Ambiente y Hábitat

2 febrero, 2021

Día Mundial de los Humedales: defender la vida frente al capital

Hace 50 años se firmó en Ramsar, ciudad de Irán, el Convenio sobre los Humedales. Desde 1997, cada 2 de febrero se celebra esta fecha para conmemorar este tratado internacional que establece los lineamientos para la conservación de estos espacios. En nuestro país su protección se ha vuelto una prioridad del movimiento ambientalista que viene peleando por la sanción de una Ley Nacional de Humedales

Florencia Trentini

@Flortrentini

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Los humedales son zonas de tierra inundadas de forma permanente o temporal. Son ecosistemas complejos que no califican ni como terrestres ni como marítimos, sino que presentan ciclos de subas y bajas del agua. Los humedales pueden incluir ecosistemas naturales variados como bosques fluviales, zonas costeras y marítimas, playas, bañados, arrecifes, pastizales húmedos, pantanos, turberas, estuarios, deltas, manglares. El agua es el elemento que los distingue. Su dinámica ecosistémica es extremadamente frágil, ya que estos ciclos pueden ser alterados por actividades que no tengan en cuenta estas particularidades y tiempos.

Además son ecosistemas que se caracterizan por su gran diversidad biológica, adaptada a estos ciclos que presentan períodos de sequía e inundaciones. Se calcula que el 40% de la biodiversidad mundial vive o se reproduce en estos espacios. Sumado a esto son grandes filtros depuradores y reservorios de agua dulce. Sirven para amortiguar los impactos de las lluvias y se consideran fundamentales en la lucha contra el cambio climático, en tanto almacenan más carbono que el resto de los ecosistemas.
La pérdida de los humedales a nivel mundial es extremadamente preocupante. Están desapareciendo tres veces más rápido que los bosques.

Desde principios del siglo XX se calcula que se perdió el 64% de este tipo de ecosistema a nivel mundial. Esto se debe principalmente a las transformaciones en el uso del suelo, ya que son zonas codiciadas para la ganadería, la agricultura y el desarrollo inmobiliario para la expansión de ciudades. Pero también es resultado de los efectos del cambio climático.

En este marco, para su protección y conservación la UNESCO firmó en 1971 la Convención sobre Humedales, conocida como Convención de Ramsar, por el lugar de su firma. La misma rige desde 1975 y su principal objetivo es “la conservación y el uso racional de los humedales mediante acciones locales, regionales y nacionales y gracias a la cooperación internacional, como contribución al logro de un desarrollo sostenible en todo el mundo”.
Hasta la fecha el número de países que adhieren al tratado asciende a 171.

La participación en el mismo implica una serie de compromisos generales de conservación y uso de los humedales y la obligación concreta de designar al menos un humedal para ser incluido en la Lista de Humedales de Importancia Internacional y pasar a ser un “sitio Ramsar”. A nivel mundial existen 2414 de estos sitios, lo que equivale a una superficie de 254.543.972 hectáreas. Cada tres años los países miembros se reúnen para evaluar los progresos del acuerdo.

Argentina se unió a la Convención en 1991 y la misma rige desde el 4 de septiembre de 1992. Actualmente tiene declarados 23 sitios Ramsar, con una superficie de 5.714.016 hectáreas. En el país existen seis grandes regiones de humedales, desde la Puna hasta la Patagonia, y se estima que ocupan aproximadamente un cuarto del territorio nacional. En 2020 los humedales cobraron importancia en la agenda pública no por su importancia ambiental sino por su destrucción en manos del fuego.

Durante el año pasado se quemaron casi un millón de hectáreas en todo el país, 300.000 en la región del Delta del Paraná. En la provincia de Santa Fe, la más afectada por los incendios, se destacan tres sitios Ramsar: la Laguna de Melincué, Jaaukanigás y el Delta e Islas del Paraná.

Fuente: Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible

La discusión sobre el modelo de desarrollo

En 2013, Rubén Giustiniani, senador por Santa Fe presentó el primer proyecto de ley para la protección y manejo de humedales que fue aprobado por unanimidad en dicha cámara, pero no pasó de la primera comisión en Diputados y perdió estado parlamentario en 2015. En 2016 varios proyectos fueron unificados en uno presentado por el entonces senador Fernando “Pino” Solanas, nuevamente se aprobó en Senadores, pero volvió a trabarse en Diputados.

El año pasado se presentaron varios proyectos y se logró un primer dictamen en la Comisión de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Cámara de Diputados. Durante 2021 tienen que tratarlo las otras tres comisiones asignadas: Agricultura y Ganadería, Intereses Marítimos, Fluviales, Pesqueros y Portuarios y Presupuesto y Hacienda. Tiene que lograr dictamen en todas las comisiones para poder llegar a recinto.

La discusión de esta Ley se enmarca en un debate mayor sobre el modelo de desarrollo. Los incendios en el Delta del Paraná durante 2020 volvieron a poner sobre la mesa la tensión entre el capitalismo y la vida. En este marco, ante el reclamo por la protección de los humedales, nuevamente apareció el conocido latiguillo de “no quieren el progreso”, algo que los sectores concentrados suelen repetir para avanzar en sus negocios y ganancias a costa de vidas humanas y del planeta.

Una Ley de Humedales permitiría proteger a estos espacios del avance de actividades productivas que al no tener en cuenta sus ciclos ecosistémicos generan su destrucción y desaparición, algo que debido a su importancia para la conservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático tiene consecuencias devastadoras para el planeta. Pero el problema no es el desarrollo y la producción, sino un modelo de desarrollo y de productividad que deja de lado la reproducción de las vidas.

Los incendios durante 2020 mostraron que así como el fuego puede ser beneficioso para el mantenimiento de los ecosistemas y la promoción de la biodiversidad, como pobladores locales vienen llevando adelante hace cientos de años mediante las prácticas de quema. También puede ser una forma de destruir estos ecosistemas cuando es aprovechado para el lucro capitalista que lo utiliza como una forma de cambiar el uso del suelo para el desarrollo de otro tipo de producción, a la que los ciclos vitales le importan muy poco. Por eso fue un gran logro la modificación de la Ley de Manejo del Fuego para prohibir modificaciones en las áreas afectadas por incendios en un plazo de entre 30 y 60 años según el tipo de ecosistema.

En esta misma disputa sobre el modelo de desarrollo se enmarca la actual discusión sobre la Hidrovía. En unos meses vence la concesión que Hidrovía SA tiene sobre la autopista fluvial que enlaza los principales puertos de Entre Ríos, Santa Fe y Buenos Aires. En su recorrido atraviesa el importante sistema de humedales de la Cuenca del Plata (Delta del Paraná), un frágil ecosistema que debe ser protegido para no comprometer su futuro y en consecuencia el futuro de todes.

Si pensar en un modelo de desarrollo sin tener en cuenta las vidas es un problema, también lo es pensar en un modelo de protección y conservación que no tenga en cuenta los conocimientos y las prácticas de poblaciones que se desarrollan en relación a esos ecosistemas. Suele olvidarse que para las poblaciones locales los modelos de desarrollo capitalista o de conservación de la naturaleza desde un paradigma que no contemple las poblaciones humanas suele tener el mismo resultado: pobreza y exclusión.

La filósofa y ecofeminista australiana, Val Plumwood habla de “la crisis ecológica de la razón” para pensar las implicancias de los dualismo dominantes en la modernidad. Para ella la crisis ecológica que nos encontramos atravesando es “lo que la cultura dominante ha hecho de la razón”. Una razón que reclama el dominio sobre la naturaleza –ya sea para su destrucción como para su protección- a partir de múltiples centrismos: antropocentrismo, androcentrismo, eurocentrismo. Frente a esto aboga por otra forma de racionalidad, una relacional que sitúe las prácticas humanas en una ética del respeto y la responsabilidad.

En relación con esto el economista y ambientalista mexicano Enrique Leff sostiene que “la crisis ambiental es un crisis civilizatoria. Esta crisis es ante todo una crisis del conocimiento. La degradación ambiental es resultado de las formas de conocimiento a través de las cuales la humanidad ha construido el mundo y lo ha destruido por su pretensión de universalidad, generalidad y totalidad; por su objetivación y cosificación del mundo”.

El obstáculo a la posibilidad de tener una Ley de Humedales es sobre todo el hecho de que por su heterogeneidad, la protección de estos ecosistemas toca los intereses de variados grupos económicos, desde el capital concentrado del agronegocio hasta los desarrolladores urbanos. La pregunta es qué planes de desarrollo queremos, aquellos que avanzan al costo de destruir todas las vidas o los que con ellas como centro se proponen que podamos habitar este planeta un rato más.

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