ver con la baja y muy deslucida participación de los sectores de izquierda y los movimientos sociales en las listas. Cosa que vale en verdad para cualquier candidatura con algún carácter más o menos disruptivo con el sistema político. Con algunas contadas excepciones, el cierre de listas fue muy esquivo para toda la militancia popular y social que no forma parte de algunas de las fuerzas predominantes de la coalición de gobierno. En esto, se marcó un contraste con 2019. En estas listas hubo menos espacios para innovar y para reflejar la diversidad de una gran coalición antineoliberal, y el eje estuvo puesto en que “las cosas cierren” y en preservar los equilibrios internos.

Para morigerar un poco ese sabor amargo, el cierre fue más amigable con el sector sindical, específicamente para las expresiones sindicales más ligadas a Cristina, que viene manteniendo el “cupo” para el movimiento obrero conseguido en 2017, con las reelecciones aseguradas de Hugo Yasky de la CTA de los Trabajadores y Vanesa Siley (Judiciales) y la incorporación de Sergio Palazzo de La Bancaria en el cuarto lugar de la lista, entre otras participaciones. 

Muy importante es la inclusión en las listas de candidaturas de personas travestis-trans en varios distritos. Aunque no es un elemento exclusivo del FDT, ya que también las hay en otra listas, en el armado oficialista es particularmente notorio (al menos 15 candidaturas entre las distintas categorías) y se enmarca en una política integral de reconocimiento hacia el colectivo, habiéndose sancionado el cupo laboral hace apenas un mes atrás, tras largos años de lucha.

Donde no pudieron construirse listas de unidad fue en la provincia de Tucumán y en la de Santa Fé, siendo ambas gobernadas por el oficialismo. En la primera, no hubo acuerdo entre Omar Perotti y quien fuera hasta hace unas horas el Ministro de Defensa de la Nación. Es que varios sectores del gobierno nacional veían en Agustín Rossi al mejor candidato, pero después cerraron filas detrás del actual gobernador. Mostrando que las definiciones ideológicas naufragan en un terreno dominado por el pragmatismo, el propio cristinismo terminó acordando con el hombre de las soluciones superadoras y abandonó a uno de los más persistentes defensores del proyecto que comandaron Néstor y Cristina. Así es que se da una de las situaciones más llamativas del cierre, en la que el gobernador y su vice-gobernadora, Alejandra Rodenas, compiten entre sí mediante las PASO. Lo mismo ocurre en Tucumán entre Manzur y Jaldo.

Qué piensan Alberto Fernández y Omar Perotti para Vicentin | Intervención  en fase dos | Página12

Velando las armas

La derrota electoral de Macri y Vidal en 2019 no supuso la desaparición del proyecto neoliberal en nuestro país. Esa derecha sigue agazapada y asume formas cada vez más agresivas y antidemocráticas. Este es uno de los motivos que le da a estas elecciones legislativas una importancia singular. Una buena performance opositora los puede envalentonar de cara al 2023.

Reelegido por amplio margen como Jefe de Gobierno porteño, y con un Macri desgastado y jugando esporádicamente desde los márgenes, Horacio Rodríguez Larreta viene intentando convertirse en el conductor de su fuerza política y en el principal vocero de la oposición. Hoy es, lejos, la figura con mejor imagen de la oposición y cuenta con la hegemonía en un distrito que ha probado su capacidad de catapultar presidenciables. Después de algunas idas y vueltas, tomó la decisión de anticipar el cambio de mando y dejar a su mentor en el ostracismo. Cuenta con una aliada como Vidal, que mide muy bien en la Ciudad de Buenos Aires, pero que ve un Clío y llora. También con la audacia del “Colo” Santilli, que abandona su zona de confort territorial para incursionar en suelo bonaerense.

A río revuelto, los radicales quieren volver a la vida. Después de cuatro años de vergonzante subordinación, juntaron coraje para hacerle frente al PRO y de la mano de Manes quieren poner en valor su territorialidad. Con lo mismo se entusiasman desde Jujuy, Corrientes, Mendoza y Córdoba. Saben que además de su mayor desarrollo federal también cuentan con un candidato eventualmente competitivo en CABA, como Martín Lousteau.  

En el marco de cierta lógica dispersión que le implicó a JxC la salida del gobierno, algunas de sus figuras importantes vienen ensayando una especie de “bolsonarización”, radicalizando un perfil cada vez más intolerante, gorila, xenófobo, racista y anti-derechos. Este grupo, que tiene a Patricia Bullrich, Miguel Ángel Pichetto y, por momentos al propio Macri, como sus referencias más importantes, ha quedado parcialmente relegado en el cierre de listas. Tal vez porque la retórica radicalizada, que se apalanca en la capacidad multiplicadora de los grandes medios, sirve para soldar “lo propio” pero no ha mostrado capacidad de construir mayorías sociales. Decir esto no implica, sin embargo, subestimar su peligrosidad.

Por fuera de esa alianza también se ensayan otras alternativas de derecha que intentarán capitalizar las manifestaciones callejeras en contra de la cuarentena y cualquier restricción, las vacunas y hasta el uso de barbijo, que se sucedieron durante la pandemia. Tales son los casos del frente Avanza Libertad (Espert-Píparo y Javier Milei), el NOS del ex carapintada y ex funcionario durante la presidencia de Macri, Gómez Centurión, y también el de +Valores de la evangélica y anti-derechos Cynthia Hotton. Aunque con diferencias, mantienen puntos de contacto muy importantes entre sí y con la fuerza que intenta conducir Larreta: despliegan un discurso anti-política, anti-igualitarista y cada vez más anti-democrático.

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El bastión del proyecto neoliberal

Un párrafo aparte merece la conformación de listas en la Ciudad de Buenos Aires, el distrito que el macrismo gobierna de manera ininterrumpida desde hace 14 años. La buena elección que hizo el FDT en la ciudad, con Matías Lammens como candidato a Jefe de Gobierno, parecía abrir nuevas oportunidades de disputa para el campo popular. Esa perspectiva, que de por sí debía remontar un derrotismo largamente extendido y consolidado en la oposición porteña, se vio severamente afectada por la crisis sanitaria y económica, y una serie de conflictos que pueden repercutir particularmente en el electorado porteño. Tampoco sobraron las voluntades para empujar en esa dirección, en un contexto tan adverso.  

En ese marco, el Frente de Todes se encamina a un escenario más defensivo en el distrito, que tiene como objetivo fundamental sostener una parte de lo alcanzado en 2019 y contener un eventual crecimiento de Vidal. El esquema de conducción de la coalición en CABA se ha concentrado en el PJ, a partir de la consolidación del acuerdo entre La Cámpora y el Nuevo Espacio de Participación (NEP). El protagonismo de otras fuerzas, que no están encuadradas allí, se ha visto menguado del 2019 a esta parte. Las listas expresan de alguna manera esos predominios y correlaciones de fuerzas, y la militancia social y popular de base, así como fuerzas de izquierda y progresistas, integran las listas, pero en lugares secundarios. La Ciudad de Buenos Aires es uno de los distritos donde el contraste entre las listas del 2019 y el 2021 se hace más evidente. En ese marco, la candidatura de Leandro Santoro resulta buena, al menos para los objetivos planteados.   

La militancia popular

Las listas del FDT dejan cierto sabor amargo, al ser menos amplias, menos plurales y con menos protagonismo del movimiento popular que las del 2019. A la militancia popular se le plantea el desafío de interpretar esas modificaciones y proponerse un curso de acción. Hay que comenzar por comprender que aquellas elecciones de 2019 se dieron en un contexto muy particular. Después de 4 años de resistencia en las calles a las políticas de ajuste del gobierno de Macri, y con el peronismo en el llano, el FDT se constituyó sobre la base de incorporar y expresar políticamente las movilizaciones y luchas más significativas del período. Su pluralidad y vitalidad respondía a esa necesidad. En el tiempo transcurrido, se pasó de la oposición al oficialismo y se reactivaron mecanismos de sujeción y ordenamiento desde el Estado, que habían quedado en suspenso producto de la ofensiva neoliberal. La relación entre sindicatos, movimientos sociales, frente político y gobierno asumieron otra sintonía. Y todo esto, en un contexto sanitario que conspiró contra el principal instrumento de presión del movimiento popular argentino: la ocupación de la calle.

Llegado a este punto, los pataleos no tienen demasiado sentido y las correlaciones de fuerzas internas no se modifican de un día para el otro. Las fuerzas políticas y sociales que encarnan, al interior del FDT, una agenda de transformaciones profundas tendrán que hacer su balance crítico y autocrítico pero, sobre todo, trabajar en unidad para fortalecer su perspectiva en los años por venir. Sin embargo, de acá a noviembre el objetivo parece claro y unánime: derrotar en las legislativas a la expresión más concentrada del programa neoliberal y conquistar una mayoría sólida para el Frente de Todes, la herramienta imperfecta y contradictoria que hoy existe.

La riqueza y la potencia de la militanica feminista, barrial, sindical y todas las expresiones organizadas de nuestro pueblo es un elemento distintivo de estas latitudes. También lo es su capacidad de penetrar los territorios que suelen estar reservados para la política profesional y el establishment corporativo. Que en Argentina no hay palacio sin calle es una verdad de perogrullo, hasta Macri tuvo que construir la suya. Lo que está por verse, es qué capacidad tiene la calle de gestar su propio proyecto político emancipador, para terminar con los palacios. En esa historia, un cierre de listas no es ni el principio ni el final.

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