Géneros

18 marzo, 2021

Una nena

Al fin apareció la niña desaparecida en Villa Lugano desde el lunes, y una sensación de alivio nos recorre el cuerpo y el alma, aunque sepamos que nos faltan muchas más.

Sol Martínez Allende

@SolMar1936

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El lunes a la mañana, una nena que vive en una carpa improvisada a la vera de una avenida fue raptada por un hombre conocido por ella y su madre. A partir de ahí comenzó un despliegue policial para su búsqueda y un operativo mediático a la par que, como siempre, convirtió en show las realidades injustas de nuestro pueblo, sin escatimar en revictimizaciones y reforzando estereotipos, como ya nos tienen acostumbrades.

Los medios refuerzan sentidos comunes patriarcales que cargan en la espalda de las mujeres todas las responsabilidades que le competen a la sociedad y al Estado. ¿Qué posibilidades tiene una mujer joven de las clases populares que cría sola de no ser pobre y contar con una vivienda digna y un empleo formal?

“¿Dónde estaba la madre?”, “¿Por qué permitió que se lleven a la nena?”. Otra vez, la culpa recae en la madre sola, que cuida y cría de la manera que puede y con las posibilidades que encuentra. Nadie habla del padre ausente, del abandono original sufrido por madre e hija de un progenitor anónimo. La tarea de criar y cuidar se muestra como pura y exclusivamente una carga de la mujer madre, como tarea individual donde hombres y sociedad no tienen injerencia y por lo tanto tampoco responsabilidad. Estamos acostumbradas a que la crianza quede relegada y confinada en los hogares: en este caso tampoco hay hogar.

No hay responsabilidad en una justicia patriarcal, que desoye sistemáticamente a las madres cuidadoras que denuncian abusos, tal como ocurrió en la denuncia anterior que recae en el secuestrador por abuso a su sobrina.

No hay responsabilidad en la fuerza policial que no toma la denuncia de las mujeres que llegan informando desapariciones y secuestros de sus hijas, hermanas y compañeras todos los días, y que desoyó a esta madre por ser pobre y “de la calle”.

No hay responsabilidad del Estado de la Ciudad, que contando con los recursos necesarios, no los vuelca en las políticas habitacionales, ni en la salud ni en la educación, cierra y vacía los programas de acompañamiento. Y por último, se desdibuja la responsabilidad principal del secuestrador, con antecedentes y prófugo de la justicia.

“La sedujo con una bicicleta”, se atrevieron a decir en uno de los medios hegemónicos. Al apelar a la idea de la seducción, sutilmente se traslada algo de la culpa a la seducida, que cayó en sus manos, le creyó, se dejó llevar, aceptó tales o cuales regalos, y si hubo o no consentimiento en tal o cual situación.  La víctima pasa a ser la investigada, y su comportamiento, cuestionado.  En este caso estamos hablando de una de 7 años, ni de una mujer, ni siquiera de una jovencita, de una nena dependiente que deposita siempre su confianza en el adulto, quien está para cuidarla y le aporta seguridad, y que es la mano que agarra a la hora de cruzar.

Sexualizar a las niñas conlleva una carga de violencia simbólica fuerte, operando en la construcción de la imagen de la sociedad sobre las niñas, “las buenas” y “las malas”. Y también figura la imagen de que las niñas van construyendo el modelo que deben seguir de sí mismas.  No se las muestras jugando, aprendiendo, siendo amadas: se las muestra siendo seducidas.

“Ni una menos”, “Vivas nos queremos”. Hay otras frases, las nuestras, las feministas, las que no paramos de gritar. El movimiento feminista se construye sobre afirmaciones que dicen mucho, que construyen otra cultura, la de la sororidad y del cuidado mutuo. Que denuncia a la justicia patriarcal que hace oídos sordos de las denuncias de violencia de géneros. Una sociedad que tolera las violencias cotidianas y las reproduce y se espanta con cada nueva noticia de asesinato de una mujer.

”La maternidad será deseada o no será”, “No es amor, es trabajo no pago”. Este movimiento que conquistó en las calles el derecho al aborto es el mismo que piensa y practica maternidades feministas, en tribu. El que pone en el tapete las tareas de cuidado como hecho social y no privado, develando el valor del trabajo no remunerado que todos los días realizan las mujeres, indispensable para hacer funcionar la máquina de la economía.

“El feministerio”. Un movimiento que llegó a los codazos al Estado y conquistó su propio ministerio y abre una nueva etapa con la oportunidad histórica de que el Estado no de más la espalda a niña de siete años y su madre, y a ninguna mujer que cría sola.

Necesitamos políticas habitacionales reales, inserción en el mercado laboral con derechos, escuelas y espacios de cuidado para niñas, niños y niñes, y por supuesto una reforma judicial feminista. Ahora, ya, es urgente, porque la nena apareció, pero hay otras que no y todas estamos en peligro.

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