11 febrero, 2021
Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia: la neutralidad es desigualdad y violencia
Una fecha estipulada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2015 con el objetivo de visibilizar a las mujeres en la ciencia y apuntar a lograr el acceso y la participación igualitaria y equitativa. Porque la Ciencia y la Tecnología no son cosas de hombres.
Florencia Trentini*
No es desconocida la afirmación que reza que los grandes científicos son hombres. De hecho, desde la ciencia se ha ayudado a construir y validar la idea de la desigualdad entre hombres y mujeres desde explicaciones biologicistas. Donde, obviamente, nosotras seríamos una versión menos evolucionada, a partir de argumentos como el tamaño de nuestros cráneos, y otras teorías igual de insólitas.
Pero como todes sabemos, el tamaño no importa y son el machismo y el patriarcado los que hacen -tanto en la ciencia y la tecnología, como en la sociedad en general- que nuestras posibilidades sean distintas a las de nuestros compañeros varones cis heteosexuales. Esto se ve profundizado en el sector científico y tecnológico, porque la supuesta neutralidad ayuda a seguir invisibilizando las fuertes diferencias que existen, y a negar que esa neutralidad es la mayoría de las veces la visión y versión androcéntrica de la historia.
No curiosamente fuimos las mujeres las que desde la misma ciencia discutimos estos argumentos con estudios desde la biología y la antropología, por ejemplo. Asimismo, numerosos estudios históricos centrados en la cuestión de género han mostrado los obstáculos que debimos sortear y la invisibilización que sufrimos a lo largo de los años.
Así, actualmente existen sobradas muestras de lo que se conoce como “efecto Matilda”, que implica el no reconocimiento de los logros de mujeres científicas, atribuyendo su trabajo a sus colegas varones, lo que perpetúa el supuesto de que los grandes científicos de la historia fueron hombres.
Ciencia y Género
Actualmente Ciencia y Género son dos conceptos que se articulan para revisar, repensar y rediscutir problemáticas sociales. Desde diversas disciplinas, los estudios científicos con perspectiva de género permiten deconstruir nuestros roles, nuestros comportamientos y hasta nuestras identidades. Y en ese recorrido brindan la posibilidad de desarmar prejuicios y estigmatizaciones particulares sobre género y sexualidades.
El campo de investigación sobre la ciencia, la tecnología y el género puede remontarse a la pregunta de Alice Rossi “¿por qué tan pocas?”, buscando responder a algo que no era nuevo, sino que tenía tantos años como la misma ciencia, pero que recién en la década del ´60 se torna tema de estudio.
En la ciencia, los estudios con perspectiva de género han permitido una mayor comprensión de los propios procesos de producción del conocimiento, mostrando cómo las teorías científicas o los diseños tecnológicos pueden reflejar, perpetuar y hasta reforzar las desigualdades de género. Desde un posicionamiento sumamente político, los estudios feministas han construido una perspectiva teórica que cuestiona la existencia de roles biológicamente y naturalmente determinados, mostrando que las desigualdades son construcciones sociales y que como tales también pueden ser deconstruidas.
Además, los estudios de género permitieron ver cómo las generalizaciones científicas están basadas en un fuerte sesgo androcéntrico que presenta las hipótesis, el análisis y las conclusiones desde el punto de vista masculino, que suele ser sinónimo de neutralidad y objetividad. Frente a esto, la epistemología feminista aboga por un conocimiento situado y político, dejando en claro el lugar desde el cual se parte, porque ningún conocimiento está desligado del contexto y de la subjetividad de quién lo construye.
Como se pregunta Tuana desde lo que denomina epistemología de la ignorancia, ¿qué ignorancias traéríamos a escena en materia de política científica si partiéramos de subvertir las omisiones de nuestras propias ciencias?
¿Ciencias celestes y ciencias rosas?
El otro problema es que si bien en los últimos años la presencia de las mujeres en la ciencia y la tecnología empezó a ser visibilizada a fuerza de la propia organización feminista, la situación no es igual en todas las disciplinas. La presencia de varones en algunas es abrumadoramente mayoritaria.
Según un informe de la UNESCO sobre la situación de niñas y mujeres en la educación en ciencia, ingeniería y matemática (STEM) tres de cada diez investigadores del mundo son mujeres, y tan sólo 17 mujeres han ganado el Premio Nobel de física, química o medicina desde que Marie Curie lo obtuvo en 1903. En contraposición, el premio fue para 572 hombres.
En Argentina, por ejemplo, el caso de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) muestra esta desproporción. Las mujeres son solo el 33% de toda la planta. Y en el Instituto Balseiro, en el que se dictan las carreras de grado en Física, Ingeniería Nuclear e Ingeniería Mecánica, maestrías en Física, Física Médica e Ingeniería y doctorados en Física, Ingeniería Nuclear y Ciencias de la Ingeniería, las mujeres representan el 10% de su matrícula.
Mientras tanto, otras disciplinas y áreas están altamente feminizadas. Dentro del CONICET, por ejemplo, en las áreas de Ciencias Biológicas y de la Salud, las mujeres son el 64% de la planta de investigadores formades y en formación.
Esta división está lejos de ser “natural”, sino que se construye social e históricamente, porque los estereotipos de género sobre las habilidades intelectuales aparecen a muy temprana edad y tienen consecuencias directas sobre nuestros intereses. En 2017, un estudio publicado en la revista Science mostró que a partir de los 6 años las niñas dejan de asociar la idea de genialidad con su propio género.
Básicamente, la sociedad nos prepara desde pequeñas para las tareas reproductivas y de cuidado, y así jugamos a amamantar bebés, cocinar, barrer y hacer los mandados, mientras los varones se ensucian explorando, se fascinan con dinosaurios, arman estructuras con ladrillitos o hasta directamente tienen juegos de ciencia y minilaboratorios.
El techo de cristal en la ciencia
La metáfora del “techo de cristal” es utilizada para explicar los obstáculos y limitaciones con las que nos encontramos las mujeres al momento de ascender laboralmente. Si bien no existen dispositivos establecidos y visibles que impongan estos límites, en la práctica cotidiana son varios los factores que permiten explicar los motivos de esta barrera “invisible” difícil de traspasar.
Esto puede verse claramente en el CONICET. Si bien hoy el organismo es presidido por una mujer, la Dra. Ana Franchi -quien además es una de las fundadoras de la Red Argentina de Género, Ciencia y Tecnología- todavía falta mucho para revertir las desigualdades que se van generando a medida que une avanza en su carrera científica.
En el primer escalafón de la Carrera de Investigador Científico (CIC) las mujeres representan casi el 60%, sin embargo la proporción se reduce con las sucesivas promociones. Entre les investigadores principales las mujeres son el 42%, y entre les superiores tan solo el 23%.
Nuevamente esto no es casual o “natural” sino el resultado de sucesivos procesos de evaluación sin perspectiva de género, que no tienen en cuenta, sobre todo, las desigualdades en las tareas de cuidado. De hecho, resta esperar a ver cómo impactarán en las futuras promociones los meses de pandemia, sin escuelas u otras redes de cuidado posible, producto del aislamiento obligatorio.
Por estos motivos, se viene peleando por derechos laborales como la necesidad de acceder a licencias de maternidad y paternidad más extensas y paritarias, por jardines infantiles y lactarios en los lugares de trabajo, entre otros reclamos que permitirían abordar las desigualdades en materia de cuidados.
A todo esto hay que sumarle la fuerte problemática de la violencia de género, exacerbada por los particulares vínculos personales que se construyen entre “directores/as” y “dirigidos/as”, brindando lugar a relaciones en las que situaciones de violencia, como que tu director/a opine sobre cuándo podés o no tener un hijo, se naturalicen y acepten.
La aplicación de protocolos contra la violencia de género ha sido, por estos motivos, una de las demandas más fuertes de las mujeres del sector. El CONICET tiene, desde 2017, un protocolo contra la violencia laboral, con perspectiva de género, pero resta avanzar en su difusión y efectiva implementación, para que pueda ser una herramienta efectiva de prevención y abordaje.
Por todo esto, cuando escuches que la ciencia es neutral, discutilo. No lo es en tanto mundo del trabajo cotidiano por el que transitamos muchas. Y no lo es en el cómo, qué y para qué de la producción de conocimiento. El machismo y el patriarcado la atraviesan como a todas las esferas de nuestra vida social. Por eso, también en esta se va a caer, porque lo vamos a tirar.
*Doctora en Antropología. Investigadora Asistente del Conicet
Si llegaste hasta acá es porque te interesa la información rigurosa, porque valorás tener otra mirada más allá del bombardeo cotidiano de la gran mayoría de los medios. NOTAS Periodismo Popular cuenta con vos para renovarse cada día. Defendé la otra mirada.