Batalla de Ideas

25 marzo, 2021

El ejercicio de la memoria: de la tragedia al proyecto emancipador

En las vísperas del 24 de marzo, Notas dialogó con Graciela, Mirta y Lili, tres militantes del Partido Revolucionario de les Trabajadores detenidas durante la última dictadura cívico-militar-eclesiástica. ¿Cuáles eran sus proyectos revolucionarios? ¿Qué tareas debe heredar hoy el campo popular para reconstruir todo lo que el terrorismo de Estado aniquiló?

Crédito: Bárbara Leiva

Hernán Aisenberg

@Cherno07

COMPARTIR AHORA

“Partiendo de la convicción de que el poder sigue estando en las manos de siempre, desde mi punto de vista, lo que tenemos que hacer es arrebatar pequeñas porciones que nos lleven…” decía Graciela, y Mirtha la interrumpía para completar su frase: “… a arrebatar más”. Así empieza la grabación de casi dos horas de conversación.

No hicieron falta presentaciones porque hablábamos como si nos conociéramos de toda la vida. Mirtha, Lili y Graciela fueron militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) en Argentina detenidas durante la última dictadura cívico-militar y eclesiástica. Tuvimos el placer de entrevistarlas para Notas, pero rápidamente se convirtió en una amistosa charla entre viejas conocidas que se reencontraban mucho tiempo después. Éramos espectadores de lujo, invitados especiales.

Llegué pensando cómo iba a encararlas sabiendo lo que vivieron, sobrevivieron y superaron tanto dolor, tanta angustia, tanta pérdida. Tenía anotadas preguntas sobre la prisión, sobre cómo fue vivir la dictadura en esas condiciones, sabiendo seguramente lo que pasaba también con sus compañeras afuera. Pero rápidamente entendí que ellas no querían hablar conmigo de dolores, de malos recuerdos, de terror. 

Mirta. Crédito: Bárbara Leiva

Por momentos hasta José fue un espectador de la charla entre amigas. Además de ser el marido de Graciela, también había sido militante del Partido y había estado preso durante la dictadura. Si bien participó de la charla aportando su visión, en esta oportunidad por momentos parecía, al igual que yo, un oyente de lujo en un ping pong teórico de las compañeras. Ellas querían debatir conmigo y entre sí, cómo traer ese pasado a este presente. Qué cosas nos sirve recordar de aquellos años. 

“Lentamente fuimos cambiando esa memoria de muertos, de desaparecidos, de nombres, de fotos a una memoria del proyecto que teníamos y se extirpó con el golpe. De la lucha que no empezó con nosotres, pero que en el año previo al golpe había llegado a su máxima radicalización en todos los frentes. Estábamos cuestionando de fondo el sistema”, dijo Mirtha cuando quisimos volver al tema de la memoria. “El golpe rompe con nuestros sueños socialistas, pero en cada 24 una ve las banderas, los colores y lo ve resignificado”, agregó Lili, quien destacó que “hoy, cualquiera que quiera un proyecto emancipador tiene que incluir a los pueblos originarios, el feminismo, al ambientalismo. Lo que hay que reconstruir es un proyecto que unifique todo eso”.

La palabra “proyecto” ya la habían repetido varias veces y la charla recién empezaba. No había nostalgia en el relato, ni desazón por una derrota estrepitosa. Había ganas de continuar luchando, de restablecer los sueños que habían quedado truncos. Aprender de los errores y pensar las nuevas respuestas. 

“El neoliberalismo impuso nuevas reglas de juego mientras nosotros, ‘el campo popular’, jugamos con viejas reglas de juego” sostuvo Mirtha, la anfitriona a la que llaman cariñosamente “Negra”. “No se vislumbra una nueva utopía. Nuestros sueños, nuestras utopías cayeron por sus propios errores, pero también la derribaron por la fuerza y hoy parece que no estamos a la altura de plantear una estrategia clara para enfrentar esta etapa…”. La Negra no puede terminar la frase porque ahora es Graciela la que termina interrumpiendo para repetir que lo que faltaba era un proyecto. “Y líderes”, atina Lili, sabiendo que se metía en un punto escabroso. 

Graciela. Crédito: Bárbara Leiva

La construcción de un nuevo horizonte las unía. Los requerimientos para eso parecía volverlas a separar, pero con amor y mucho respeto se ponen a intercambiar. Para Lili la aparición de nuevos líderes como Evo, Chávez o el propio Fidel era condición necesaria aunque insuficiente. Mirtha, en cambio, vuelve a mencionar que el problema son las organizaciones que reproducen formas antiguas, estructuras perimidas. “En Argentina el asistencialismo y luchar contra la pobreza extrema sin un proyecto superador es bastante poco fértil porque no hay voluntad de transformación”, dice la dueña de casa. 

Graciela vuelve a mediar entre Lili y Mirtha: “Eso es porque la agenda la sigue marcando la derecha. Nuestra urgencia es que la gente coma porque nadie se propone grandes objetivos si no come”, dice rápidamente y amplía citando al ex vicepresidente boliviano: “Linera dice sobre los nuevos líderes que estamos en una etapa donde desde el Estado se han solucionado cosas, pero el pueblo no se las apropia, y si eso no ocurre no hay un compromiso y no hay una defensa de eso, por lo tanto la conquista no se sostiene. Por eso lo que hay que construir es la generación de conciencia”. 

El debate no tenía conclusiones ni apuntaba a llegar a consensos. La construcción de liderazgos, la apuesta por nuevas estrategias o la apropiación social de las conquistas no esquivaban la idea de que cualquier proyecto revolucionario necesitaba una unidad partidaria, un aparato ¿Pero de qué tipo? ¿Para qué proyecto político? ¿Qué relación deberían tener estos aparatos con el Estado, con los movimientos y con los líderes? 

Lili. Crédito: Bárbara Leiva

“Tenemos que buscar nuestra variante de aparato pero no reproducir lo que hay. A veces cuando queremos hacer algo nuevo, no tenemos ni las palabras nuevas de eso que aún no conocemos por eso usamos las viejas, las que conocemos”, comenta la Negra nuevamente, casi obsesionada con encontrar esas nuevas formas de resistencia, de lucha contra este viejo pero nuevo enemigo.

Otra vez Lili fue la que tiró la primera piedra con respecto al Estado: “Se burocratiza pero es necesario”, y puso el ejemplo concreto de cómo había podido avanzar la búsqueda incansable de las Abuelas con el apoyo del gobierno kirchnerista. “El Estado siempre llega después de la lucha, cuando la sociedad ya lo está reclamando masivamente”, le contesta Mirtha nuevamente y remata: “Las organizaciones tienen que tener relación con el Estado, pero el proyecto tiene que ser autónomo”. 

Graciela pone el ejemplo con los organismos de Derechos Humanos: “Hicieron mal en pegarse a un gobierno. Una cosa es apoyar determinadas causas y otra muy diferente es hacer de ese apoyo mi política”. Además, apuntó contra el movimiento obrero: “No estoy de acuerdo tampoco con que la CGT haya surgido del Estado. El peronismo generó por un lado una gran movilización y organización obrera y por otro lado hizo que esa movilización respondiera al Estado”. Mirtha, por su parte, ejempllifica sus argumentos con la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo: “Chicas, ahí tienen el aborto, ‘se terminó el patriarcado’ dijo el presidente de la Nación cuando se firmaba la ley. Pero todas sabemos que discutir el patriarcado es un problema para el Estado, porque sería discutir todo el sistema capitalista” agregó Mirtha.

Crédito: Bárbara Leiva

El Estado con su disputa y sus contradicciones, los movimientos con su autonomía y sus propias contradicciones, los aparatos y partidos tratando de relacionar movimientos y Estados y la construcción de liderazgos, todo era un riquísimo debate sostenido con argumentaciones teóricas, con experiencias personales, con contextualizaciones. En ningún momento dio la sensación que la conversación era entre “ex” militantes, ni tampoco que estábamos hablando con una experiencia acabada, finalizada. Todes en esa reunión discutían el presente sobre el derrotero y los fracasos que acabaron en el 24 de marzo de 1976, y cómo se puede reconstruir y volver a caminar una experiencia emancipadora sin bajar las banderas de siempre.

Recién en el final aparecieron algunas menciones al encierro y la prisión. Pero no le entraron por la fecha ni por la memoria, sino por el feminismo. “Nosotras teníamos una concepción muy leninista del feminismo. A los 14 años ya sabíamos que la mujer sufría una doble opresión pero que solo se va a terminar con el socialismo, con un sistema sin clases sociales”, dijo Graciela, que hizo mucho foco en la contradicción que significa cuestionar el sistema patriarcal sin cuestionar el sistema capitalista. “Una sociedad que está reproduciendo los factores de poder, también reproduce el machismo. Me llama la atención ver chicas macristas en las marchas feministas, siento que les falta un paso en el análisis, la cuestión del salario, de tomarnos como una propiedad privada, de nuestro rol reproductivo, del reparto de las tareas de Cuidado”. 

Mirtha, por su parte, planteó que ella no se reivindicaba a sí misma como feminista en sus años de militante del Partido: “Para mí era la liberación del mundo, no me importaba más”. Incluso Graciela dijo que ella era crítica de los cupos “hasta que me di cuenta que no hay otro modo”.

Si bien el feminismo no era un eje o un vector en sus pensamientos políticos, ya estaba presente en aquellos años. “En la cárcel se mantuvieron roles y relaciones que hubiesen sido muy difíciles de sostener solamente desde la estructura política, o más bien desde un tipo de política. Eso sí lo explicitábamos de esa manera. Ahí adentro había que fortalecer los lazos afectivos que el partido por fuera de la cárcel no profundizaba”, recordó Graciela.

Elegimos quedarnos con ese recuerdo, el de la sororidad carcelaria que por supuesto no llevaba ese nombre en aquellos años pero que hoy pudieron resignificar. “No lo pensábamos así de esa manera, pero claramente era eso”, dijo Mirtha concluyente. 

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Batalla de Ideas