29 enero, 2021
A 100 años de 1921: más allá de La Forestal
A 100 años del conflicto de La Forestal, desde Notas ofrecemos un análisis de las implicancias históricas de uno de los conflictos obreros más importantes de la primera mitad del siglo XX.


Juan Manuel Soria*
“Las paredes rezan las palabras de Rosa Luxemburgo:
los muertos nos advierten”.
Asamblea Internacional del Fuego
Al repasar un hecho ocurrido hace 100 años, la primera pregunta que puede surgir es ¿para qué? Esta es una pregunta igualmente válida e importante. Revisitar algunos episodios conflictivos de nuestra historia es fundamental al momento de aprender sobre el pasado en nuestro país, en pos de adquirir una perspectiva más amplia del mismo. Y, sin embargo, frente a la tentación de la “efeméride”, más importante aún se presenta la tarea de comprender los hechos en un marco procesual, es decir, no como situaciones aisladas sino en marcos más amplios, que permitan significar las luchas como parte de un proceso histórico más abarcativo.
En este sentido, el aniversario del conflicto de La Forestal nos abre la posibilidad de echar luz sobre la lucha de clases y la formación de las mismas en nuestro país. Las clases sociales no son grupos cerrados y estancos, más bien, es plausible afirmar que se forman fundamentalmente a partir de la experiencia de sus luchas y, por lo tanto, en relación a otras clases sociales. Son relaciones históricas, procesos fluidos y dinámicos, resultado de condiciones materiales pero también de la subjetividad de los y las agentes sociales y formadas al calor del conflicto. Por eso esta nota tiene como objetivo ir más allá de La Forestal. Nos plantearemos la tarea de recuperar la experiencia de lucha y de organización de los sectores populares de nuestro país en las primeras décadas del siglo XX, comprendiéndolas a la luz de los conflictos y las tensiones con los sectores dominantes.

I.
El suceso que nos convoca para escribir esta nota está enmarcado en un período histórico más amplio. La Forestal nos lleva a repasar a la Argentina del modelo agroexportador, al cual podríamos ubicar entre los años 1880 y 1930, luego de la consolidación del Estado Nacional. A partir de 1880, nuestro país se va a incorporar al mercado mundial en calidad de exportador de materias primas. El comienzo de una leve modernización a través de inversiones británicas, permitirá agilizar la comunicación regional y el contacto con los diferentes puertos del país. Asimismo, la llegada de la inmigración ultramarina, principalmente europea, provocará enormes cambios en la estructura social de la Argentina de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Para el año 1914, el censo nacional arroja una población de casi 9.000.000 de personas en nuestro país, de las cuales casi un 51% eran de origen extranjero. Esta situación, producto de la inmigración europea de finales del siglo XIX, se verá interrumpida a partir del estallido de la Primera Guerra Mundial, también en el año 1914. Este momento estará marcado por la hegemonía política de los sectores oligárquicos, dominación que entrará en crisis a partir del año 1916, con la llegada de la Unión Cívica Radical e Hipólito Yrigoyen a la presidencia como resultado de las primeras elecciones realizadas con voto secreto, obligatorio y “universal”, en el cual no votaban ni las mujeres ni inmigrantes.
¿Cuáles eran las condiciones de trabajo para los sectores populares en el “granero del mundo”? Es posible afirmar que una mirada amplia del período nos arroja una situación de enorme precariedad, así como la casi inexistencia de derechos laborales, en el marco de relaciones sociales de tipo capitalistas: la venta de la fuerza de trabajo a cambio de un salario. Esto estaba enmarcado en un proceso de diferenciación regional, en tanto y en cuanto Buenos Aires y el Litoral otorgaban las mayores oportunidades laborales, a partir de la radicación de industrias y servicios asociados. La desigualdad entre el “centro” y la “perfieria” de la Argentina tomaría nuevos y marcados rasgos.
El mito de la Argentina “potencia” y con un nivel de vida cercano al primer mundo hace agua si se observan las condiciones de vida de los sectores populares: al trabajo precario, flexible e inestable, se sumaban unas condiciones de vidas paupérrimas para enormes sectores de la población. El alquiler era un lujo, al duplicar los valores europeos. Las imágenes de personas hacinadas en conventillos y asentamientos nos marcan lo duro de la vida para la masa trabajadora. El trabajo infantil -en el campo y en la ciudad- era abundante, tanto en industrias como en comercios, cuando no en la prostitución o mendigos. Los accidentes laborales eran la norma, así como el trabajo sin restricción horaria. Las vacaciones, las indemnizaciones, el “sábado inglés” eran inexistentes. La situación laboral en otros sectores, como el comercial, no marcaba diferencias abismales: son comunes las fuentes que nos muestran empleados durmiendo en los negocios o trabajando por salarios menores que los de los obreros. La llegada de la organización racional del trabajo, de la mano del taylorismo, produjo una brecha entre los trabajadores cualificados y los no cualificados, permitiendo a los patrones producir más a costos más bajos.
En el sector rural la norma era la concentración de tierras en manos de unos pocos terratenientes. En el sector pampeano, el acceso a tierras y bienes comunales se vio interrumpido por la lógica del cercamiento y la privatización de las tierras. Así las cosas, las relaciones de producción estarán regidas en gran parte por el arrendamiento, es decir, el alquiler de la tierra por parte de un pequeño productor a un terrateniente para poder trabajar la tierra. El trabajo a partir de unidades familiares rendía pocos frutos, ya que gran parte de las ganancias por el mismo iba a parar al pago del arriendo. La mecanización laboral produjo también un cambio importante: la “descalificación” del trabajo manual contribuyó a una merma en los salarios. En el noroeste, la hacienda seguía predominando como sistema de producción, con una fuerte presencia del latifundio y una gran masa de trabajadores rurales sumidos en la miseria. Las condiciones laborales, en sintonía con lo que ocurría en las ciudades, eran deplorables. La situación de los peones rurales es un reflejo de lo dicho anteriormente: trabajaban de sol a sol, cargaban bolsas con pesos extremos y recibían, en algunos lugares, su salario en “vales” que debían utilizar en los almacenes del propio patrón.
II.
Las condiciones previamente descriptas van a generar enormes tensiones entre la fuerza laboral y los patrones. Esta tensión, sin embargo, no era algo novedoso. Desde mediados de siglo XIX, encontramos formas organizativas a través de diversas herramientas por parte de los sectores populares. Las mismas tenían que ver en un principio con lógicas mutuales, como fondos comunes para apoyar a trabajadores y trabajadoras con enfermedades. En 1857 nacerá la Sociedad Tipográfica Bonaerense, que en el año 1871 se asociará a la Asociación Internacional de Trabajadores. En 1877 nacerá la Unión Tipográfica, el primer sindicato de la historia argentina. Rápidamente los sectores trabajadores tomaron la posta y comenzaron a organizarse por oficios de forma similar.
El año 1901 verá nacer a la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), de tendencia anarquista, la primera central obrera. Diferentes tendencias guiaban y organizaban a los y las trabajadores y trabajadoras: el anarquismo fue particularmente importante hasta el año 1910, pero también importante era el rol del Partido Socialista, fundando en el año 1895, así como el de los sectores sindicalistas revolucionarios. El nuevo siglo vendría de la mano de una serie de conflictos importantes para la clase trabajadora: la Huelga de Inquilinos de 1907 o la represión del Primero de Mayo de 1910 son algunos ejemplos de que en la Argentina del Centenario, la conflictividad y la organización obrera eran constantes.
Frente a esta situación de conflicto, el Estado ensayó algunas respuestas, como por ejemplo la creación del Departamento Nacional del Trabajo en el año 1907, pero que no llegó a producir ninguna legislación laboral significativa. Asimismo, el Estado promovió las leyes de Residencia (1902), que permitía prohibir la entrada al país de extranjeros con ideas revolucionarias, así como su expulsión y la de Defensa Social (1910), que implicaba prisión o deportación para quien incitara las huelgas o utilizara simbología obrera. Sin embargo, la represión y la violencia eran los métodos privilegiados para dirimir el conflicto.
III.
La llegada al gobierno de Hipólito Yrigoyen en el año 1916 se dará en el marco de un cese de la dinámica expansiva de la economía, fundamentalmente a raíz del inicio de la Primera Guerra Mundial. Las exportaciones de 1914, por ejemplo, fueron un 25% más bajas que las de 1913 y el PBI también cayó de forma significativa. Fue una crisis económica devastadora, la más fuerte desde la de 1890. Los salarios cayeron y la desocupación aumentó. Sin embargo, a partir de llegada de la Unión Cívica Radical, la economía argentina comenzó un proceso de recomposición, a partir de una tímida modernización en algunas ramas de la industria, de cara a la necesidad generada por el cese de importaciones como resultado del conflicto armado y el crecimiento económico generado por el crecimiento de las exportaciones. Sin embargo, el malestar y los enfrentamientos por salarios y condiciones laborales mejores no mermaron. Al contrario, es plausible afirmar que los años que van entre 1917 y 1921 verán aumentar la lucha de clases en nuestro país. La influencia de la revolución rusa y una economía golpeada fueron el caldo de cultivo ideal.
La política del radicalismo en torno al conflicto social presentará una suerte de variación. En palabras del historiador Hernán Camarero en su libro “Tiempos rojos”, se procuró una nueva estrategia que buscaba conciliar entre los trabajadores y los patrones, con el Estado haciendo de árbitro. Sin embargo, las represiones en distintos conflictos de la época, como las ocurridas durante la Semana Trágica de enero de 1919 o en la Patagonia Rebelde en los años 1920 -21, así como la “mano libre” a organizaciones parapoliciales antisemitas y anticomunistas, como la Liga Patriótica Argentina, muestran que la respuesta represiva y de clase seguía siendo una constante para el Estado argentino.

IV.
Un conflicto fundamental de estos años fue el vinculado a La Forestal, compañía británica dedicada a la explotación del quebracho colorado en Santa Fe y en el Chaco. Al hablar de La Forestal, hablar de “un Estado dentro de otro Estado” no es irrisorio. Esta compañía radicada en Londres había conseguido adquirir de manos del Estado 12% del actual territorio de la provincia de Santa Fe a precio vil, llegando a poseer más de dos millones de hectáreas, lo que implicaba la principal reserva mundial de tanino.
Las condiciones de vida de los más de cinco mil trabajadores y jornaleros –en su mayoría integrantes de los pueblos originarios, pero también migrantes internos- y sus familias eran paupérrimas: solían vivir en chozas o en zanjas cavadas en la tierra y trabajaban sin ningún tipo de protección frente a las picaduras y ataques de los animales salvajes. Asimismo, los pueblos que estaban bajo la influencia de la compañía eran parte de la propiedad de la empresa, así como tantos otros fundados por la misma. Los trabajadores adquirían los productos para su subsistencia a través de dinero emitido por la compañía en forma de vales, el cual era utilizado en comercios propiedad de la empresa. La justicia y la ley eran elegidas a dedo por la compañía. Como decíamos anteriormente, La Forestal funcionaba como un Estado dentro de un Estado.
A pesar de esto, los trabajadores pudieron poner en pie un sindicato en la localidad de Villa Guillermina, con vínculos con la FORA. En julio de 1919 declararon la huelga, exigiendo la jornada laboral de 8 horas, el aumento de los jornales y el cese de despidos. El temor a la insurrección obrera y su cristalización en la Rusia bolchevique se activó en el sector patronal. El diario La Nación advertía sobre la constitución de un “soviet” en la zona y el peligro que implicaba este ejemplo. A pesar de haber llegado a un acuerdo con la patronal para finales de año, la misma incumplió absolutamente todos los acuerdos, a la par que persiguió y encarceló dirigentes de los y las trabajadores y trabajadoras.
Las huelgas retomaron en abril del año 1920 y, en el momento de una toma de una fábrica, un directivo de la empresa y un trabajador murieron. Esto generó una fuerte represión policial, con un saldo de 200 personas asesinadas en distintos pueblos. Al mismo tiempo, la empresa despidió a toda persona que hubiera tenido algo que ver con las huelgas. Para frenar esto, en enero de 1921 los y las trabajadores y trabajadoras iniciaron otra medida de fuerza y esta vez, la respuesta fue aún peor. Esta vez no estuvo signada únicamente por el accionar de la policial y grupos parapoliciales sustentados por la empresa, así como la Liga Patriótica Argentina. Los y las trabajadores y trabajadoras escapaban al Monte para evitar la cacería humana. Sus ranchos fueron incendiados. Se sucedieron violaciones y torturas. Se calcula que alrededor de 600 personas fueron asesinadas. Pasado el terror, los despidos recayeron sobre los y las sobrevivientes. La Forestal seguiría operando hasta la década de 1960. La decadencia, que comenzó junto con el agotamiento de los recursos naturales –y el consiguiente impacto ambiental- se ve reflejada en el desmantelamiento al momento del cierre de la empresa de los ferrocarriles y puertos que había puesto en pie la compañía. La Forestal dejó, en más de un sentido, tierra arrasada.

V.
Al comienzo de esta nota, hacíamos referencia al “¿para qué?” revisitar un conflicto acaecido hace 100 años. Lejos de caer en la nostalgia pero tampoco en la efeméride y el panteón, revisitar el conflicto de La Forestal y leerlo en un marco más amplio se torna imprescindible. Repasar –de forma somera- el proceso de modificación en las relaciones sociales que implicó el asentamiento del sistema capitalista en nuestro país y las formas que tomó el conflicto de clases a partir de esto, así como las estrategias de lucha y organización de los sectores populares, nos permite comprender de forma más clara la dinámica propia de los hechos de La Forestal. En ellos podemos observar pautas similares a otros conflictos. Las formas descarnadas de explotación eran similares –sin negar las características propias- a las vividas en las ciudades y en otros sectores rurales. El accionar de los sectores patronales, con el Estado como cómplice, ya sea mirando para otro lado o a través de la represión, también es algo con lo que nos encontramos en otras instancias de conflicto a lo largo y ancho del país. El rol de los medios de comunicación, agitando los fantasmas bolcheviques y de la Revolución Rusa, será una constante a lo largo del siglo XX y tiene sus raíces en estos años llegando hasta el día de hoy.
Pero también encontramos la acción coordinada y colectiva de los sectores trabajadores. La organización sindical, las formas de resistencia a la explotación, la solidaridad con los compañeros y compañeras de trabajo, la elevación de demandas y la acción directa frente al incumplimiento de las mismas por parte de la patronal, son rasgos que encontramos en el conflicto de La Forestal, pero también en otros conflictos de la época. Sin embargo, estos mecanismos de clase no nacieron de un momento para otro. Son el resultado de un proceso histórico y relacional, generado por la acción de los trabajadores y trabajadoras a lo largo de sus luchas y experiencias, muy anteriores al año 1921.
Asimismo, nos permite poner en tensión algunas afirmaciones que circulan en los discursos actuales. En primer lugar, repasar La Forestal en su contexto nos ayuda a discutir la noción de la “decadencia” argentina, generada –supuestamente- por una “grieta” de 70 años. Según este discurso, el país pre 1943 era un país armónico y libre de conflicto. Lo desarrollado anteriormente –esperamos- sirva para rebatir ese discurso. Pero por otro lado, también nos permite tensionar el relato que plantea una supuesta parálisis de los sectores trabajadores previa a la llegada de Perón. Sin minimizar el impacto del peronismo para los sectores populares de nuestro país, el análisis histórico nos permite observar una clase trabajadora activa, organizada y en un desarrollo político y cultural que marcó un antes y un después en la sociedad argentina. Las formas de lucha y resistencia, pero también de organización educativa, cultural y social de la clase obrera argentina de principios del siglo XX ponen de relevo una respuesta articulada frente a los conflictos entre el capital y el trabajo. Y fundamentalmente, podemos observar que las clases sociales son una construcción abierta y en constante desarrollo, definida por sus experiencias en determinadas condiciones materiales.
A 100 años de La Forestal, elegimos recuperar la historia a partir del análisis de la lucha de clases. No porque querramos construir nuevos panteones, ni que las voces del pasado nos indiquen qué hacer en la actualidad. Sino porque recuperar la experiencia de luchas pasadas nos permiten recuperar la capacidad de acción que tenemos frente a las preguntas que nos hacemos frente a las desigualdades del hoy, el constante “¿qué hacer?”. Conocer el pasado, dice el historiador Cristopher Hill, nos humaniza. Y es ese pasado el que nos nos recuerda que esas preguntas sólo tendrán una respuesta construida por nosotros y nosotras mismas.

*Profesor de Historia
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