10 marzo, 2021
El proyecto de desprestigiar lo público
El plan de vacunación en la Ciudad de Buenos Aires fue un completo desastre. Cuadras de fila de adultes mayores aglomerades que sufrieron el calor y el abandono en los centros de atención, sin respuestas al PAMI que intentó colaborar y “tercerizando” parte de la vacunación a hospitales privados. Más que improvisación, parece un plan de desprestigio de la salud pública. ¿Qué busca Cambiemos con esto? ¿Cuál es el plan?


Hernán Aisenberg
La semana pasada empezó la vacunación masiva en la Provincia de Buenos Aires. Personas mayores de 80 y luego de 70 años comenzaron a vacunarse después de tener a todo el personal de salud inmunizado, llevando a cabo en paralelo la inoculación de docentes, no docentes y auxiliares de cara al inicio de la presencialidad.
Esto lo pudieron hacer por un buen trabajo de previsión en la previa, donde fueron inscribiendo y dando turnos incluso antes de recibir las vacunas. Sin embargo, la grieta tenía que dar la nota. Primero el debate sobre el vacunatorio VIP que le costó el cargo al ministro de Salud de la Nación, y ahora muchos antikirchneristas se preguntan por las redes por qué agradecer a funcionaries de la provincia por el exitoso plan.
“Felicitar y agradecer a la política es politizar la vacuna”, decían libremente por las redes algunos militantes “libertarios”. Sin embargo, lo que subyace de fondo es la idea profundamente neoliberal de que la salud, la vacunación o incluso la superación de la pandemia no tienen nada que ver con las disputas políticas. Esta estrategia no es nueva ni revolucionaria. Al contrario, tiene por lo menos 30 años y la expresión emblemática fue aquel decálogo de la reforma menemista del Estado expresado por el ex Ministro de Obras Públicas, Roberto Dromi: “Nada de lo que deba ser estatal, permanecerá en manos del Estado”.
En una nota de la semana pasada contamos que nadie tenía muy en claro cuál era la estrategia de vacunación de la Ciudad de Buenos Aires. Más ocupades por denunciar un reparto desigual a nivel federal o la vacunación VIP del ministro de Salud de la Nación, nunca propusieron un método útil para que la situación no colapsara.
En esa misma nota describimos que en el tiempo que la Provincia de Buenos Aires vacunó a todo su personal de salud, la Ciudad solo lo hizo en un 50%, y que mientras el Consejo Federal de Educación había acordado incorporar a todo el personal escolar dentro de las prioridades para volver a la presencialidad, el único distrito que no adhirió a este acuerdo fue CABA, dependiente de la Ministra Soledad Acuña.
Sin les trabajadores de salud vacunades en su totalidad, sin la población escolar incorporada como prioritaria y sin un plan ordenado para inmunizar a la población más vulnerable, cualquiera diría fácilmente que la improvisación probablemente vaya a generar pésimos resultados.
En ese marco, el PAMI, a cargo de Luana Volnovich, se ofreció a colaborar dado que la CABA tiene más de 360 mil afiliades a esta institución que es fundamental para colaborar con el método y el proyecto de vacunación, ya que son las personas más vulnerables al COVID-19. Pero la Ciudad de Buenos Aires nunca contestó el ofrecimiento. ¿Será por qué no quería recibir colaboración de una funcionaria que se reconoce como militante de La Cámpora? ¿No sería eso también politizar la vacunación? ¿O será simplemente porque el PAMI es un organismo estatal y no privado?
Es que los privados sí recibieron respuesta. Con la excusa de la “descentralización”, el Gobierno de la Ciudad ya había entregado 9900 vacunas repartidas al Hospital Italiano, Alemán, Británico, el Sanatorio Güemes, el CEMIC y las obras sociales OSECAC (empleados de comercio) y OBSBA (Obra Social de los trabajadores de la Ciudad). PAMI no, pero hospitales privados sí. Esa es la política escandalosa de desigualdad propuesta por el neoliberalismo. Los que pagan por su salud tendrán las vacunas, los que no pagan criticarán al servicio de salud pública.
Así llegamos al gran papelón de la ciudad más rica del país, en donde vimos largas filas de adultes mayores que esperaban vacunarse como si estuvieran haciendo una fila para un superclásico o un recital de los Redondos. Teniendo que esperar de pie y bajo el sol, no sólo expusieron a estas personas a descompensaciones y cansancios, sino a enormes focos de contagio del virus, siendo de las poblaciones más expuestas a generar cuadros graves. “Los viejos somos descartables”, le dijo una señora entre lágrimas a un notero haciendo la fila en el predio de San Lorenzo, en Boedo.
Quienes recuerden aquellas privatizaciones de los noventa, recuerdan que antes de convencernos de privatizar, tuvieron que convencernos que el servicio público funcionaba mal. Así fue que políticos, periodistas y comunicadores sociales se encargaron de mostrarnos lo mal que funcionaban empresas como ENTEL, Obras Sanitarias, Aerolíneas Argentinas o YPF para que luego sea más hegemónica la idea de vender. Por eso con la foto de hoy es imposible no recuperar esa memoria que sigue vigente.
En esta ocasión negaron la pandemia, la escondieron, reclamaron por la cuarentena interminable, criticaron las vacunas por sus orígenes, después se desesperaron por recibirlas, se indignaron por el vacunatorio VIP de Ginés, pero no los escuchamos criticar al ministro de Salud de Corrientes, y cuando parecía que ya no había qué criticar, pusieron en duda todo el plan de vacunación.
No sería extraño pensar que Cambiemos inició una fuerte campaña de desprestigio a la salud pública, aprovechando la importancia que tiene la campaña de vacunación. Quizá al principio cueste encontrar la conexión, pero si algo faltara podemos recordar también que al menemismo lo continuó el gobierno neoliberal de la Alianza, en el que Horacio Rodríguez Larreta fue Director de aquel PAMI, institución a la que hoy no responde. En aquel momento no sólo lo desfinanció y lo quebró, sino que por una estafa en la que involucró a la Fundación Favaloro, uno de lo cardiólogos más respetados del mundo se suicidó por no soportar como vaciaban la salud pública. ¿Casualidad o proyecto político?
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