26 julio, 2021
«Nadie sino el pueblo me llama Evita»
El 26 de julio se cumplieron 69 años de la muerte de “esa mujer” que tantos amores y odios profundos despertó. Que vive en muchas de nuestras banderas y luchas y que realizó un valioso aporte a la inclusión política de las mujeres y que, con el riesgo de la mirada actual, podríamos inscribir en el feminismo popular.

Evita es recuerdo de muchas de nuestras abuelas. El primer juguete para el día del niñe, el primer par de zapatillas, la máquina de coser que les permitió salir de la pobreza. Atrás de esas zapatillas había mucho más: el acceso a aquello que estaba vetado a les niñes de las clases trabajadoras, aquello que se inscribió en su memoria y en la memoria colectiva como un momento de “dignificación”.
Evita es también la imagen de sí que motorizaba tantos odios de clase y de género. De aquellos que no la nombraban. Ni siquiera para dedicarle sus mensajes de odio y que, eliminando cualquier vestigio de humanidad de sus corazones escribieron “viva el cáncer” en las paredes de la ciudad porteña. Odio por su origen popular, porque era una impulsora importante de que la clase obrera y las mujeres trabajadoras pisaran espacios que no se debían ultrajar con marcas de pueblo: la vida pública, la política, las calles, los edificios de lujo. Y lo que deja de ser exclusivo, deja de ser privilegio, y además perder privilegios irrita a los sectores dominantes, algo que ni hace falta enunciarlo.
Junto con las organizaciones obreras motivó que la plaza de mayo se llenara de “cabecitas negras” y mujeres populares aquel 17 de octubre. A la vez fue fundamental en la estocada final para que aquella bandera que ya venía levantando el feminismo en nuestro país a lo largo de todo el siglo, se convirtiera en ley. Exigido y militado por anarquistas, socialistas y algunas expresiones liberales (que claramente no la apoyaban); a ese feminismo Evita lo recuperó, lo enunció, lo militó y fue una actriz de suma importancia para que se hiciera derecho conquistado aquel 9 de septiembre de 1947.
Pero este no fue el único aporte que realizó a la inclusión política de las mujeres. Antes de la sanción de la ley en 1946 la creación del Partido Peronista Femenino (PPF) fue un paso importante para muchas de ellas. Probablemente se pueda cuestionar la forma organizativa o las tareas realizadas (a veces, bajo el eufemismo de “acción social”, reproduciendo tareas que eran propias de “vida doméstica”). Pero hacer valoraciones al respecto sería injusto sin el desarrollo de un análisis más profundo.
Lo que no podemos negar es la ocupación del espacio público e integración a un mundo que parecía vedado para algunos sectores de la sociedad. Las unidades básicas del PPF fueron espacios de fuerte inserción territorial, de capacitación y, además, espacios muy potentes de socialización política; sobre todo para las mujeres de la clase trabajadora. Este último aspecto es fundamental para entender que, si bien Evita no se autoproclamó feminista (quizás para diferenciarse del feminismo liberal), desde un primer momento asoció las desigualdades de género y de clase.
Decía: “De nada valdría un movimiento femenino en un mundo sin justicia social”. En ese sentido, impulsar un movimiento que pudiera entrelazar la inclusión social con la inclusión de género, no sólo a nivel material sino también a nivel de derechos políticos y sociales es el principal legado de Eva para quienes luchamos cada día por la construcción de un feminismo popular, de la clase trabajadora, por acabar de una buena vez y para siempre con todas las desigualdades que nos oprimen.
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.