4 abril, 2021
Nos falta un docente
Abril es uno de esos meses que están marcados a fuego en les docentes. No sólo porque un 2 de abril de 1997 se instaló la Carpa Blanca frente al Congreso, sino porque el 4 de abril de 2007 fue asesinado el maestro Carlos Fuentealba por la policía de Sobisch en Neuquén.


Alicia García Tuñón
El menemismo había ganado las elecciones con promesas de salariazo y de revolución productiva. El famoso “síganme, no los voy a defraudar” rápidamente se estrelló en la cara de miles de argentines que vieron cómo se aplicaban medidas neoliberales y privatizaciones “sin anestesia”, dejando a miles desempleados y a una gran parte de la población bajo la línea de la pobreza. El indulto a las Juntas militares, los atentados a la Embajada de Israel y la AMIA o la explosión en Río Tercero para esconder la venta ilegal de armas marcaron esa década.
Para les docentes fueron diez años nefastos. La reforma del sistema educativo con la transferencia de las escuelas a las provincias sin presupuesto y la Ley Federal de Educación y de Educación Superior dieron un golpe fatal a la educación pública argentina. Los salarios eran de hambre y muy desiguales entre las distintas provincias. A comienzos de 1997 muchas jurisdicciones estaban en conflicto por aumento de salarial, y en algunas se había llamado a paro por tiempo indeterminado.
La Confederación de Trabajadores de la Educación (CTERA) venía haciendo acciones por una Ley de Financiamiento Educativo que garantizara un salario unificado, y buscando la derogación de la Ley Federal de Educación, pero no lograba coordinar acciones contundentes a nivel nacional. El 2 de abril de 1997 se instaló la Carpa Blanca: un giro en la manera de visbilizar sus reclamos.
Casi 30 docentes formaron el primer grupo de ayunantes, sin saber muy bien por cuánto tiempo podrían mantener la medida. Al principio se puso una carpa no muy grande. De día se apilaban los colchones en un costado y se ponían sillas y reposeras para que les maestres pasaran el día. Con el paso del tiempo, comenzó a nuclear las movilizaciones y luchas de distintos sectores. Se transmitieron exitosos programas de radio y de tele desde allí.
Luego, se instaló una carpa más grande para permitir el descanso adecuado de les ayunantes. Durante 1003 días, pernoctaron casi 1.400 docentes, 1.500 ayudaron en la organización, se acercaron 7000 escuelas y 2.800.000 personas pasaron por la Carpa. Se juntaron 1.500.000 firmas en defensa de la educación pública.
El gobierno menemista intentó en todo momento desprestigiar la lucha, y pretendió dejar a les docentes sin salida al no dar respuesta a ninguno de los reclamos. Algunos sectores sindicales docentes también denunciaron que la carpa era funcional al gobierno porque la CTERA se negaba a impulsar un plan de lucha nacional. Hasta la querida María Elena Walsh publicó una carta en diciembre del 97 en el diario La Nación, en la que decía que la carpa “huele a compulsión setentista” y que era “intolerable por autoritaria, ya que piensan usurpar indefinidamente espacios públicos”. Era muy difícil sostener la lucha en los 90.
Durante este tiempo, la CTERA convocó a 13 paros nacionales: el primero por el asesinato de Teresa Rodríguez en Cutral-Có, Neuquén, seis marchas multitudinarias a Plaza de Mayo, un ayuno por 24 horas de cientos de docentes frente a la casa rosada. La Carpa Blanca fue durante casi tres años la caja de resonancia y contención de las luchas cotidianas de les trabajadores. “Se convirtió en el espacio de una ciudadanía que buscaba una alternativa democrática y plural. Y tuvo éxito, porque para ese entonces Argentina había construido un consenso social alrededor del eje de la educación pública, que no se podía resignar”, declaró Marta Maffei, secretaria general de CTERA durante aquellos años. Varios lemas marcaron esos días: «Todes somos docentes» y “Maestre ayunando también está luchando». Fue una de las protestas más largas de la década del 90.
Muches docentes estuvimos ahí sirviendo el caldo, agua, té o Gatorade cada 30 minutos, preparando el espacio para les artistas y personalidades que se acercaban, recibiendo a los cientos de visitantes o haciendo más confortable la carpa con las altas temperaturas del verano o los días fríos de invierno. También acompañando las tres navidades o los dos fines de año frente a un Congreso que nos daba la espalda. La Carpa Blanca se levantó el 30 de diciembre de 1999 luego de varias negociaciones que terminaron con la Ley de Financiamiento Educativo, que garantizó un fondo de 660 millones de pesos para posibilitar un aumento salarial a través del Fondo de Incentivo Docente. Para que se derogara la Ley Federal de Educación tuvimos que esperar hasta el 2006, cuando se votó la Ley de Educación Nacional.
Pero los problemas salariales de les docentes y de grandes sectores de trabajadores siguieron y aún continúan.
Desde el 97 y después las enormes movilizaciones y cortes de Cutral-Có y Plaza Huincul, el corte de ruta y las puebladas se impusieron como formato de protesta, como tradición de lucha en la provincia de Neuquén, sobre todo por el gremio docente.
Diez años después, la oferta salarial provincial había sido muy por debajo de lo que se había acordado nacionalmente. Les ofrecieron un 7% de aumento en lugar del 25% otorgado por Nación. Se llamó a marchas provinciales, al no inicio de clases y a paros por 72 horas. A fines de marzo, la Asociación de Trabajadores de la Educación de Neuquén (ATEN) convocó a una marcha provincial con bloqueo de las rutas, sobre todo las del circuito turístico.
El 4 de abril se decidió cortar en la ruta 22 en Arroyito, a 54 km de Neuquén capital. La policía, bajo el mando del gobernador de la provincia, Carlos Sobisch, tenía la orden de reprimir cualquier intento de bloqueo de la ruta. Y comenzaron los gases y las balas de goma. Ante tanta represión desatada, después de una negociación entre dirigentes y policías, se detiene el accionar policial y les docentes se retiran en grupo, a pie y en autos, hacia la ciudad de Senillosa, escoltados por camionetas policiales. Hasta que sin aviso, las camionetas policiales se adelantan a la caravana y reanudan el uso de la fuerza.
El maestro Carlos Fuentealba se encontraba dentro de un auto sentado en el asiento trasero, esperando para volver a la ciudad cuando un policía disparó una granada de gas lacrimógeno a dos metros del vehículo, contra la luneta trasera. Carlos fue herido en la cabeza mientras seguían tirando balas y despejando a les docentes con los camiones hidrantes. Carlos murió al día siguiente. La CTERA recién llamó a paro el 9 de abril.
El cabo de la policía Poblete que mató a Fuentealba fue condenado a cadena perpetua, pero el ex gobernador Sobisch y el resto de los responsables políticos aún no fueron juzgados. En el 2019, el Tribunal Penal resolvió dejar sin efecto el sobreseimiento que dictara el Tribunal Superior hace unos años.
Carlos era un docente, como tantos de nuestro país, comprometido con sus estudiantes, militante sindical y político. En su familia, en las aulas, en el sindicato docente se lo sigue extrañando. Pero es símbolo de la lucha docentes, como les 600 docentes detenides-desaparecides, como son les 30.000. Hoy nos falta un docente.
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