22 julio, 2021
Albañilería, mujeres y realidades sociales que urge resolver
El grupo “Albañilería, cosa de mujeres” se volvió furor en redes sociales, pero más allá de la temática específica, el espacio puso sobre la mesa las necesidades y situaciones de vida de quienes lo integran. En diálogo con Valery de Sosa, fundadora del grupo, pensamos sobre las redes de solidaridad que construimos entre nosotras para sostenernos.

Cuando Valery de Sosa creó el grupo “Albañilería, cosa de mujeres” el pasado 25 de mayo por una necesidad personal, no imaginó que este se convertiría en poco tiempo en un espacio de tanta circulación de experiencias y cooperación entre sus más de 13.000 integrantes, 95% de ellas mujeres. Más aún: el grupo ya traspasó las fronteras y tiene más de 300 participantes extranjeras de México, Uruguay, Chile y hasta de España.
Esto es, sin dudas, un motivo de alegría. Un espacio donde las que “hacemos” no nos sentimos ya bichos raros porque vemos que somos muchas las que le ponemos el cuerpo a construir, mejorar y crear hogares para nosotras y nuestras familias. Un espacio de respuestas solidarias ante dudas o problemas de muy distinta índole: ¿cómo solucionar problemas de humedad, levantar paredes, pegar cerámicos, colocar aberturas, pintar, hacer instalaciones sanitarias? Todo es respondido con ideas, experiencias y conocimientos propios, en una red de comentarios amorosos y mutuas expresiones de apoyo ante los proyectos de cada participante.
La novedad impactó lo suficiente como para que, rápidamente, distintos medios se ocuparan del grupo. Notas y entrevistas a su creadora enfatizaron el “el furor” que estaba haciendo en las redes, la respuesta positiva ante la propuesta y su veloz crecimiento. Pero más allá de lo pintoresco que pudiera resultar descubrir que hay tantas mujeres dedicadas a temas tradicionalmente “de varones”, el grupo pone de relieve otras aristas de una realidad diversa y compleja.
“Como grupo tuvimos varios logros”, cuenta Valery. “Obtuvimos la atención de la gente por la difusión de los medios, que ayudaron a impulsar el grupo”. Llegaron así colaboraciones de negocios dedicados a la construcción, que aportan materiales que son sorteados entre las participantes. También se acercaron diferentes partidos políticos, que solo buscaban hacer campaña. Finalmente, hubo una importante respuesta del municipio de Hurlingham -donde se originó este proyecto- que se contactó para ofrecer propuestas ante algunas necesidades que el grupo reclama.
Una de ellas es el pedido de capacitación en oficios, tanto para solucionar problemas en las propias casas como para lograr una salida laboral. El municipio ofreció brindar capacitaciones en su Centro de Formación Profesional. Además, el Consejo Escolar propuso abrir una comitiva especial del plan Fines para las y los participantes del grupo que necesiten finalizar sus estudios secundarios.
La respuesta ante la propuesta fue arrolladora: en pocos días se inscribieron por medio del grupo más de 200 personas para ambos programas. Una demanda impresionante para las posibilidades del municipio y la característica semipresencial de los cursos, que solo alcanza a quienes viven allí. Por eso al día de hoy, sólo diez personas tienen su inscripción confirmada para un curso de electricidad y veintiuna para el plan Fines. Esto muestra la urgencia de ampliar la respuesta a nivel nacional, para garantizar el acceso a la formación profesional a todas aquellas que quedaron afuera y a las que a diario se suman al pedido.
Pero además, como suele suceder con las redes sociales, los hilos se multiplican de maneras impensadas. El espacio solidario permitió que distintas mujeres comiencen a volcar allí pedidos de ayuda, que en algunos casos conllevan problemáticas que exceden al tema profesional del grupo y que, sobre todo, buscan respuestas urgentes: “Algo que aparece es la necesidad de atención inmediata en cuestiones de violencia de cualquier índole. El municipio me facilitó un teléfono para poder derivar a las mujeres que necesitaran asistencia, pero esto tampoco alcanza”. Muchos pedidos de ayuda vienen desde distintos puntos del país: “por eso sería necesario que se contacte algún organismo especializado y con alcance nacional, que realmente pueda contenerlas y dar una solución a sus problemas”, añade Valery.
Otro problema que se manifiesta en el grupo son las severas necesidades habitacionales de muchas mujeres, que se agravan en los casos en que se encuentran solas, sin redes familiares de apoyo. Varias de ellas son el único sostén de hijas e hijos y no poseen medios para mejorar las condiciones de sus viviendas. Algunas piden ayuda públicamente, otras lo hacen en privado. Cada casa, cada techo, cada habitación, tiene una historia propia, un sueño y mucha voluntad para llevarlo a cabo.
“Me preocupa muchísimo la necesidad habitacional que hay y los pocos recursos que manejan muchas familias del grupo. Algunas construcciones están muy precarizadas y necesitan soluciones urgentes. Pero ¿cómo ayudar, si yo misma tengo mi casa en malas condiciones y no puedo ni resolver lo mío?”. La red descansa en el trabajo voluntario de Valery y de su compañero Lucas sin apoyo económico ni sponsors de ninguna clase.
En ese sentido, aclaró: “No cobramos nada absolutamente de nadie. Las donaciones son sorteadas como llegan. Los cursos municipales son gratis y ayudamos a quienes lo pidan sin recibir a cambio. Nadie cobra subsidio, sueldo ni comisión por eso. Duele y mucho cuando aparece gente a ensuciar el motivo del por qué estamos acá, que no entiende que este grupo es sólo para ayudar. Me hace llorar de bronca”.
Sin embargo, más allá de algún comentario malintencionado, la solidaridad es la marca del grupo. Las mismas participantes proponen cadenas de trabajo, compartir y “cirujear” materiales, ayudarse de la manera que se pueda, así solo sea dando palabras de aliento. Pero esto no alcanza. Faltan materiales. Faltan capacitaciones. Faltan programas de inclusión profesional y social. Falta acceso a la información. Falta protección y acompañamiento especializado a las más vulnerables.
Esta pequeña red humana hace visible la gran solidaridad que existe entre mujeres, pero también las desigualdades que nos atraviesan. Hace crecer el tejido social en base a la mutua ayuda y la cooperación, pero esto muestra su límite cuando aparecen situaciones que requieren del acompañamiento de políticas públicas concretas, que para muchas resultan inaccesibles. Ojalá el crecimiento de este grupo interpele la atención de más municipios y de organismos nacionales, que ayuden a acercar respuestas y soluciones a todas las que lo necesitan.
*Antropóloga Social
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.