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24 enero, 2021

José Luis Cabezas: hacer las fotos que el poder dice que no se deben hacer

En plena década del ’90, el reportero gráfico José Luis Cabezas retrató al empresario Alfredo Yabrán, de vínculos corruptos con el poder político y este ordenó su asesinato.

Hay crímenes que tienen la potencia para definir una época. Como si en su funcionamiento se desnudara la lógica completa del entramado de poder. El asesinato de José Luis Cabezas el 25 de enero de 1997 fue, entre muchas otras cosas, también eso. La clave que hizo visible los hilos que anudaban al poder político con los empresarios, las fuerzas de seguridad y las patotas formadas durante la dictadura cívico-militar que seguían operando en las sombras de la democracia.

“El asesinato de José Luis -explica Ezequiel Torres, presidente de la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina (ARGRA)- tuvo importancia no sólo para nuestra organización o para los compañeros de profesión, tuvo impacto en todo el cuerpo social”.

Foto: José Luis Cabezas
Foto: José Luis Cabezas

Cabezas era fotógrafo de la revista Noticias y tomó fotos a Alfredo Yabrán, un empresario poderoso y ligado al poder político. Esas imágenes, como declaró Héctor D’Amico, el entonces director de Noticias, “no gustaron a alguna gente”. Cabezas viajó a Pinamar con su compañero Gabriel Michi. El periodista investigaba una red de corrupción dónde se trenzaban poderes públicos y privados. Ahí Yabrán funcionaba como punto de cruce.

La investigación y las fotos hicieron enojar a Yabrán. Y el empresario decidió enviar un mensaje. El cuerpo de Cabezas apareció en General Madariaga. Estaba quemado, dentro de un auto también calcinado, con las manos esposadas y dos tiros en la cabeza.

“El impacto que tuvo el asesinato puede leerse en dos niveles», explicó Torres a Notas. «Por un lado las marcas inmediatas sobre nuestro trabajo cotidiano y sobre la opinión pública. Entender que estábamos frente al atentado contra la libertad de expresión más importante que haya sucedido desde el regreso de la democracia. Entendimos que era un hecho destinado a generar miedo, a paralizarnos. Pero, y ese es el otro nivel, también nos movió. Nos obligó a pensar acciones colectivas, a juntarnos, a hacer visible lo que había pasado”, añadió.

La investigación judicial estableció que Cabezas había sido asesinado por una patota a sueldo de Yabrán. Al mando estaba el policía Gustvo Prellezo y todos ellos se vinculaban a Gregorio Ríos, un ex militar que oficiaba como jefe de la custodia del empresario. La policía de Pinamar hizo su parte liberando la zona.

Era la consecuencia de haber investigado a un hombre que inició su fortuna con la dictadura, la acrecentó con el gobierno de Raúl Alfonsín y siguió creciendo mientras el país era gobernado por Carlos Menem.

El periodista Gustavo González contó que seis años antes del asesinato, cuando la revista iniciaba sus investigaciones sobre Yabrán, dirigentes radicales y peronistas llamaban a la redacción para interceder. Era todavía el año 1991 cuando él y Teresa Pacitti, directora del medio, fueron llevados a una entrevista personal con Yabrán por el diputado radical Roberto Sanmartino.

El ex presidente Menem, por su parte, siguió viajando en los aviones de empresario y hasta lo recibió en una visita oficial en Casa Rosada después del 25 de enero de 1997.

El respaldo político no evitó que la justicia ordenara su arresto el 15 de mayo de 1998. Cinco días después, un hombre se suicidó con una escopeta. Su rostro quedó irreconocible, lo mismo que su cuerpo. Una investigación forense aseguró que se trataba de Alfredo Yabrán.

Juan Mattio – @juanmattio

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