Ambiente y Hábitat

18 marzo, 2021

Crecer en libertad

En estos últimos días se volvió a hablar de las fallas de un sistema que desampara y excluye a miles de personas, en particular a les niñes. El secuestro de una niña de siete años expuso las situaciones de vulnerabilidad que atraviesan las infancias en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Desde el lunes 15 de marzo, una niña de 7 años se encontraba desaparecida, secuestrada por un adulto, mientras su madre y su familia la buscaban por todos los medios posibles. El jueves 18 de marzo, tres días después, pudimos celebrar porque la niña volvió a reencontrarse con su madre pero, a su vez, sabemos que sus derechos continúan vulnerados, como los de muches niñes en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Ahora bien, a partir de la visibilización de este nuevo episodio, ¿podremos empezar a construir soluciones definitivas?  

Según el censo popular de personas en situación de calle, realizado en el 2019, en la ciudad más rica del país gobernada hace más de una década por el macrismo, 871 niñes se encontraban viviendo y durmiendo en la calle. Este número muy probablemente esté en ascenso a la par del aumento de la pobreza e indigencia que situó a las infancias como el grupo etario más afectado por la crisis económica producto de la pandemia. 

Hoy, 8 millones de niñes -es decir, un 62,9% del total- se encuentran bajo la línea de pobreza en nuestro país. Las infancias en situación de calle están en una circunstancia de extrema vulnerabilidad y de total desprotección por parte del Estado. Tener un techo bajo el cual vivir y una cama sobre la cual dormir hace a la dignidad humana, y no tenerlo impacta sobre el ejercicio pleno de los derechos de niños, niñas y adolescentes. No solo porque la falta de cocina impide el acceso a una alimentación sana -y por lo tanto a la salud integral-, sino también porque es imposible hacer la tarea sobre el asfalto sin biromes ni cuadernos. Así, el sistema impone su mejor anticuerpo: el desconocimiento. Si las infancias no son conscientes de sus derechos, no pueden reclamarlos, ni ejercerlos, y mucho menos intentar evitar que se vulneren. 

Si bien pareciera ser una buena oportunidad para resolver problemas que se vienen ignorando, garantizando la vivienda para todes aquelles niñes que se encuentran en la calle, el proyecto de ley que aborda la problemática presentado por el diputado Federico Fagioli, aún no ha sido tratado. Aún más, el decreto que impedía los desalojos no será renovado, y a las tomas de tierra que se dan producto de la indigencia, se responde con represión. ¿Los gobiernos saben -o piensan- cuántes niñes dejarán en las calles? 

A su vez, otro tema que se puso sobre la mesa es el del Abuso Sexual Infantil (ASI), una problemática muy frecuente, pero poco nombrada. La razón principal del silencio se debe a la falta de herramientas que deberíamos garantizar les adultes y el Estado para que quienes lo sufren puedan comprenderlo, ponerle palabras, y denunciarlo. Tenemos una deuda como sociedad con la aplicación de la ley de Educación Sexual Integral, sancionada 15 años atrás, que debería ser acompañada con una campaña de promoción para que les adultes sepamos escuchar, registrar y accionar frente a esas situaciones de una forma cuidadosa, receptiva y sin complicidad. 

Sin dudas que la educación es una institución imprescindible para el tránsito y formación de les niñes, pero debemos repensar el resto de las instituciones que suelen negar y callar cuando se denuncian situaciones de violencia y de abuso. Usualmente, las fuerzas de seguridad y el Poder Judicial actúan con mera impunidad sin reconocer las palabras de las infancias, tal como vimos hace una semana con la absolución del ex cura Carlos José, acusado de pedófilo. ¿Cómo pretendemos que les niñes se expresen cuando la mayoría de las veces son ignorades y excluides? 

Esta vez podremos decir con alivio que se actuó a tiempo, producto a la presión de las organizaciones políticas y sociales. A partir de la insistencia de la familia, acompañada por la comunidad, se ha logrado que distintas jurisdicciones gubernamentales articulen, redefinan sus prioridades y redirijan los esfuerzos para que la niña hoy esté de vuelta con su familia. Ahora, nos toca seguir exigiendo que todes les niñes tengan una vivienda, educación, salud, alimentación, y muchas cosas más, en condiciones dignas. Ese es el próximo paso. 

En una ciudad en la que tanto se habla de inseguridad, es bueno revalorizar el término y atender que la inseguridad es no saber si se va a poder comer mañana, es vivir precariamente con amenazas de desalojos y también es convivir con abusadores. Con estas inseguridades viven la inmensa mayoría de les niñes de nuestra patria a plena luz del día y con la complicidad de les adultes que no hacemos nada para transformarlo. ¿Algún día podremos vivir en las realidades que soñamos? ¿Llegará esa vida realmente libre y alegre que tantas personas anhelamos?

Por Natalia Narvaez, Andres Doudchitzky, Sofia Cammarota, Valentina Corbani y Guido Loffreda
Niñez y Juventud – Vamos

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