Batalla de Ideas

12 marzo, 2021

Notas Psi: el retorno de la sexualidad y el psicoanálisis interpelado

En este artículo se realiza una aproximación a un campo de problemas configurado en la intersección entre el psicoanálisis y los estudios de género y LGBTTIQ+. Para ello se irán proponiendo autores psicoanalistas que han contribuido con aportes teóricos originales a dicho campo de problemas.

Juan Pablo Pulleiro*

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El psicoanálisis ha sido en sus orígenes una teoría y una disciplina establecida en torno a la sexualidad. La obra de Freud propone a lo largo de sus variados textos de modo insistente que el inconsciente es sexual, y en base a ello se plantean una serie de nociones con las que aquel va ampliando y desarrollando tal definición elemental de la teoría: sexualidad infantil, principio del placer, masoquismo primario, autoerotismo, pulsión sexual, son algunos de los más relevantes y difundidos. Asimismo, aun cuando el interés de los teóricos de psicoanálisis postfreudianos ha sido diversificador y ha encontrado postulados que disputan la centralidad de la sexualidad, sería un trabajo probablemente infructuoso pretender ubicar alguno que haya eludido darle lugar en la doctrina a la misma.

En los últimos tiempos, el psicoanálisis viene siendo interpelado. Debemos resaltar que desde los orígenes históricos de la disciplina esta ha sido blanco de cuestionamientos, siendo en un comienzo tildada de “pansexual”, y probablemente atacada porque tal temática movilizaba fuerzas reaccionarias vinculadas con la llamada moral victoriana, así como con valores patriarcales y religiosos. Ahora bien, con posterioridad el discurso psicoanalítico ganó legitimidad en lo que respecta al saber social y las críticas más notorias comenzaron a volcarse hacia otros temas (en los que ahora no me detendré, pero nombraré el “rigor científico”) sobre los cuales les psicoanalistas han elaborado respuestas numerosas y mantenido una confrontación sistemática en función de la defensa de la disciplina como garante de una ética basada en el reconocimiento del otro como sujeto.

Entonces, contemporáneamente, como escribí más arriba, el psicoanálisis está siendo interpelado. Es notorio que muches colegas no distinguen crítica de ataque, tampoco suele interesar lograr una caracterización de quien proviene la interpelación: se suele partir de una concepción en la que, por ser el psicoanálisis “esencialmente” contracultural, antisistema y subversivo,  se deriva en un fantasma: que la disciplina está en peligro y el otro siempre encarna el reverso de tales principios. Tales fantasías megalómanas deben revisarse para ajustar el marco de alianzas si fuera así que tales principios elementales son dignos de ser defendidos, pero también para observar que adentro no siempre son reconocibles.

Para comenzar ese trabajo, basta con tomarse el mínimo trabajo de leer algunes autores de relevancia (Gayle Rubin, Paul B. Preciado, Judith Butler y Roswitha Scholz, entre otres) para encontrarse con el reconocimiento del estatuto del psicoanálisis como teoría del sujeto, y de sus aportes en lo que respecta al campo de la sexualidad. Sintetizando la problemática que estoy planteando: existen críticas a distintas concepciones psicoanalíticas sobre la sexualidad desde hace al menos medio siglo, así como también existen psicoanalistas que trabajan desde hace décadas sobre problemas iluminados desde el feminismo o los estudios de género, y también algunas respuestas (o reacciones) de psicoanalistas a las acusaciones de misoginia teórica, pero no ha sido hasta que movimientos feministas y LGBTTIQ+ hicieron agenda con sus reivindicaciones y ganaron espacio público que al interior del campo psicoanalítico se hizo notoria la conveniencia de responder de algún modo. Tales respuestas son variadas, y si bien han resonado muchos de los cuestionamientos en colegas dispuestes a refinar el corpus conceptual y a recalibrar la práctica, la defensa del status quo se ha puesto en marcha mediante diferentes estrategias, que van desde la descalificación (“lo que pasa es que no entienden el psicoanálisis”) a la defensa religiosa de autores y teorías. Este estado de las cosas no debería asombrarnos ya que no hace sino reflejar que no hay un psicoanálisis. Aunque por otro lado, quizás por los largos años de marginalidad de los planteos más receptivos a las problemáticas señaladas “desde afuera” y por ser “la línea hegemónica” hacia adentro la del rechazo, la participación en los debates públicos ha sido menor, y la posición frente a los procesos de visibilización y de lucha por los derechos sexuales ha sido más bien próxima a la de un científico que la ve de afuera, llegando también a contribuir a la psicopatologización de lo no hetero-cis-normativo.

Siendo así, estos últimos tiempos han sido también promisorios para el psicoanálisis, siendo que comienzan a ser revalorizados esos aportes antes marginales, o al menos que no entran en las consideraciones del “Un psicoanálisis”, ese que se presenta como el único posible.

El objetivo que me propongo con este y próximos artículos es la presentación de algunos conceptos y autores que aproximan algunas herramientas teóricas desde nuestra disciplina a los debates abiertos a partir de intelectuales y movimientos políticos que vienen agujereando el saber hetero-cis-normado. A la vez, me interesa realizar una selección entre tales aproximaciones al tema de elaboraciones que posibiliten reflexionar sobre la especificidad disciplinar en lo que respecta a las contribuciones (quiero decir, que no recuperare enunciaciones más bien sociológicas u antropológicas que podemos traficar les psicoanalistas). Por último, antes de meterme en dicha labor, no está de más aclarar que no podré evitar reponer una lectura que no es sino particular.

El retorno a Freud de Laplanche y su incorporación de la categoría «género»

Jean Laplanche fue un psicoanalista francés que dedicó buena parte de su vida a realizar un trabajo de elucidación de la obra freudiana, proponiendo un modelo de lectura histórico-analítico sobre la misma, que permite -entre otras cosas- superar la visión superficial que en ocasiones asumimos les psicoanalistas respecto a los giros argumentativos del primer psicoanalista (“cambio de opinión”, “reconoció el yerro”, etc.) y poner de relieve conflictos y soluciones de compromiso detrás de tales mutaciones teóricas. Por otro lado, ha insistido en la centralidad de la sexualidad para la disciplina y aportado en ese campo la “teoría de la seducción generalizada” en la que se desarrollan algunas nociones que serán recuperadas aquí. Siendo por lo tanto un intelectual cuyo pensamiento no deja nunca de referir a la “sexualidad”, y a los fines de realizar una breve presentación de algunas nociones laplancheanas resonantes a los debates al comienzo señalados, me centraré -lo que implicará dejar de lado otros probables aportes- en el texto El Género, el sexo, lo sexual en el que debate explícitamente con Judith Butler (quien se nutre de los desarrollos laplancheanos), y en el que -por decirlo en criollo- recoge el guante y da cuenta de que el género es una categoría útil al psicoanálisis. Destacándose en esa metabolización categorial que el psicoanálisis conserva un margen de especificidad en lo que en lo que su aporte a la conceptualización de la sexualidad se refiere. Para ello, comenzaré por brindar algunas nociones que podrían resultar introductorias y complementarias al texto mencionado que provienen de variados fuentes del autor, para en una segunda parte de este artículo meterme cabalmente con el contenido del artículo que nombré antes.

La sexualidad es histórica

En uno de sus primeros libros en solitario, Laplanche trabaja en torno a la delimitación de la sexualidad como hecho histórico, no solo en un sentido general sino también individual: cada quien construye su sexualidad. Esto que seguramente a muches podrá parecerles trillado a esta altura, debe ser contextualizado sin dejar de observar si hay aspectos originales del planteo. En relación al contexto hay que decir que el texto en cuestión (Vida y Muerte en psicoanálisis) antecede por ejemplo a Historia de la Sexualidad de Foucault, texto canonizado en lo que respecta al tema.

Por otro lado, en el seno del psicoanálisis, tal planteo confronta con otros biologizantes de la sexualidad (legado freudiano) o innatistas (legado kleiniano). En relación a la originalidad del planteo, pienso que Laplanche brinda hipótesis interesantes para el entendimiento de lo mutable y lo que se presentaría como inmutable sin perder la referencia sociohistórica, así como redefine categorías como sexo-género, desarmando su condición de “par” y superando el binarismo “naturaleza-cultura” que muchas veces hace de marco a las mismas.

Además, la reflexión del autor respecto a nociones tales, parte de destacar que la sexualidad del psicoanálisis es la sexualidad infantil, una sexualidad que subsiste en el adulto y que se halla emancipada del orden biológico, que no está fijada a objetos determinados. Desde este punto de vista, el trabajo del autor respecto al género y al sexo, partirá de enfatizar la posición de le niñe en -lo que se podría llamar- su individuación socializada, en tanto el desarrollo sexual dependería de la sexualidad de les adultes que lo crían, quienes a su vez ya cuentan con un psiquismo que ya presenta una configuración que supone algunas elaboraciones en lo que respecta a la sexualidad, y que a la vez ha pasado por la posición en la que se encuentra le niñe. Esta situación de desigualdad inicial es crucial para el autor dado que le adulte implanta mensajes que son enigmático para le niñe y que ponen a trabajar el aparato psíquico frente a los mismos. El trabajo que inicia el aparato psíquico, implica una serie de traducciones siempre fallidas y nunca totales, lo que habilita una concepción diferente a las que suponen que la sexualidad se “interioriza” pasivamente, ofreciéndonos una mirada alternativa al adultocentrismo imperante en otros modelos teóricos.

Volviendo sobre lo que adelanté en lo que respecta a herramientas conceptuales que permiten encarar de un modo particular el problema de establecer como punto de partida el binario naturaleza-cultura (donde por mucho tiempo se ubicó al sexo por un lado y al género por otro) Laplanche ofrece en sus seminarios publicados bajo el título Problemáticas 2, una definición que aunque resultará provisoria y reformulada, luego es útil prestarle atención porque grafica la intención que destaco:

“La distinción entre sexo y  género es indispensable en psicoanálisis. Intento darle un sentido preciso, muy diferente de los presupuestos y finalmente de la confusión  que introduce Stoller. Es especialmente insostenible colocar a uno de los términos del lado de la anatomía y al otro del de la psicología. Conviene llamar sexo al conjunto de determinaciones físicas o psíquicas, comportamientos, fantasmas, etc., directamente ligadas a la función sexuada y al placer sexual. Y género, al conjunto de determinaciones físicas o psíquicas, comportamientos, fantasmas, etc., ligados a la distinción masculino-femenino. La distinción de géneros va desde las diferencias somáticas «secundarias» hasta el género gramatical, pasando por los hábitos, la vestimenta, el rol social, etcétera”.

En ese sentido, el psicoanalista francés también ha advertido que la sexualidad adulta adquiere la apariencia de un instinto. Dicho de otro modo, en su mismo desarrollo histórico la sexualidad se configura con un hecho “preformado”, es decir como condición del desarrollo de la sexualidad. Esa cualidad que comparte con lo instintivo ha motivado interpretaciones biologizantes de la sexualidad, pero lo que nos debe hacer pensar es que “eso” que se constituye en un proceso histórico termina posicionándose como lo que está primero, lo estructurado se constituye como estructurante, y poco permeable a una re-historización. Por lo que en la obra laplancheana “lo histórico” puede resultar más fijo que “lo biológico”.

Ese enfoque del problema sin dudas se aleja del hábito científico de ordenar estancamente los hechos a partir de la dicotomía natural-social, y a partir de características excluyentes y exclusivas de cada una de las dos posibilidades. Desde este marco, es que Laplanche se aproximará al debate intelectual sobre el sexo y el género, entendiendo que el sexo es un producto necesario del género. Argumentando que es más temprana la construcción en le niñe del género (como un sistema mínimo de atributos femeninos o masculinos) que la del sexo. En ese sentido el género-sexo será un continuo en el cual el sexo es un producto del género, que resulta necesario para organizar al mismo. Al mismo tiempo, su interés pasará por echar luz sobre los procesos de individuación (me refiero al desarrollo de la sexualidad que cada quien va haciendo) que serían siempre conflictivos, lo que le permitirá indicar que tanto el género como el sexo se establecen como medio de producción de los procesos represivos que se dan en el psiquismo.

Para ir concluyendo con esta primer parte del artículo, me interesa destacar que en tal proceso de metabolización teórica del género como categoría, Laplanche encuentra además mejores herramientas para delimitar el aporte psicoanalítico sobre el tema, comenzando a utilizar el término “lo sexual” y desplazando el término “sexualidad” a tópicos vinculados al género y al sexo. Partiendo de allí en la próxima entrega del artículo, además de extender la presentación de las ideas del autor espero volver más inteligibles nociones mencionadas aquí como “sexualidad infantil”, “mensaje enigmático” y “traducción”. 

*Trabajador de la salud pública / psicoanalista

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