Batalla de Ideas

6 julio, 2021

La importancia de estar organizadas

Ante los dichos misóginos de Emilio Pérsico, se estableció el debate sobre la importancia de construir espacios mixtos que se integren a la lucha de los feminismos. ¿Por qué los varones del campo popular se espantan ante la avanzada de la organización de las mujeres y disidencias?

Crédito: Lara Va

Martha Linares*

@marthitalinares

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«En general las que tienen las tarjetas en el barrio es la mujer, eso hizo que la mayoría de las familias sean matriarcales y el chabón piró. La única manera que tiene para volver a su casa a ver a su mujer es agarrar a cinco giles, llevarse cinco celulares a $5.000 cada celular, o vender droga y caer en las enfermedades sociales», dijo Emilio Pérsico en el marco de una reunión de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas (ACDE).

El referente del Movimiento Evita y secretario de estado del Ministerio de Desarrollo Social seguramente no imaginó las repercusiones de sus dichos. Desde los escandalizados twitts de referentas feministas hasta la respuesta de sus compañeras organizadas en el frente de mujeres del movimiento, pasando por el periodismo, elijo tomar la oportunidad para pensar un poco entre quienes sostenemos la importancia de estar organizadas en organizaciones mixtas.  Porque siempre vale la pena recordar que es una elección.

Construir organizaciones mixtas, aportar a proyectos integrales, sabernos importantes pero no imprescindibles es un ejercicio cotidiano de humildad y pelea contra el individualismo. Es elegir las batallas cada día sabiendo que dentro de nuestras organizaciones también se reproducen las lógicas patriarcales, es combatir de manera estratégica y cuidarnos para estar alertas. Es también una elección que responde a una mirada sobre el cambio social, es sostener que las transformaciones necesitan de la fuerza social organizada, más allá del estado. Organizarse con varones no es un placer, nosotras lo sabemos porque lo elegimos cotidianamente y eso no es poco.

Nuestro feminismo está haciendo crujir las organizaciones, pero no es sólo por nuestros avances y capacidad política. También crujen las masculinidades y las ideas sobre ella en el hacer de la política. Saludamos que así sea porque estamos seguras que aquel cantito que entonamos hace años, “cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede, crece la organización”, ya no basta. Hoy estamos diciendo que hagan espacio, que den la palabra, que quizás tengan que retroceder y pedir disculpas porque nos ofenden con sus palabras. Y está bien que así sea, porque aquel canto era de las compañeras que tenían a los compañeros deprimidos y a la defensiva en plena crisis de 2001.

Hoy estamos en otro momento político, donde los feminismos avanzan en organización y derechos a escala mundial. Esto merece incluso el reconocimiento de muchos varones, quienes ven al movimiento feminista como el más dinámico de los últimos años en nuestro país. Ya no alcanza con esa lectura, sino que les estamos pidiendo que actúen en consecuencia, lo que puede implicar retroceder y cuestionarse a sí mismos.

Desde que voy a los encuentros plurinacionales de mujeres, lesbianas, travestis, trans y no binaries, siempre me hago un tiempo para pasar un rato por la comisión de partidos políticos y mujer, mujer y participación política. Me interesa ese espacio de intercambio de estrategias, de compartir vivencias de quienes eligen organizarse con varones, de escuchar aquellas dificultades que vivieron otras para poder verlas aunque no me pasaran a mí. En general son comisiones que las pibas no eligen, la concurrencia es en general de mayores de 30 o 35 años y la mayoría de las intervenciones obviaba el partido al cual pertenecían, porque el relato podía ser comprendido por todes les presentes sin esa necesidad supongo. Y volviendo al punto, lo importante para mí es ver cuál es la capacidad de respuesta y el debate que se genera dentro del movimiento cuando pasa algo así.

Los varones que se espantan, no lo hagan tanto por favor, porque pueden no decir algunas cosas pero hacer muchas otras. No se rasguen las vestiduras y más bien presten atención a sus acciones cotidianas que pueden ser menos visibles y tener menos repercusiones mediáticas pero ser igual de arcaicas.

Y, finalmente, qué potencia la de las compañeras que han salido desde el mismo movimiento a ponerle palabra a los enojos y frustraciones, porque en definitiva responden hoy al nudo del debate, van al hueso. Que no se les escapa la responsabilidad que tenemos en los lugares que ocupamos y a quienes les debemos explicaciones. Y lo pueden hacer porque no temen romper con la complicidad machista, porque construyeron una correlación de fuerzas para saberse capaces de alzar la voz sin represalias. Y eso son años de remar, de agrupar, de tejer, de construir en los márgenes, de tensar y conciliar. A todas las espantadas les dirían que piensen antes de hablar en las barbaridades que les hemos dejado pasar a un par de varoncitos porque “son compañeros”.

Sin embargo, no podemos dejar pasar esta oportunidad para poner en debate las implicancias de las ideas que construimos desde el campo popular y su materialización en propuestas de políticas públicas. Los sectores eclesiásticos saben bastante de este tema, por eso hablan de ideología de género como algo a combatir e impugnan las políticas públicas que nos otorgan soberanía sobre nuestros cuerpos. La idea de familia que moldean nuestras políticas públicas no es menor, desde las propuestas que implican transferencia de recursos de manera directa hasta las políticas de vivienda, las políticas de uso del espacio público, todas. Si las ideas que existen en el campo popular fueran un debate teórico no sería grave que la polémica permita decir cualquier cosa, el problema es no reconocer las implicancias de esas ideas en la política pública que construimos.

Más aún diría, cuando se trata de políticas públicas de transferencia de recursos porque en este sistema el dinero es poder, y el debate sobre el poder siempre incluye una dosis de patriarcado en la que salimos perdiendo. Porque la idea de macho proveedor que ya no puede proveer es también la pérdida de poder en lo familiar y social cuando ya no tienen el dinero que les permitía asumir cuotas de poder sobre otres. En definitiva, lo que existe en los últimos años es un debate sobre el poder, y nos interesa este debate en el sentido del poder de transformación y las condiciones para hacerlo. Nosotres hablamos de un poder que se reparte, que se construye colectivamente, que circula, que sin lugar a dudas pone en jaque el poder patriarcal que rige nuestras vidas. Y eso es lo que jode.

Por eso mismo es válido poner en debate que el movimiento popular tome como fecha el día de un santo para movilizarse con sus demandas en alto y no el primero de mayo como fecha privilegiada en su agenda. Por estas razones es que nos debemos un debate sobre la Universidad de las Periferias que las organizaciones del campo popular impulsan junto a la Familia Grande Hogar de Cristo, dando por tierra con las luchas de la reforma universitaria de 1918. Siempre es una buena noticia que existan movimientos que pongan en debate el rol de las Universidades Nacionales, sin embargo es preciso reconocer una derrota política de los sectores populares cuando este debate se presenta desde sectores que históricamente han defendido (y continúan haciéndolo) la elitización del conocimiento y el integracionismo como programa educativo.

Que sean sectores de la Iglesia quienes promueven juntos con los sectores populares una universidad es la prueba de un divorcio de agendas o alejamiento de puntos de acuerdo (como más les guste si no comulgan con el divorcio) sobre qué rol cumple la educación en los procesos de emancipación y en la formación de quienes se organizan en los márgenes del sistema. Esta posición no puede ser matizada por el carácter más o menos elitista de las universidades nacionales, ni  negada por el rol progresivo que puedan jugar los movimiento sociales en este contexto o el rol social que tienen los Hogares de Cristo en el entramado social. Una cosa no niega la otra. La idea de prácticas prefigurativas no siempre me gusta, pero creo que sirve muchísimo para ponernos en tensión con nosotres sin creernos dueñas de la verdad pero con algunas certezas producto de nuestra historia.

Reivindicar una y otra vez la importancia de estar organizadas supone un compromiso en el debate del para qué nos organizamos al que no estamos dispuestas a renunciar. Somos parte de las organizaciones que necesitamos para construir un futuro más justo e igualitario. Hagan lugar.

*Militante feminista y Directora Nacional de Asistencia Integral a las víctimas de violencia por razones de género del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad

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