Batalla de Ideas

18 julio, 2021

Ser no binarie: ¿historia, moda o revolución?

El colectivo no binarie ha tomado por asalto las redes sociales, el arte y la televisión en el último tiempo. Algunes sostienen que es una nueva tendencia del feminismo mainstream, otres se apoyan en el biologicismo binario, y luego están quienes sostienen que es una nueva propuesta de vida y sociedad. Entonces ¿qué es ser no binarie? ¿De dónde viene este movimiento y hacia dónde nos propone ir?

Cam Esperguin*

@camesperguin

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¿Cómo puede una norma con sólo dos rígidas opciones ser universal para todas las personas? El mundo y la historia de la humanidad son demasiado grandes y amplias como para dividirlas en dos. De hecho, existe evidencia antropológica que demuestra la variabilidad de las construcciones de género en diferentes culturas y en diferentes tiempos, en muchas de las cuales hubieron mucho más que dos géneros, con roles y características sumamente variables. Sin embargo, ante las existencias no binarias hoy muches sostienen que en realidad es un nuevo modismo del feminismo.

Como sabemos, el género es una construcción social, cultural e histórica, por lo que existen diferentes géneros (con diferentes roles) en diferentes etnias y en diferentes momentos históricos. Sin embargo, hoy no es el análisis de ésto lo que nos aboca, sino más bien entenderlo nos permitirá ser conscientes de que la globalización ha extendido a todos los continentes la herencia del sistema sexo/género judeo-cristiano, en el que las personas con vulva son mujeres y las personas con pene son hombres, con los roles asignados a cada una de estas categorías.

Todo lo que se corra de esta norma es patologizado y/o castigado. Las armas biopolíticas empleadas, como relata Foucault, fueron la medicina y las fuerzas policiales. La patologización y mutilación de les cuerpes intersex, así como la ilegalidad de las existencias travestis, son algunas ilustraciones claras.

Y en el medio de todo ello, aparecemos las existencias no binarias, que no sólo venimos a noquear lo heterocis, sino también el binarismo. Porque además del molde de la heterosexualidad obligatoria y de la cis-normalidad, hay un tercero que es el del binarismo. Las personas no heterosexuales y trans pueden como pueden no encontrarse en las categorías de mujer u hombre, todo dependiendo de la forma totalmente personal en que cada une cimenta su identidad. Y las maneras en que se configuran las violencias también dependen de esas construcciones y de cómo se (des)acomodan en los tres moldes. Entonces ¿qué pasa cuando lo que sentimos y cómo nos identificamos desafía toda norma sexogenerica?

Para muches ni siquiera existimos, y para nosotres mismes fue difícil encontrarnos e identificarnos en una sociedad en la que sólo existe hombre y mujer. Incluso en los movimientos feministas y trans se tardó en incorporar una mirada más allá del binarismo, por lo que muchas veces ni siquiera los espacios en los que buscábamos contención y representación nos supieron ofrecer las respuestas que necesitábamos.

¿De dónde venimos?

En la última década, en todo el mundo hubo un gran incremento del cuestionamiento hacia el binarismo, pero en especial en Argentina esto estuvo marcado por el movimiento travesti. En 2013, Lohana Berkins se sentaba en una entrevista para Ágora 2.0 y explicaba que no era hombre ni mujer, sino travesti. Pasando los años, empezaron a aparecer otras identidades latinas, como las maricas, que también se desenmarcaron de las categorías hombre-mujer.

Sin embargo, ya en la segunda ola del feminismo en 1992, Monique Wittig se atrevía a teorizar a las diversidades sexuales como otro género, en específico a les lesbianes. Por no respetar la norma heterosexual, Wittig sostiene que las lesbianas se corren de todo rol de mujer debido a que el mismo en la cultura occidental está íntimamente ligado a las tareas reproductivas y de cuidado en una pareja masculina. También por ese entonces empieza a gestarse y aparecer en Estados Unidos la teoría queer, que trae aportes de extremo valor como herramientas para el cuestionamiento de la norma y validación del movimiento LGBTIQ.

¿Moda o libertad?

El nombramiento del género no binario en sí mismo, de forma ampliamente difundida, no tuvo lugar hasta bien entrada la última década. Aún así, su visibilidad (que sigue siendo sumamente escasa) en nuestro país se inició hace no más de 5 años (y quizás es decir mucho) principalmente a través de redes sociales.

En los últimos años, y en especial en el último año, las identidades que se corren del binarismo genérico (ya sea  con la identidad de no binarie o con nombres propios como marica, lesbiane, travesti) han ido organizándose de forma que empieza a ser cada vez más sólida. En consecuencia, no sólo incrementó la visibilidad, sino que además se plasman sus problemáticas principales, entre las cuales se destaca el binarismo genérico en el Documento Nacional de Identidad.

Por una parte, el incremento de la visibilidad del género no binario, también significó una mayor cantidad de personas pudiendo ponerle nombre a lo que sentían y les pasaba. Muches nos sentimos perdides en el proceso de entendernos y escucharnos a nosotres mismes cuando deseamos y nos sentimos más cómodes en roles y características que no se corresponden ni con lo que se supone de hombre ni con lo que se supone de mujer.

Aunque todos los días somos bombardeades por mensajes de ser une misme, cuando las personas no binarias lo intentamos pareciera que no hay lugar para nosotres en éste mundo que, parafraseando a Carlos Jauregui, nos educa para la inexistencia de todo lo que no se corresponda con mujer u hombre. Porque no nombrar es borrar, es negar. En este sentido, la visibilidad jugó y sigue jugando un rol central para reafirmar nuestras existencias y para poner herramientas al alcance de quienes se sienten incómodes en la binorma.

Que hoy haya cada vez más personas que se identifiquen como no binaries no responde para nada a una moda (como muches sostienen), sino a la lógica de que si conocemos el concepto y vemos personas que viven vidas felices bajo esa identidad, podemos empezar a nombrarnos. Quizás por eso se haya observado en los últimos años que ante el pronunciamiento como no binaries de celebridades pop como Sam Smith y Miley Cyrus, estas identidades se hicieron cada vez más presentes entre les jóvenes.

Que hoy haya cada vez más personas que se nombren no binaries responde a Lohana afirmándose como travesti y no como mujer u hombre, responde a las maricas convirtiendo el adjetivo insultante en sustantivo y orgullo, responde a les lesbianes resignificando su sexualidad y cuestionando todo un cistema de cuidados, responde a quienes se animan a llamarse queers y no binaries cada vez que les preguntan su género. No es una moda de las nuevas generaciones, es una revolución heredada que se viene gestando hace ya muchos años.

Visibles y reconocides

A pesar de la militancia queer, todos los días nos encontramos ante un Estado que todavía no es capaz de reconocer que existe un mundo de posibilidades por fuera del binomio de hombre-mujer. Así, aunque en nuestro país contamos con una Ley de Identidad de Género que señala que todas las personas tenemos el derecho a que en nuestro documento se refleje nuestra identidad autopercibida (que es la única, la real), hoy sólo existen dos opciones: masculino (que correspondería a hombre) y femenino (que correspondería a mujer). Entonces, todes quienes no pertenecemos a dichas categorías quedamos borrades de las instituciones públicas, y de esa forma también nuestros derechos en muchas ocasiones. Porque aquellas personas que figuran para el Estado en los documentos legales, no somos verdaderamente nosotres.

Así, las personas no binarias vivimos vidas indocumentadas, con todo lo que ella significa, porque entonces tampoco somos reconocides por el sistema de salud, ni por las instituciones educativas, algunes escases logran serlo en sus ambientes de trabajo, etc. Con la Ley de Identidad de Género, nuestro país asumió el compromiso de que el Estado debe garantizar el respeto por la identidad de cada persona, y al reclamar por nuestra inclusión en esos estándares, les no binaries sólo estamos manifestándonos por el correcto cumplimiento de la ley, que además significaría un cambio drástico en la calidad de vida de muches.

¿Hacia dónde apuntamos?

Las personas no binarias venimos transitando décadas de borramiento, pero hoy nos plantamos, nos nombramos y nos unimos. En Latinoamérica, esa cohesión ha gestado movimientos sociales profundamente transformadores, como las travestis en Argentina y recientemente las maricas en Colombia, Perú y Bolivia. Esto sólo nos demuestra la potencia de nuestros nexos, de nuestra visibilidad y por sobre todo de nuestra historia. Porque lejos de ser una moda, el camino recorrido nos ha enseñado que la vida por fuera de la binormalidad no sólo nos es más reconfortante, sino que también es posible y que invita a repensar todo el sistema.

El no binarismo como movimiento viene implosionando la disidencia, el feminismo y la sociedad en general, abriendo la propuesta de soñar con una realidad en la que ya no sean necesarias las etiquetas como trinchera y los closets no existan, porque habremos abolido las normas de sexo y género. Mientras nos imaginamos esta utopía, tratamos de encaminarnos hacia ella. Por eso nos nombramos y pedimos que se nos nombre. Por eso reclamamos ESI no binaria, y reconocimiento del abanico de identidades posibles en los documentos legales por parte del Estado.

Más que una moda, esto es una revolución que viene desde abajo y desde hace mucho tiempo. Es el desacato de quienes nos atrevemos a ser, y que con la ternura como herramienta fundamental, proponemos un horizonte de libertad.

*Activista TTNB

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