Géneros

4 marzo, 2021

8M: las mismas reivindicaciones renovadas a la luz de la pandemia

El lunes próximo se vuelve a conmemorar un nuevo 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, fecha en que celebramos en todo el mundo la lucha de las mujeres por la igualdad, el reconocimiento y ejercicio efectivo de sus derechos.

Guadalupe Santana

@puede_fallar

COMPARTIR AHORA

Este 8M adquiere nuevas o, mejor dicho, viejas pero revitalizadas significaciones. La pandemia que atravesamos desde marzo del año pasado agudizó y visibilizó las desigualdades que sufrimos tanto mujeres como personas LGBTTI+.

En el contexto de la pandemia, se puso especialmente en evidencia que somos la clase que vive de su trabajo quienes movemos el mundo y que sin nuestro trabajo, no hay producción ni ganancia para el capital. Esta premisa quedó de manifiesto cuando ante la primera medida sanitaria de la cuarentena que restringía la presencialidad en los lugares de trabajo, los empresarios hicieron todo lo posible por boicotearla. Con ello, no hicieron otra cosa que demostrar que quienes producimos la riqueza de las sociedades somos les laburantes con nuestro trabajo. 

Pero aún al inicio de la cuarentena, cuando todas las actividades productivas paraban a lo largo del globo, otras tareas no sólo no paraban, sino que aparecían como fundamentales para la prevención y cuidado de las poblaciones. Las tareas de sanitización, limpieza, las compras y distribución de alimentos y elementos de higiene, la reorganización familiar para compatibilizar las rutinas de todos los miembros, el teletrabajo, la olla y el comedor barrial se volvieron visibles en cuanto a su indispensabilidad. Del mismo modo fueron puestas en valor aquellas profesiones que operan socialmente como una extensión de las de cuidado: limpieza, salud, educación, etc. 

Con la flexibilización de las medidas sanitarias y la vuelta a la presencialidad en las escuelas, la carga de los cuidados se intensificó aún más por la complejidad y superposición de los protocolos. 

A su vez, en el ámbito productivo se expusieron una serie de desigualdades que complicaron aún más nuestra participación en el ya expulsivo mercado de trabajo. Somos las mujeres, y sobre todo las jóvenes, quienes tenemos los trabajos más precarios que son interrumpidos por los empleadores sin ninguna indemnización -como el trabajo doméstico que está altamente feminizado-, las que tuvimos que recurrir a la licencia por cuidado de menores a cargo mientras las instituciones educativas estuvieron cerradas -en el mejor de los casos en que cumpliera con ese derecho-, las que hacemos malabares entre las clases virtuales de les pibis, las tareas domésticas de siempre, más las de sanitización y el teletrabajo, etcétera. 

Durante la vieja normalidad, según el INDEC, las mujeres destinaban en promedio más de seis horas diarias para las tareas de cuidado, mientras que los varones, la mitad. Pero esta distribución asimétrica de las tareas del hogar se mantuvo incluso durante el 2020, cuando la pandemia causó que los varones trabajaran, en promedio, menos horas por semana (de 40 pasaron a 36). Así y todo, el 73% de las personas que realizaron tareas del hogar fueron mujeres (EPH-2º trimestre 2020). 

Las que hacemos mover el mundo

Sin embargo, ese trabajo reproductivo al que destinamos tiempo, carga mental y subjetiva, dinero, dedicación, por el cual resignamos otros tiempos (de trabajo remunerado, de ocio, de formación, de militancia, etc.) no es reconocido ni remunerado en su magnitud. A la vez, por el peso de estas tareas reproductivas, estamos sobrerrepresentadas en la pobreza y en los índices de precarización laboral y somos más vulnerables a la violencia machista. Ni hablar del colectivo travesti-trans que se encuentra totalmente excluido del mercado de trabajo y a raíz de ello, cuenta con un promedio de vida propio de siglos pasados por lo cual exigimos que el cupo laboral sea ley. 

En síntesis, la pandemia no sólo mostró lo fundamental del trabajo productivo que realizamos como laburantes, sino de aquél que realizamos como mujeres e identidades feminizadas y que es central en la reproducción de la vida de nuestras familias y nuestras barriadas y por ende, del trabajo productivo y del sistema capitalista en su conjunto. 

Capitalismo y patriarcado se sintetizan en una división sexual del trabajo que nos relega a las mujeres a nuestros hogares y nos asigna tareas domésticas y desvalorizadas. Hoy ya no estamos confinadas al ámbito privado, salimos y laburamos codo a codo con nuestres compañeres (aunque con menos derechos). Sin embargo, ellos no han entrado al mundo doméstico del mismo modo. Esta desigualdad configura una verdadera injusticia contra la que venimos luchando hace tiempo.  

También podemos pararlo

Desde el 16 de octubre de 2016, cuando realizamos el primer paro de mujeres, el movimiento feminista recurre a la herramienta clásica de les trabajadores asalariades organizades para expresar su rechazo a las desigualdades que nos atraviesan como mujeres y personas LGBTTI+.  

De allí, la herramienta mostró su productividad simbólica y política, ya que si bien el paro es un repertorio típico de les trabajadores -y las mujeres lo somos- también adquirió una dimensión disruptiva al mostrarse como una interrupción de las tareas reproductivas. Tal como señala Verónica Gago en su libro La Potencia Feminista, “el paro feminista, a diferencia de la huelga obrera tradicional (es decir, del movimiento obrero, masculino, asalariado y sindicalizado) no está sólo vinculado a «oficios». Remite al mismo tiempo a ciertas tareas específicas ligadas a la producción y a la reproducción y, por lo tanto, a una cuestión genérica: explicita por qué ciertas tareas corresponden a una determinada división sexual del trabajo. En este sentido, es a la vez paro laboral y paro existencial”.

El paro internacional feminista, entonces, es la puesta en práctica del rechazo a la invisibilidad de nuestros esfuerzos, de nuestros tiempos vitales, sobre la cual se estructura un sistema económico, político y social que se sostiene en la desvalorización sistemática de nuestro trabajo. 

El paro de actividades en nuestros lugares de trabajo, nuestras casas, nuestros barrios nos devuelve, como un espejo, el reflejo de nuestra experiencia e identidad compartida como trabajadoras (“trabajadoras somos todas”) y nos dota de unidad estratégica en tiempos de fragmentación e individualismo neoliberal. Esa claridad fue la que nos permitió unificar esfuerzos para hacer el primer paro contra el gobierno de Macri y la que debería ahora, plantear aportes para una salida de la crisis donde no seamos nosotras las que sigamos pagando los platos rotos. 

Los cuidados en las agendas

Si la pandemia nos deja una enseñanza y un desafío para la nueva normalidad que ya estamos tramando, es revalorizar socialmente estas tareas y reparar esta desigual e injusta distribución de los tiempos y del ingreso. La igualdad se consigue con transformaciones profundas y la redistribución de los cuidados, ya está en agenda pero de manera desigual.

En la apertura de sesiones ordinarias del 1º de marzo, el presidente Alberto Fernández mencionó el proyecto de Sistema Integral y Federal de Cuidados que se encuentra en elaboración desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad para presentar en la Cámara de Diputades en lo inmediato que se suma a otro proyecto de licencias laborales equitativas ya presentado e impulsado por el sindicalismo feminista. 

Por su parte, Larreta en su discurso de apertura de sesiones legislativas en la CABA no pudo omitir la transversalidad de la cuestión de género pero mostró una carencia notable de iniciativas concretas para paliar estas desigualdades, comenzando por las más urgentes de atención de las personas en situación de violencia por razones de género, cuyos dispositivos actuales son totalmente insuficientes. Resulta lamentable que la fuerza que gobierna el distrito más rico del país aún no cuente con una agenda de temáticas de género a la altura de la pretendida modernidad con la que se auto perciben. Un buen inicio sería la creación del Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad en la Ciudad para, al menos, estar a la altura de lo que está sucediendo a nivel nacional. 

*Referente de Vamos-CABA y Secretaria de Juventudes de AEJBA

Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.

Aportá a Notas